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El dos de noviembre se cumple el centésimo sexagésimo aniversario de la Declaración Balfour, un evento diabólico y vergonzoso en la historia, emitida por Arthur James Balfour, entonces Ministro de Asuntos Exteriores de Inglaterra. El breve texto llevó consigo desastrosas consecuencias, como la ocupación de Palestina, el establecimiento del régimen sionista y del Apartheid israelí, el asesinato masivo de palestinos, la matanza de mujeres y niños, la expulsión de los palestinos nativos de su tierra ancestral, la confiscación de sus tierras y mucho más.
Esta declaración nefasta fue el inicio de la formación de un tumor canceroso e ilegítimo en la región de Asia Occidental, cuyas consecuencias siguen afectando a los pueblos de la región y a Palestina después de casi ochenta años. Los sionistas, con la ayuda de sus padrinos anglosajones y apoyándose en la manipulación de la historia y la victimización, han desencadenado una crisis en la geografía de la región de Asia Occidental.
Hoy, luego de que el despertar y la resistencia del pueblo palestino haya puesto ante los ojos del mundo el colmo de la crueldad y el genocidio de los sionistas, resulta una adecuada oportunidad para releer la Declaración Balfour y comprender mejor las dimensiones de la Catástrofe (Nakba) de 1946.
La Declaración Balfour expresa la solidaridad y el apoyo de Gran Bretaña en relación a los deseos y aspiraciones del sionismo internacional para establecer lo que se conoce como la “patria nacional del sionismo” en Palestina. Esta declaración, que fue publicada en 1917, en medio de la Primera Guerra Mundial, fue anunciada aproximadamente 21 años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial y del genocidio contra los judíos por parte de los nazis. ¡Aparentemente, Gran Bretaña y sus aliados sionistas ya tenían suficiente información y conocimiento sobre lo que sucedería en las dos décadas posteriores!
La presencia de los sionistas en Tierra Santa se basa en dos narrativas históricas distorsionadas y fabricadas. La primera narrativa es que, en los textos sagrados judíos, esta tierra les fue prometida (léase a los sionistas). La segunda narrativa se centra en el Holocausto y el genocidio judío perpetrado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Ambas narrativas, en especial la segunda, han sido utilizadas como justificación para la migración masiva de judíos hacia la tierra de Palestina, que es el preludio de la ocupación y la destrucción de esta tierra, que aún continúa.
Resulta llamativo y aún más lamentable, que tres años después de que se emitiera la Declaración Balfour y los acuerdos de los vencedores de la Primera Guerra Mundial, la administración de la Tierra Santa de Palestina fuera entregada a Gran Bretaña, y que la promesa de Balfour a los sionistas se haya materializado. Es de ingenuos creer que estos asuntos se hayan dado por una mera coincidencia. A lo largo de la vida ilegítima de este régimen ocupante, del Apartheid y del asesinato de niños, los gobiernos occidentales siempre han hecho un esfuerzo considerable por cambiar la realidad e intercambiar los papeles de los oprimidos y opresores. Los sionistas siempre han estado involucrados en crímenes despiadados y vengativos quedando impunes, y cada vez que se ha alzado una voz en defensa de Palestina, se le ha acusado de antisemita.
Recientemente, después de la operación “Tormenta del Al-Aqsa”, una vez más, los partidarios y defensores del régimen sionista han intervenido y con palabras retóricas han tratado de revertir la verdad y equipar y alentar a este régimen ficticio. La tarea que anteriormente recayó en Gran Bretaña pasó a manos de Estados Unidos (EE. UU.) después del fin de la Segunda Guerra Mundial y el ascenso de EE. UU. en el orden internacional. El apoyo incondicional de EE. UU. y el Reino Unido al régimen sionista es la principal razón de los fracasos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en cumplir con los derechos de los palestinos y del veto de 45 resoluciones de este consejo; la última de las cuales ocurrió recientemente, cuando EE. UU. no sólo se opuso a cualquier cese de las atrocidades del régimen sionista en Gaza, sino que se negó a votar a favor de una resolución humanitaria.
Estados Unidos, en un conflicto evidente con sus afirmaciones falaces sobre los derechos humanos, votó en contra de una resolución que se había redactado para abrir el camino para el ingreso de ayuda a los civiles en Gaza, a fin de resaltar aún más su apoyo a los crímenes de guerra en curso en la estrecha Franja de Gaza. Es evidente que esta acción se considerará un ejemplo flagrante de EE. UU. ignorando los principios humanitarios y del derecho internacional. La cuestión radica en que este régimen ficticio, a pesar de décadas de apoyo y patrocinio de Gran Bretaña y luego de EE. UU., sigue siendo un hijo ilegítimo que no puede mantenerse por sí solo y siempre depende de respiración artificial para su supervivencia. Sin lugar a dudas, el futuro pertenece a Palestina.
Marx dijo: “el gobierno del Estado no es más que la junta que administra los negocios comunes de la clase burguesa”. Es un mito decir que su papel es velar por el bienestar y el interés comunes. Lo hará sólo en la estricta medida en que sirva políticamente al control social.
La derrota militar que se avecina provoca que múltiples revistas de análisis antes pro-ucranianas, como Wall Street Journal, incluso políticos como el presidente checo, se unan a un coro de voces que ven a Ucrania como derrotada y piden la negociación antes de perder aún más territorio.
La información que llega al público permite concluir que no. Esto a pesar de que EEUU cuenta con las fuerzas de guerra más poderosas y uno de los arsenales nucleares más grandes del mundo.
En el asedio de Gaza por Israel han muerto más de 35 mil 300 palestinos, en su mayoría, niños y mujeres
Colaboro a informar a mis posibles lectores del genocidio que se lleva a cabo en la Franja de Gaza, mientras, Joseph Biden, fiel a sus intereses y prioridades, exige más dinero para matar a inocentes de Gaza y el Donbás.
Las protestas en EE. UU. no deben verse como un hecho aislado, sino como un síntoma de descontento en la sociedad estadounidense.
El portavoz militar israelí, Daniel Hagari, no descartó la posibilidad de emprender una operación terrestre en Líbano.
El desprecio por lo popular (ahora no sólo en la música) es una reproducción cultural que las burguesías inyectan en la consciencia de la población en general.
El Maccabi de Tel-Aviv y el Ajax de Ámsterdam quedó empañado por la provocación de los primeros y la respuesta agresiva de los segundos.
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¿Qué es el imperialismo y por qué nos referimos a él como encarnación de la barbarie? ¿Quiénes representan hoy en día las fuerzas de la reacción y la revolución? La respuesta a estas interrogantes será lo más breve y concreta posible.
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Escrito por Dr. Hossein Abdollahian .
Ministro de Asuntos Exteriores de la República Islámica de Irán