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Aumentará en 2021 el colosal robo de recursos naturales
Hoy, en un mundo que avanza hacia la multipolaridad, el abasto de recursos es prioridad geopolítica de actores globales, que se acompaña con presión militar, financiera y política.
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La megaminería, el monocultivo y la privatización del agua y la biodiversidad son los recursos naturales sobre los que el capitalismo corporativo intensificará sus saqueos en la tercera década del Siglo XXI, y México está en la mira de esa codicia.

Mientras el norte se enriquece, el sur es escenario de una maquinaria de guerra que violenta y empobrece a naciones enteras. “En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades humanas, pero no lo suficiente para satisfacer la codicia y avaricia humana”, advirtió Mahatma Gandhi en su crítica al despojo imperial.

Para los geopolitólogos contemporáneos, la Guerra Fría fue una confrontación que se tradujo en la competencia por el acceso a materias primas y rutas de abastecimiento. Hoy, en un mundo que avanza hacia la multipolaridad, el abasto de recursos es prioridad geopolítica de actores globales, que se acompaña con presión militar, financiera y política.

Es por eso que los procesos de transformación científico-tecnológicos de la globalización no ofrecen paz o prosperidad a las sociedades dueñas de los bienes estratégicos, sino que explotan su escasez estructural. Así, el legado imperialista a la nueva normalidad de la era Covid-19 será la inestabilidad, la miseria y la emigración masiva en los países en proceso de desarrollo.

La nueva normalidad impondrá escenarios multicomplejos y multisectoriales que dificultarán la solución no violenta de conflictos existentes, cuya mayor parte son de alta intensidad, con altos niveles de violencia y letalidad (arriba de las mil víctimas mortales) y el desplazamiento forzoso de comunidades en esas zonas. Este año veremos más emigración.

Tres mecanismos definen la mercantilización de la naturaleza: uno, aumentando el ritmo de extracción mientras se priva a las comunidades del derecho a la autodeterminación y a la consulta previa; otro, condenando al sur a proveer de materias primas y comprar bienes manufacturados, y tres: expropiar el suelo y sus recursos con leyes locales y globales, explica el analista peruano Marco Arana. No habrá desarrollo para esas naciones.

La sustracción de recursos naturales ocasionó más del 40 por ciento de las guerras en 60 años. Las formas de apropiación, explotación, comercialización y destino de esos recursos moldean los juegos geopolíticos e impactan considerablemente el orden socioeconómico mundial.

Minería

La era Covid-19 anuncia más conflictos en zonas con grandes reservas de agua dulce, hidrocarburos y minerales estratégicos, muchos situados en zonas fronterizas. “Atrás quedarán los días donde la guerra se libre por ideologías. En su lugar, surgirá una batalla de intereses económicos con los recursos naturales de la tierra como último trofeo”, anuncia el experto en seguridad global Michael T. Klare.

Militarización por recursos

Estados Unidos (EE. UU.) participa, cada vez menos en el Producto Interno Bruto (PIB) mundial y su auge económico decayó con la crisis de 2008. Desde entonces enfrenta problemas para mantener su hegemonía mundial, sustentada en su poderío e influencia ideológica. Este declive, que coincide con el agotamiento de recursos estratégicos, llevó a Washington a convertir en asunto de seguridad nacional su abasto con políticas de militarización global.

La vía militar solo funciona con un modelo económico trasnacional, como sucede en América Latina (AL), región no prioritaria para la inversión, pero sí para el saqueo de recursos con el incremento exponencial de la presencia militar estadounidense, de sus agencias dedicadas al adoctrinamiento, al control democrático y al “fortalecimiento de capacidades civiles”.

La región posee el 24 por ciento de las reservas mundiales de petróleo, por lo que EE. UU. ansía obtener esas existencias, pues importa el 40 por ciento de Ecuador, Brasil, Trinidad y Tobago y México. Latinoamérica es, además, rica en biodiversidad, agua dulce y minerales, inexistentes en territorio estadounidense.

Para apropiarse estos recursos naturales, EE. UU. diseñó el Plan Colombia, una estrategia contra el crimen trasnacional, y situó a sus bases en un punto geoestratégico clave. No es casual que el Plan opere en el corazón de la mayor cuenca petrolera del planeta, la venezolana, y que acceda a la Amazonia, la mayor reserva vegetal y acuífera del mundo, explica el experto en geoeconomía de la Universidad de Salamanca Roberto Ryden López.

El Plan Colombia consolidó el control territorial de este Estado, que desplegó unidades militares y policiales, cuyo único logro fueron las capturas y desmovilización de grupos insurgentes y defensores de recursos naturales, afirma Diana Murcia, del colectivo de abogados José Alvear Restrepo.

Soldados

Chubut, en la Patagonia argentina, es una provincia blindada por guardias blancas de la megaminería promovidas por el gobierno de Mauricio Macri. Las amenazas y la violencia contra quienes protestan, provienen de corporaciones extractivas que deben hasta cuatro meses de salarios a empleados y jubilados.

En Catamarca, la minera Glencore contaminó todo al obtener oro y cobre, del que ni el gobierno argentino sabe cuánto extrae ni cuánto exporta, denuncian economistas y geólogos de la Universidad Nacional de Tucumán. Esa misma visión perpetúa la violencia en la región selvática de El Petén, Guatemala, una zona donde los indígenas protestan contra la corrupción gubernamental.

Tensión global

En la tercera década del Siglo XXI, las tensiones geopolíticas mundiales están al máximo nivel. “La turbulencia escala y vivimos tiempos peligrosos, esta situación no puede continuar; llamamos a ejercer la moderación y a recordar el sufrimiento que causan las guerras”, advirtió, el seis de enero de 2020, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Detrás de esos conflictos está la codicia global de las trasnacionales.

África, botín del colonialismo durante siglos, lo es hoy del saqueo corporativo. En sus 30.3 millones de kilómetros cuadrados, aloja minerales tradicionales y estratégicos, en los que las potencias se posicionan con más poder e influencia global, refiere Isabelle Rambdoo, del Foro Suizo sobre Minería Sustentable.

El subsuelo africano aloja un tercio de las reservas minerales mundiales: el 90 por ciento de platinoides, el 80 por ciento de coltán, 60 por ciento de cobalto, 70 por ciento de tántalo; 46 por ciento de reservas de diamantes; 40 por ciento de reservas de oro y uranio. África rebosa, además, en fuentes energéticas (gas, petróleo y carbón), cuencas hidrográficas, fuentes geotérmicas y abundante luz solar.

Agricultura

En contraste con estas riquezas, el continente solo dispone del 24 por ciento de tierras cultivables del mundo, aún es el más pobre, pues su población vive por debajo del umbral de la pobreza (menos de dos dólares diarios) y es escenario de crisis armadas endémicas: Angola, Burkina Faso, Níger, Camerún, la República Democrática del Congo (RDC), Sierra Leona, Etiopía, Kenya, Mozambique, Nigeria y Zimbabwe.

Desde 1990, en la cuenca del río Congo se pierde la vida por el control de diamantes, oro y coltán. Trasnacionales y facciones financian estos conflictos que se han prolongado por más de tres décadas y dejado miles de víctimas. Con hipocresía, Occidente ha impuesto controles al comercio de diamantes, estaño, tántalo y tungsteno para frenar el contrabando de esos minerales. Pero la violencia se mantiene.

Las tensiones entre los defensores de recursos y la codicia de quienes quieren obtenerlos, se observa también en las exrepúblicas soviéticas de Asia central. Kazajastán, el mayor productor mundial de uranio, confió en la modernización económica que Occidente le ofreció a cambio de este estratégico mineral.

El intercambio no fue justo y chocó con las trasnacionales que ven con interés la continua disputa territorial en la región, denuncia la analista Gemma Roquet. Observan al árido Turkmenistán y sus reservas de gas, así como a Tadjikistán, antiguo paso de la Ruta de la Seda, con vastas reservas de agua mineral.

Se le llama la “despensa natural” de minerales por sus ricos yacimientos de carbón, petróleo, gas, mercurio, molibdeno, estaño, antimonio, oro, plata, sal de mesa, fosforitas, mármol, yeso, arcilla, grava, arena, piedras preciosas y alimentos minerales. Sin embargo, vive la peor sequía en 70 años y un estancamiento económico social, advirtió Crisis Group.

Agua y tierra se convirtieron en mercancía

El ocho de diciembre, el agua comenzó a cotizar en el índice Nasdaq, en el mercado de futuros de Wall Street con el rubro NQH20. Inició con 485.53 dólares por acre-pie (la medida de volumen usual) y su precio fluctuará como el petróleo, el oro, el trigo y las materias primas de alta demanda, informó CME Group.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableció que la escasez de agua ya es realidad en todos los continentes. Más de mil 500 millones de personas viven en zonas sin este recurso y 600 millones más se aproximan a esa situación. Otros mil 600 millones sufren cotidianamente escasez del líquido por falta de infraestructura.

El estudio 2025 Water Resources Group anticipó que la demanda global de agua ya excede al suministro sostenible. Se prevé que, en ese año, habrá una demanda superior al 40 por ciento de la capacidad para suministrarla.

Por ello, Estados desarrollados y trasnacionales ven hacia las grandes reservas hídricas de América Latina, advierte la experta de la Universidad de Santo Tomás, María Fernanda Ramírez. La región posee el 26 por ciento del agua potable mundial y abastece a sus habitantes (seis por ciento de la población global), que la hace la zona con más disponibilidad del recurso en el planeta.

La mayor fuente es el transfronterizo Acuífero Guaraní, (entre Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay), que podría abastecer de agua a seis mil millones de personas durante 200 años, porque es la tercera mayor reserva del planeta.

El peligro está en que bases militares de EE. UU. ya rodean los acuíferos estratégicos del mundo y en 2025, cuando la demanda supere a la oferta, será determinante qué país tendrá el control y el poder mundial sobre este recurso. Para lograrlo, Washington no vacila en mentir.

Agua

Su División Federal de Investigación (DFI) reportó que países vecinos al acuífero “facilitan actividades de grupos terroristas islámicos” y denunció que gobiernos pactan con “entidades radicales”. Nunca se comprobó la existencia de terroristas, pero EE. UU. instaló sus bases en las zonas donde hay mayor actividad de trasnacionales.

El valor estratégico de la tierra cultivable subió y abrió una competencia global por el control de estas superficies. La apropiación de tierras se caracteriza porque los países buscan fortalecer su seguridad alimentaria ante la restricción de las exportaciones de cereales de Rusia, India y Vietnam, lo que orilló a países importadores a buscar alternativas que garanticen su abasto de alimentos.

Además, el alza de agrocombustibles y otras fuentes energéticas causó escasez de tierras cultivables para proveer alimentos. Como resultado de esto, hoy el mercado de la tierra es tan atractivo como el de las materias primas agrícolas; solo entre 2002 y 2012 se adquirieron más de 200 millones de hectáreas de tierra, equivalentes a ocho veces la extensión del Reino Unido, según el Instituto Español de Estudios Estratégicos.

Consumidores desesperados

En el comercio global de metales, China es el principal protagonista. Hoy, casi una de cada dos toneladas de los metales que se comercializan en el planeta va a ese país, cifra superior a la que adquieren los otros 20 países importadores. Esta gran demanda elevó los precios mundiales y provocó un auge de la minería, aunque el coloso no logra autoabastecerse del todo, solo en las llamadas “tierras raras”.

EE. UU. importa el 80 por ciento de esos metales raros desde China y Brasil, que cuenta con la segunda reserva mundial, escribe Tamara Lajtaman, experta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica.

Para parecer políticamente correcta, la Unión Europea (UE) aprobó, en 2017, una ley que promueve el suministro “responsable” de minerales en zonas de conflicto y que entrará en vigor este año. La larga lista de productos mineros que necesita el bloque revela su enorme dependencia de países que están bajo “complicaciones geoestratégicas”.

La Europa comunitaria depende mucho del tantalio, que se encuentra en el coltán y es un elemento escaso y fundamental para la microelectrónica, las industria aeroespacial y biomédica, pues su uso redujo entre 10 y 20 veces, el volumen y peso de los primeros teléfonos móviles.

El primer productor de tantalio es la RDC, con 20 por ciento de la producción mundial, así como del ocho por ciento del estaño y el tres por ciento del wolframio y el oro.

Pesca

Esta riqueza de más de mil 100 minerales –según el Banco Mundial (BM)– explica por qué, desde hace décadas, El Congo está sumido en la ingobernabilidad y la guerra de facciones. De ahí que el reciente informe de la UE advierta que en los países productores aumentará el nivel de crisis y “puede afectar al núcleo industrial” del bloque.

Saqueo de pesquerías

México, como Somalia, Ecuador y países ribereños del océano Atlántico ricos en recursos pesqueros, es víctima del saqueo de trasnacionales de España, Canadá y Taiwán, que ocasionan pérdidas por miles de millones de dólares (mdd). El saqueo de pesquerías es una actividad del crimen organizado trasnacional que lidera flotas pesqueras y no es perseguido ni castigado suficientemente.

Estas operaciones clandestinas son muy sofisticadas, pues las corporaciones diseñan complejas operaciones con alto grado de coordinación para robar y traficar productos marinos en zonas clave del planeta. El saqueo prosperó con la corrupción gubernamental de algunos Estados, que otorgan licencias de pesca a corporaciones extranjeras que disfrazan su identidad real.

Cada año, las multinacionales destinan unos 22 mil mdd para subsidiar la sobrepesca, con la que se agotan los recursos del océano y exponen al hambre y al desempleo a gran parte de la humanidad. El reportero Gwynn Guilford estimó que la pesca ilegal deja ganancias de entre 10 y 23.5 mil mdd al año. Según el Banco Mundial la sobreexplotación genera 50 mil mdd anuales.

La presión de los Estados ribereños logró que, en octubre de 2018, se firmara la Declaración de Copenhague contra el Crimen Trasnacional y Robo Industrial de Pesquerías. Solo en Somalia, el robo y contrabando de pesquerías por navíos españoles y estadounidenses la han privado de 400 mdd. Esa pesca ilegal amenaza la seguridad alimentaria de millones de habitantes de zonas pesqueras y acuícolas. Según la ONU, más de un tercio de las poblaciones de peces en el mundo han sido sobreexplotadas.

El pasado siete de diciembre, México se adhirió a la Iniciativa Global contra Redes de Pesca Fantasma (GGGI), medida cuyo objetivo es mejorar la situación de los ecosistemas marinos, proteger a la fauna del daño generado por esas redes clandestinas, además de contribuir a mejorar la salud y medios de vida de las comunidades vecinas.

La organización Oceana reveló que naves de bandera extranjera violan el espacio marino mexicano y pescan, de forma ilegal, en la Reserva de la Biósfera El Vizcaíno. Solo entre enero de 2015 y octubre de 2020, unas 43 embarcaciones con bandera de EE. UU., Japón, Canadá, Islas Vírgenes Británicas y China faenaron el 46 por ciento de zonas protegidas en nuestro país.


Escrito por Nydia Egremy .

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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