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Amazon y Marx
Marx descubrió que en la explotación capitalista, el trabajador reúne dos condiciones que hacen posible aquélla: no puede estar sujeto a cualquier tipo de sojuzgamiento y tampoco puede elegir libremente con quién trabajar a cambio de un salario.
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El padre de la riqueza es el trabajo y la naturaleza la madre, decía William Petty, uno de los padres de la economía política clásica. En El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, Federico Engels afirma que nada de lo que disfrutamos como mercancías es concebible sin la intervención directa o indirecta de los seres humanos. Uno de los mayores descubrimientos de Carlos Marx, que a la fecha tiene vueltos de cabeza a los economistas modernos y a los capitalistas –quienes han procurado enterrarlo en la conjura del silencio– fue la teoría del valor que, basada en el análisis dialéctico de la realidad, reveló el carácter explotador de una economía que, contradictoriamente, asegura realizarse en “libertad”.

Marx descubrió que en la explotación capitalista, el trabajador reúne dos condiciones que hacen posible aquélla: que no puede estar sujeto a cualquier tipo de sojuzgamiento y que, al no disponer de medios de producción o sustento propio, puede elegir libremente con quién trabajar a cambio de un salario. Es aquí cuando surge la primera contradicción: el trabajador debe ser libre para ser explotado. Esta doble libertad lo convierte en esclavo de la clase capitalista; pues aunque elige a su explotador, al final cae en manos de otro de la misma especie. La única gracia que le queda es la de elegir a su verdugo.

Un segundo descubrimiento fundamental de Marx fue la distinción entre la fuerza de trabajo y el trabajo, pues los economistas clásicos la intuyeron, pero no la precisaron y, por esta falta de distinción, cometieron errores garrafales en sus análisis. ¿En qué consiste la diferencia? En que al trabajador no se le paga por lo que trabaja, sino por su capacidad de trabajo. Esto se demuestra fácilmente: cuando un obrero y un patrón pactan un salario, no está en venta el trabajo en sí –el cual hasta entonces no se ha ejecutado– sino la fuerza de trabajo, es decir, la capacidad del obrero para trabajar por determinado tiempo, que está delimitado a ocho horas en las sociedades modernas, entre las cuales México se incluye, porque aquí las jornadas laborales son hasta de 10 y 12 horas.

Marx descubrió también que la fuerza de trabajo, como mercancía, tiene lo mismo que toda mercancía: un doble valor: el de uso y el de fuerza de trabajo. El valor de uso de la fuerza de trabajo se despliega al poner a trabajar al obrero y el valor de la fuerza de trabajo lo estima Marx en función del costo que representa reponer las energías del trabajador durante un periodo de tiempo para que a la jornada siguiente disponga de las energías indispensables para seguir; y para reproducirse biológicamente y que sus descendientes lo sustituyan en los lugares que les ha asignado el sistema capitalista. La llamada “canasta básica”, de la que se habla en México, está pensada precisamente en los términos arriba expuestos, es decir, con la cantidad y calidad mínima necesaria para que los trabajadores de salario mínimo repongan energías y perduren como clase.

El gran filósofo y economista alemán descubrió, además, que una vez que se usa la fuerza de trabajo y el obrero se dispone a trabajar, crea más valor de lo que cuesta su fuerza de trabajo. Es decir, el trabajador produce más valor de lo que recibe, pese a que en el contrato generalmente acuerdan pagarle no por lo que produce, sino por su capacidad para trabajar. Al trabajo no remunerado se le conoce como plusvalor o plusvalía que, traducida en dinero, se convierte en la ganancia.

En los primeros capítulos de su obra cumbre, El Capital, Carlos Marx partió del supuesto de que a tiempos iguales valores iguales; es decir que, en una hora de trabajo, se aporta una hora de valor. Sin embargo, en el capítulo de La Maquinaria, el número 13, Marx aclara que la cosa cambia, es decir que en una hora puede producirse más valor que antes gracias a la intensificación del trabajo al que la maquinaria somete al obrero. Hoy, el obrero en una hora se desgasta muchísimo más, pues si antes daba 100 martillazos por hora; actualmente, debido al ritmo de la maquinaria, tiene que dar 200 o quizás 500. O sea que la máquina, que es una herramienta y debería facilitar las labores del obrero, hoy obliga a éste a trabajar más y a ampliar las ganancias del capitalista.

La plusvalía (en monetario, la ganancia), es distribuida por el capitalista productor de mercancías entre los capitalistas que se encargan de distribuirlas; ya que la ganancia es el resultado de la venta de ésta.

Es así como en el pasado reciente, y en menos de una década, se ha desarrollado exponencialmente el mercado de las entregas a domicilio, basadas en las transacciones electrónicas, con tarjeta o depósitos en efectivo. Esta modalidad comercial ha intensificado también el trabajo de los obreros de esa industria y los ingresos de los capitalistas que dominan las áreas del intercambio, quienes solo pueden ocuparse de la utilidad más inmediata. Más aún, “incluso esta misma utilidad –por cuanto se trata de la utilidad de la mercancía producida o cambiada– pasa por completo a segundo plano, apareciendo, como único incentivo, la ganancia obtenida en la venta”: Engels.

Al ser la ganancia lo inmediatamente importante, las consecuencias sociales y naturales no están en las cuentas de los capitalistas. Así se explica la reciente polémica de la empresa de entregas Amazon en la que “para cumplir las metas”, sus trabajadores de transporte debían orinar en botellas de plástico a fin de no interrumpir sus labores, hecho que dicha empresa desmintió en una primera instancia, pero después aceptó implícitamente cuando “se disculpó con un político estadounidense por negar falsamente que los conductores en ocasiones se hubieran visto obligados a recurrir a esta práctica”, según la BBC Noticias.

Este hecho me recordó la visionaria película Tiempos modernos, de Charles Chaplin, en la que un obrero es sometido a brutales jornadas de trabajo y a una extrema vigilancia que incluía un monitor en el baño para que los trabajadores no perdieran un minuto de sus faenas. Eso es lo que hoy pasa con Amazon y concede la razón a Marx; pues el afán de lucro empuja al capitalista a intensificar el trabajo de los obreros sin considerar su degradación, ni el terrible golpe que da al medio ambiente. También sigue vigente la tesis de Marx en torno a que la liberación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma. Invitamos a los obreros de México a sumarse al Movimiento Antorchista Nacional (MAN) para conformar esa fuerza liberadora que necesita nuestro país. 


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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