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ISRAEL, IMPUNE EN SU GENOCIDIO
La pequeña ciudad de Gaza, bloqueada desde 2007, revivió este mayo, durante 11 dramáticos días, el horror de imparables ataques que causaron 232 muertos palestinos y 12 israelíes.
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Ésta es una urgente crónica de la batalla desigual entre el Estado sionista israelí y la población palestina, que resiste al ocupante hace 75 años. La pequeña ciudad de Gaza, bloqueada desde 2007, revivió este mayo, durante 11 dramáticos días, el horror de imparables ataques que causaron 232 muertos palestinos y 12 israelíes. La parálisis cómplice de las potencias occidentales y la inacción del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) avalaron cada acto de esa masacre que desde México condenaron el Congreso, la academia y los activistas mientras exigieron al Gobierno Federal suprimir su relación militar con Israel.

Entre el nueve y 20 de mayo, bombardeos aéreos desde tanques y flotas marítimas destruyeron infraestructura vital de Gaza, redujeron a escombros zonas enteras y causaron más de 120 mil desplazados. La reciente pesadilla se inició en Jerusalén luego de que agitadores ultraderechistas judíos gritaron: ¡Muerte a los árabes! Mientras la policía contenía a golpes a niños y jóvenes palestinos y disparaba contra sitios sagrados del Islam.

Tras el frágil e inestable cese al fuego, los tres actores del conflicto quedaron en un impasse. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no logra formar un gobierno de coalición y enfrenta un proceso legal por corrupción; la reacción de Hamas en Gaza confirma la debilidad de la Autoridad Nacional Palestina y, en Estados Unidos (EE. UU.), voces progresistas ya cuestionan el unánime consenso a favor de Israel.

Apartheid y asedio

En 1993, los Acuerdos de Oslo determinaron que los territorios palestinos ocupados por Israel –la Franja de Gaza y Cisjordania– formasen el futuro Estado de Palestina. Ambas zonas, sin unidad geográfica y dominadas por el ocupante, tienen gobiernos propios: desde 1994, la Autoridad Nacional Palestina representa los intereses palestinos en Ramala, Cisjordania y desde 2007 Gaza eligió a la agrupación Hamas.

En Gaza, el invasor priva a dos millones de habitantes de alimentos y medicamentos contra la pandemia de Covid-19, que escala; así como de bienes básicos, agua y electricidad porque considera “terrorista” a Hamas. Israel controla el 62 por ciento de Cisjordania, cuyo centro geográfico es Jerusalén, ciudad que los palestinos aspiran a que sea la capital de su futuro estado y donde el Apartheid les escatima su derecho a la vivienda.

Así lo ilustra la situación del barrio Sheikh Jarráh, cuyas casas fueron abandonadas por sus propietarios en 1948 y, desde los años 50, viven ahí familias árabes reubicadas por las autoridades jordanas. Hoy, para consumar su Plan Inmobiliario en favor de nuevos colonos, el ocupante israelí usa los fallos del Tribunal Supremo a favor de antiguos dueños y desaloja a los inquilinos con la fuerza pública.

Esta parodia de justicia segrega a palestinos y árabes que lograron permanecer en sus tierras tras la invasión sionista. Ellos y sus modestos negocios, pequeñas parcelas y precarias viviendas, son víctimas de ilegales invasiones, asedio y asaltos de las mal llamadas Fuerzas de Defensa de Israel.

La represión es brutal: tres palestinos que impedían un desahucio fueron arrestados, un oficial tiró al suelo a uno y se arrodilló sobre su cuello; la víctima sangró tanto que ingresó al hospital donde fue detenido, reporta la fotoperiodista Oren Ziv.

Ese abuso militar contra jóvenes y adultos palestinos también se realiza contra los que se reúnen a conversar o a evitar asaltos de extremistas israelíes. Se les acusa de violar el orden y son dispersados por la fuerza, mientras los dueños de la tierra gritan: “Tenemos derecho a permanecer aquí”.

Veintisiete días antes de que se lanzara el primer cohete desde Gaza, un comando israelí entró en la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén, cruzó el amplio patio y arrinconó a los fieles palestinos, escribió Patrick Kingsley en The New York Times.

Enseguida la policía cortó cables de bocinas que transmiten los rezos a los asistentes desde los cuatro magníficos minaretes, porque Israel lo prohibió. “Ése fue el punto de inflexión”, mencionó el gran mufti de Jerusalén, Ekrima Sabri. Era el 13 de abril, primer día del Ramadán, mes sagrado musulmán.

Frente a la Puerta de Damasco en Jerusalén, se gestaron nuevas formas de resistencia palestina; y aunque la policía los encapsuló, esos jóvenes –que desde que nacieron carecen de derechos– mostraron tal determinación, que los israelíes tuvieron que retirarse.

Animados por esa victoria, el viernes siete de mayo, los jóvenes lanzaron lemas contra el invasor y celebraron el último día del mes de ayuno musulmán en la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén.

Para reprimir lo que el vocero de la policía israelí, Micky Rosenfeld, llamó “terrorismo”, lanzaron balas de goma contra jóvenes y muros ancestrales de la mezquita de Al Aqsa. Desde Gaza, Hamás advirtió a Israel que habría represalias si no cesaba la represión; ante la escalada del invasor, lanzó sus cohetes de limitado alcance que se impactaron contra objetivos israelíes.

Con ese pretexto, el régimen lanzó, durante 11 días, sus poderosos bombarderos F35 y tanques Abrams contra los habitantes de esa ciudad. Israel mostró “logros militares sin precedentes y de significado estratégico” en la lucha contra militantes de Hamas indicó, arrogante, el ministro de Defensa, Benny Glantz.

Poder del ocupante

El Estado artificial de Israel no sería viable sin la ayuda económica, diplomática y político-militar de EE. UU., pues ambos comparten objetivos estratégicos en Medio Oriente. Además, el discurso pro-sionista de corporaciones mediáticas (CNN, Fox, BBC o Wikipedia) mantiene la falacia de que Israel es un milagro de autogestión.

El informe Ayuda de EE. UU. a Israel. RL33222, del Servicio de Investigación del Congreso del especialista Jeremy M. Sharp, que se publicó el pasado 16 de noviembre, confirma que los distintos gobiernos estadounidenses han contribuido a robustecer la economía israelí y su seguridad.

En 42 páginas, que cubren de 1971 a 2020, el documento confirma que Israel es el mayor receptor de asistencia al exterior de la superpotencia desde la Segunda Guerra Mundial. El total acumulado de esa ayuda militar, a finales del año pasado, sumaba 146 mil millones de dólares (mdd).

Esa asistencia del gobierno estadounidense permitió a su complejo industrial militar convertir a las fuerzas armadas de Israel en uno de los ejércitos tecnológicamente más sofisticados del mundo, además de ayudarlo a construir su industria defensiva. Con el tiempo, este apoyo creó firmas propias como Industrias Aeroespaciales de Israel, Rafael y Elbit Systems.

Estas poderosas empresas exportan sistemas antimisiles, de ciberseguridad y comunicación electrónica, drones y radares a India, Azerbaiyán, Vietnam, Tailandia, Surcorea, Singapur, Filipinas, Australia, Francia, Alemania, Italia, Grecia, Rusia y Brasil. Vendió a EE. UU. tanques, escudos para pilotos de F-35 y equipos para la barda electrónica en la frontera con México.

Aún así, el gobierno de EE. UU. usa impuestos de sus ciudadanos para dotar con armas de última generación a su socio hebreo. Un hito fue 2016, cuando Barack Obama firmó el mayor pacto militar de su historia con Israel por 38 mil mdd, según la experta Emma Green en The Guardian. Por ello, Israel es potencia en aviación de guerra con medio ciento de F35 invisibles, de quinta generación, los más avanzados.

Donald John Trump pidió 3.3 mil mdd al Congreso para que, en el año fiscal 2021, su aliado adquiriera misiles. Solicitó 500 mdd más para adquirir otros equipos y cinco millones en “ayuda humanitaria” para los migrantes hacia Israel.

 Por su parte, Joseph Robinette Biden, cinco días antes de que Israel empezara sus bombardeos sobre Gaza, logró que el Congreso liberara 3.3 mil mdd para financiar compras militares a Israel, procedentes de presupuestos de los departamentos del Interior, Medio Ambiente, Agricultura y Construcción Militar, según el diario The Hill.

Durante 11 días, Biden ignoró el llamado de políticos progresistas de su país a frenar la acometida israelí, pues refrendó que su aliado tiene derecho a defenderse. Sin embargo, el senador Bernie Sanders y los representantes Alexandria Ocasio Cortéz, Jesus Chuy García e Ilhan Omar, entre otros 25, pidieron condicionar la ayuda a Israel hasta que ponga fin al Apartheid.

Además del soporte de la Casa Blanca, el estado hebreo goza del dinero de los contribuyentes estadounidenses a través del llamado “lobby israelí”, un conjunto heterogéneo de organizaciones e individuos que coinciden en mantener a Israel como primer socio aliado de EE. UU.

Para la clase política y las élites estadounidenses, Israel es un socio vital en Medio Oriente y ese cálculo geopolítico se refleja en los paquetes de ayuda. La estrategia se afinó después de la guerra del Yom Kippur (1973) y en el Congreso de EE. UU. se organizó la más amplia base interna proisraelí.

Legisladores estadounidenses se opusieron en 2020, cuando Israel intentó anexarse parte de la Franja Occidental de Gaza; pero tras la firma de los Acuerdos Abraham entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, los parlamentarios estimaron que debían aumentar la ayuda y ventas militares a su socio. Israel es ya el octavo exportador mundial de armas, según el Instituto Internacional para Estudios de la Paz (IIEP).

En el nivel interno, la propaganda proclive a Israel califica como “desarrollado” a su modelo de libre mercado. Alardea que tiene el puesto 35 en el índice del Banco Mundial (BM) para hacer negocios; es el segundo en el mundo con más empresas emergentes; su Producto Interno Bruto (PIB) es de 387 mil mdd y el ingreso per cápita de 42.8 mil dólares anuales.

Este nivel económico se sustenta en cinco sectores: agricultura (casi toda en tierra palestina), manufactura, industria diamantífera, servicios y tecnología. Este rubro tiene su enclave en Silicon Wadi, poco visible por razones de seguridad, aunque diverso e innovador.

De forma discreta, pero contundente, firmas israelíes se fusionan con compañías tecnológicas globales más poderosas y ganan miles de mdd. Google adquirió Waze, Facebook compró Onavo y Apple adoptó a Primesense

Pese a depender de la ayuda económica externa, carecer de energía fósil y mantener un régimen de Apartheid –como lo calificó la organización Human Rights Watch– en 2018, Israel se integró a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

El descubrimiento de gas natural fuera de la costa fue clave para esta membresía. A la par, Israel lucra con el turismo de los lugares santos del cristianismo y el Islam en tierra palestina. Además, recibe inversiones de Microsoft o magnates como Warren Buffett y Carlos Slim.

México: diplomacia titubeante

Desde 1950, México mantiene relaciones diplomáticas con Israel y firmó en 2000 un tratado de libre comercio, el único de nuestro país con Medio Oriente como subrayó el exjefe de la misión económica de la embajada, Uriel Raviv. En 2019, Tel Aviv quiso incluir el sector electrónico a cambio de asistencia en desarrollo urbano y el programa Sembrando Vida del actual gobierno.

Según la Secretaría de Economía (SE) el comercio israelí en México, entre 2000-2018, subió de 450 mdd a 750 mdd. Ambos lados invierten entre sí: en 2015, la farmacéutica Teva adquirió Rimsa, la más importante de nuestro país; mientras en 2017, la mexicana Orbia compró a Netafim, líder mundial de riego por goteo; en tanto que Grupo Bimbo invirtió en la alimenticia israelí EatSane.

Aquí se asientan 409 firmas israelíes y otras aspiran a ingresar al mercado mexicano. Empresas israelíes en Arizona quieren que esa ciudad sea plataforma para entrar a nuestro país, según David Yaari, de la oficina de comercio local. En 2018, compañías tecnológicas de ciberseguridad como BioCatch y Cybiller dialogaron con Banorte, BBVA y Bancomer. Otros entusiastas son DLP Piper Israel Operation y PwC Israel, según la Cámara Israelí-Latinoamericana de Comercio.

Sin embargo, la relación bilateral se enfrió cuando el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu felicitó en Twitter a Donald Trump por su plan de construir un muro en su frontera con México. La empresa israelí Elbit Systems, que construyó el muro en Cisjordania, vendió equipos a EE. UU. para militarizar su frontera sur.

GAZA, AL CENTRO DE LA DIANA

2004. Operación Días de Penitencia (1ª gran ofensiva israelí contra Gaza): 197 muertos y 430 heridos.

2007. Organización Hamas gana elecciones en Gaza. Israel no reconoce ese gobierno y bloquea todo acceso de alimentos y medicamentos a dos millones de habitantes. Fricciones constantes.

2008. Operación Invierno caliente: 120 muertos palestinos.

2009. Operación Plomo Fundido, de Israel contra Hamas. Mueren mil 300 palestinos y cinco mil son heridos.

2012. Operación Pilar Defensivo: 170 palestinos muertos, mil 300 heridos.

12 de junio al 29 de julio de 2014. Operación Margen Protector: 646 muertos, 17 mil refugiados y tres mil 300 heridos palestinos. Más de dos millones quedaron sin electricidad.

2018. Sangrienta ofensiva israelí contra Gaza.

Mayo de 2021. Operación Cúpula de Hierro con fuego aéreo y artillería naval que asesina a parte del      mando de Hamas y a decenas de civiles; destruye edificios públicos, escuelas y el único centro de atención a   pacientes de Covid-19.

En cambio, la relación con autoridades palestinas ha sido titubeante. Hasta 1975 estableció relaciones con esa nación, tras la reunión entre el presidente Luis Echeverría y el líder palestino Yasser Arafat. Sin embargo, no reconoce a Palestina como Estado.

En 2005 abrió una oficina de representación –no embajada– en Ramala, sede de la Autoridad Nacional Palestina; en 2011, el gobierno de Felipe Calderón se abstuvo de votar para que Palestina fuera miembro de la Oficina de las Naciones para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO); aunque en 2012 votó a favor de que Palestina fuera observador en la ONU. En 2018, el canciller palestino, Riyad al-Maliki, vino a la toma de posesión del gobierno actual.

La insostenible tendencia a la neutralidad pareció dar un giro el pasado 16 de mayo, cuando el representante mexicano ante el Consejo de Seguridad (CS), Juan Ramón de la Fuente, condenó el uso desproporcionado de la fuerza por Israel y los ataques con cohetes lanzados por Hamas.

Días antes, el embajador israelí en nuestro país, Zvi Tal, presionó al gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a manifestar su condena a la reacción del partido palestino Hamas. Sin embargo, como miembro no permanente del CS en el bienio 2021-2022, México expresó su consternación por el deterioro del clima político en Medio Oriente y lamentó que el CS no se pronunciara ante la violencia.

Mexicanos exigen al gobierno aplicar la campaña Boicot, Desinversiones y Sanciones que inició en 2005, así como el fin de su relación militar y de seguridad con instituciones y empresas del Estado hebreo y pronunciarse contra el Apartheid israelí.

El estudio El papel de Israel en la militarización de México (2019), de Aracely Cortés Galán, explica que las armas y tecnologías israelíes utilizadas para sofocar a los palestinos aquí, espían y violan derechos de mexicanos.


Escrito por Nydia Egremy .

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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