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El capitalismo, en su fase imperial, usa mecanismos de inteligencia para reproducirse. Al complejo industrial militar, petrolero y agro-industrial se suma el sector químico-biológico, que en la era del covid-19 busca un antígeno para elevar sus beneficios. Con visión de clase, estas corporaciones desarrollan fármacos para millones de pacientes cautivos de los sistemas de salud cooptados e inaccesibles para los pobres de siempre. La añeja y dolorosa dependencia de México hacia esas multinacionales empeora por la falta de una estrategia integral del gobierno que garantice la soberanía farmacéutica y, por tanto, el derecho a la salud.
Fiel al lema del capital “encuentra la necesidad, vende el deseo”, el sector fármaco-biológico (llamado Big Pharma) construyó la narrativa de que “sirve” a sus clientes. Y aunque sobran evidencias de los daños a la salud y adicciones que causa, esa industria es cada vez más poderosa e influyente en el mundo. Obtuvo ganancias estratosféricas al cooptar Estados y dictar los planes de salud y hoy, ante la pandemia del Covid-19, lucra captando fondos públicos y privados tras prometer una vacuna contra el coronavirus.
Hace más de 80 años que las farmacéuticas trasnacionales siguen la perversa senda capitalista inaugurada por los gigantes petroleros, mineros, transportistas y telecomunicaciones. Desde entonces, el ascenso del Big Pharma tiene capacidad para viciar los sistemas de salud de naciones enteras mediante su colusión con los poderes políticos.
Valor del Big Pharma
Es un monstruo con dos cabezas: la industria que desarrolla, produce y comercializa medicamentos y las corporaciones que presionan para venderlos con sobreprecio a los consumidores desesperados.
Las 10 biomédicas, por orden de ingresos en miles de millones de dólares (mmd) son:
Johnson&Johnson 345,9 mmd
Novartis 226,5
Merck & Co. 216,4
Roche 211,5
Pfizer 201,0
AbbVie 128,7
AstraZeneca 124,4
Sanofi 114,4
GlaxoSmithKline 103,8
Eli Lilly 98,7
Fuentes: Beckers Hospital Review, Geneng News, The Motley Fool y Desert Hope Treatment.
Este oligopolio, que hoy agrupa a 10 firmas en Fortune 500 controla la mitad del mercado y solo en 2018 sus dividendos superaron los 750 mil millones de dólares (mdd). En 2019, la Unidad de Inteligencia de Negocios de la Secretaría de Economía estimó el valor total de su producción anual en dos billones 160 mil millones de dólares.
Sin embargo, al perder paulatinamente el control de patentes de algunos de sus principales productos, algunas firmas ganaron menos. Para sobrevivir, diversificaron sus líneas de negocios, invadieron mercados emergentes e innovaron productos. Y aunque sus beneficios para 2020 se estimaron en un billón de dólares, la emergencia generada por el Covid-19 elevó esos cálculos.
Ganancias, no salud
La mayoría de farmacéuticas, distribuidoras de drogas, aseguradoras, hospitales y equipos médicos en Fortune 500 son herederas de las que se beneficiaron de la privatización del sistema de salud en Estados Unidos (EE.UU.) en 1930. Al eliminar a su competencia e imponer su modelo de sistema sanitario se transformaron en corporaciones.
Hoy constituyen la llamada “clase corporativa” que maniobra en política. Financió las campañas presidenciales de Barack Obama y Hillary Clinton a través de la poderosa Asociación Médica de EE.UU. (AMA), que a cambio de que favorecieran sus intereses. Las Big Pharma influyen en los criterios de la AMA y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), la agencia que regula la producción y distribución de esos productos.
Además, redactan los planes médicos de hospitales privados, seguros y diseñaron la Ley de Salud Pública obamacare), explica el analista Joachim Hagopian.
Esa indebida injerencia corporativa en el sistema de salud de la superpotencia –el más costoso, disfuncional y destructivo del mundo–, está diseñada para mantener a millones de personas dependientes de drogas que enmascaran síntomas, sin curar la enfermedad, asegura Hagopian.
La pandemia por coronavirus evidenció esa fragilidad sanitaria. El 1º de abril, EE.UU. era ya el epicentro del Covid-19 porque tenía del mayor número de infecciones con más de 174 mil 467 casos y tres mil 416 defunciones. No obstante, el oligopolio está viendo la oportunidad de ganar más si desarrolla una vacuna que inmunice contra el patógeno. Esa innovación, por cierto, no llegará pronto a los miserables de Bangladesh, Sudán Sur o Yemen, ni a refugiados palestinos y sirios.
En apenas un mes, la pandemia ha causado la más rápida y dramática disrupción en la vida de los 327.2 millones de estadounidenses. Al cierre de instituciones públicas, comercios, centros de esparcimiento y escuelas, siguió el confinamiento en casa y el omnipresente miedo a contagiarse.
Como a todos los países del planeta, el virus llegó a la superpotencia sin que ésta se hubiera preparado. No hubo energía gubernamental para atenuar la infección porque el Departamento de Seguridad Interior no consideró la pandemia como tal. Al percatarse de la gravedad, Trump decidió negociar con más de 25 compañías para obtener una vacuna y ofreció mil millones de dólares a la alemana CureVac para que su producto “solo sea para EE.UU.”
China a la cabeza
En la carrera mundial de armas contra el coronavirus, el Gobierno del presidente de la República Popular de China, Xi Jinping, es pionero. El tres de abril anunció que entró en fase de pruebas clínicas el antígeno desarrollado desde el 18 de marzo, por el equipo de la Academia Militar de Ciencias Médicas que lidera la epidemióloga Chen Wei. Esta vacuna experimental recibió autorización para iniciar ensayos en humanos.
300 mil casos de Covid-19 en EE.UU., según la Universidad Johns Hopkins que hasta ahora lleva el registro mundial más confiable.
Inversionistas y socios de la biofarmacéutica, con sede en Tübingen, rechazaron la oferta. Uno de ellos, Hopp Bio Tech, declaró que si tienen éxito ayudarán a personas en todo el mundo, según Natalie Colarossi. El ministro de Economía, Peter Altmaier, puntualizó: “Alemania no está en venta” y el líder del partido liberal FDP, Christian Lindner, acusó a Trump de electorero.
México, cooptado
Esas corporaciones ven a México como mercado preferente para experimentar y consumir. Nuestro país, que el 1º de abril registró mil 94 casos y 29 decesos con dos mil 752 sospechosos, ha sido y será mercado preferente de esas corporaciones. Poco se informa que aquí realizan sus protocolos con muy baja supervisión estatal, mientras sus cabilderos deslizan sobornos para seguir en este atractivo mercado.
En 2010, por ejemplo, la Comisión Federal de Competencia (CFC) multó con 150 millones de pesos a seis farmacéuticas “por colusión entre competidores de licitaciones”. En diciembre de 2016 la farmacéutica israelí Teva admitió que una de sus subsidiarias en México, registro mundial más confiable, pagó sobornos a médicos para que recetaran su producto Copaxone. La investigación fue en EE.UU., donde la firma pagó 283 mdd por una sanción.
En 2013 el doctor Kenneth C. Shadlen definió la situación de nuestro país con relación a esas multinacionales. “Los grandes consorcios multinacionales dominan el mercado en México, eso representa una gran dependencia en precio y abastecimiento”. Y advirtió que la posibilidad de que México ingrese al mundo de las farmacéuticas globales de innovación “es mínima porque la distancia es abismal".
Sin embargo, hay pasos hacia una relativa autonomía. El estudio Hacia una política farmacéutica integral para México (Secretaría de Salud, 2005), en su capítulo Epidemiología y disponibilidad de medicamentos, propone:
Es indispensable la disposición oportuna de medicamentos eficaces. Por tanto se requiere una política farmacéutica con visión integral de gobierno y que todos los medicamentos que se usan sean seguros, eficaces, de calidad; que la población acceda a ellos y que esta situación sea constante y duradera, gracias a la innovación y competitividad de la industria farmacéutica instalada en el país.
Desarrolla anticuerpos monoclonales y tratamientos. Usa ratones genéticamente modificados con sistemas inmunes humanos en sus pruebas. Espera probar miles de dosis a fines de agosto”.
Recuadro: Interferón, la joya del arsenal
La caravana de médicos y enfermeros cubanos se dirige al aeropuerto de Madrid en ruta hacia Andorra; recibe entusiastas aplausos de los españoles que flanquean la avenida y los taxistas suenan sus bocinas en saludo agradecido. Esa brigada, una de las 14 que La Habana envió para ayudar a los países contra el Covid-19, es el rostro más esperanzador del internacionalismo cubano impulsado por Fidel Castro y opuesto al egoísta capitalismo neoliberal de las Big Pharma.
Sádicas campañas imperiales de mentira y descrédito intentan ocultar los logros de Cuba en el campo biomédico. Como la hazaña de mediados de los 80 cuando científicos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), liderados por el doctor Luis Herrera, desarrollaron el Interferón Alfa2b Humano Recombinante.
Este medicamento, de probadas propiedades antivirales, ha sido usado durante 30 años por las brigadas médicas de Cuba en todo el mundo. Es pieza clave de su arsenal y fue elegido por las autoridades en China desde el principio de la epidemia. Hoy más de 45 países lo han solicitado.
El doctor Herrrera, su creador, explica: “El interferón sigue siendo efectivo para controlar y, posteriormente, desaparecer el virus”. Ha sido usado en terapias contra hepatitis, herpes y vih/sida. Su acción “fortalece el sistema inmunológico al suplir la deficiencia del interferón del cuerpo”.
Sin embargo, la propaganda pro-imperialista desacredita el alcance humanitario de la cooperación internacional cubana. La manipulación ideológica es tal que la extitular de la Oficina Anticorrupción de Argentina en la gestión de Mauricio Macri, acusada de encubrir al mandatario, tildó de “espías” a médicos cubanos que llegaron a ayudar a sus paisanos a combatir el coronavirus.
Es paradójico que la Cuba bloqueada, amenazada y calumniada, entregue miles de dosis de ese medicamento a distintas naciones del planeta para socorrer a pacientes del nuevo coronavirus. La historia debe reconocer ese gesto.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.