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JOSÉ ASUNCIÓN SILVA
Muchos de los seres más cercanos a él fallecieron de formas horribles cuando José era todavía un niño, y esta serie de sucesos funestos ciertamente lo marcaron.
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Fue uno de los primeros poetas en impulsar el Modernismo. Nació en Bogotá, Colombia, el 27 de noviembre de 1865 y se quitó la vida 30 años más tarde. Se crió en el seno de una familia aristocrática y su padre era considerado un talentoso escritor; esto le proporcionó acceso a infinidad de libros y le abrió las puertas al mundo de las letras desde muy pequeño. Su formación académica también fue privilegiada, aunque dadas las enseñanzas que recibía en su casa, colmadas de imposiciones relacionadas con la elegancia y las buenas costumbres, su personalidad se caracterizó por la introversión y se dice que prefería la lectura al contacto con otros estudiantes.

Muchos de los seres más cercanos a él fallecieron de formas horribles cuando José era todavía un niño, y esta serie de sucesos funestos ciertamente lo marcaron. Por otro lado, debió encargarse del negocio familiar siendo muy joven, lo cual tuvo como repercusión positiva el crecimiento que le aportaron los viajes al extranjero, en especial a Francia. Una porción considerable de su obra se perdió en el mar, pero ha trascendido un centenar y medio de poesías, tales como Las voces silenciosas y Enfermedades de la niñez, y su novela De sobremesa, entre otros escritos dispersos. 

UN POEMA

Soñaba en ese entonces en forjar un poema,

de arte nervioso y nuevo, obra audaz y suprema.

Escogí entre un asunto grotesco y otro trágico,

llamé a todos los ritmos con un conjuro mágico

y los ritmos indóciles vinieron acercándose,

juntándose en las sombras, huyéndose y buscándose,

ritmos sonoros, ritmos potentes, ritmos graves,

unos cual choques de armas, otros cual cantos de aves,

de oriente hasta occidente, desde el sur hasta el norte

de metros y de formas se presentó la corte.

Tascando frenos áureos bajo las riendas frágiles

cruzaron los tercetos, como corceles ágiles;

abriéndose ancho paso por entre aquella grey

vestido de oro y púrpura llegó el soneto rey,

y allí cantaron todos… Entre la algarabía

 me fascinó el espíritu, por su coquetería,

alguna estrofa aguda que excitó mi deseo,

con el retintín claro de su campanilleo.

Y la escogí entre todas… por regalo nupcial

le di unas rimas ricas, de plata y de cristal.

En ella conté un cuento, que huyendo lo servil

tomó un carácter trágico, fantástico y sutil:

era la historia triste, desprestigiada y cierta

de una mujer hermosa, idolatrada y muerta;

y para que sintieran la amargura, exprofeso

junté sílabas dulces como el sabor de un beso;

bordé las frases de oro, les di música extraña

como de mandolinas que un laúd acompaña;

dejé en una luz vaga las hondas lejanías

llenas de nieblas húmedas y de melancolías;

y por el fondo oscuro, como en mundana fiesta,

 cruzan ágiles máscaras al compás de la orquesta,

envueltas en palabras que ocultan como un velo,

y con caretas negras de raso y terciopelo,

cruzar hice en el fondo las vagas sugestiones

de sentimientos místicos y humanas tentaciones…

Complacido en mis versos, con orgullo de artista,

les di olor de heliotropos y color de amatista…

Le mostré mi poema a un crítico estupendo…

y lo leyó seis veces y me dijo… ¡No entiendo!

 

Convenio

¿Vas a cantar tristezas? dijo la Musa,

entonces yo me vuelvo para allá arriba,

descansar quiero ahora de tantas lágrimas;

hoy he llorado tanto que estoy rendida.

Iré contigo un rato, pero si quieres

que nos vayamos solos a la campiña

a mirar los espacios por entre ramas

y a oír qué cosas nuevas cantan las brisas.

Me hablan tanto de penas y de cipreses

que se han ido muy lejos mis alegrías,

quiero coger miosotys en las riberas:

si me das mariposas te daré rimas.

Forjaremos estrofas cuando la tarde

llene el valle de vagas melancolías;

yo sé de varios sitios llenos de helechos

y de musgos verdosos donde hay poesía;

pero tú me prometes no conversarme

de horrores y de dudas, de rotas liras,

de tristezas sin causa y de cansancios

y de odio a la existencia y hojas marchitas…

Sí, vámonos al campo, donde la savia,

como el poder de un beso, bulle y palpita;

a buscar nidos llenos en los zarzales:

¡si me das mariposas te daré rimas!

Lázaro

¡Ven, Lázaro! –gritóle

el Salvador, y del sepulcro negro

el cadáver alzóse entre el sudario,

ensayó caminar, a pasos trémulos,

olió, palpó, miró, sintió, dio un grito

y lloró de contento.

Cuatro lunas más tarde, entre las sombras

del crepúsculo oscuro, en el silencio

del lugar y la hora, entre las tumbas

de antiguo cementerio

Lázaro estaba, sollozando a solas

y envidiando a los muertos.

Idilio

Ella lo idolatró y él la adoraba…

¿Se casaron al fin?

—No, señor, ella se casó con otro.

—¿Y murió de sufrir?

—No, señor, de un aborto

 —¿Y él, el pobre, puso a su vida fin?

—No, señor, se casó seis meses antes

del matrimonio de ella, y es feliz.

Avant-propos

Prescriben los facultativos

cuando el estómago se estraga,

al paciente, pobre dispéptico,

dieta sin grasas.

Le prohíben las cosas dulces,

le aconsejan la carne asada

y le hacen tomar como tónico

gotas amargas.

Pobre estómago literario

que lo trivial fatiga y cansa,

no sigas leyendo poemas

llenos de lágrimas.

Deja las comidas que llenan,

historias, leyendas y dramas

y todas las sensiblerías

semirománticas.

Y para completar el régimen

que fortifica y que levanta,

ensaya una dosis de estas

gotas amargas.

Resurrexit

Para qué arrepentirnos, si es bastante

a purgar nuestro mísero pecado

el doliente recuerdo de un pasado

cada vez más cercano y más distante;

si no hemos de encontrar más adelante

todo lo que nos hubo conturbado,

ni las bocas que ya nos han besado

ni el loco amor ni la caricia amante,

ríe y no te arrepientas, que mañana

nuestras dos almas solas irán juntas

a explorar los misterios del Nirvana…

Mientras que Magdalena, la divina,

entre el coro de vírgenes difuntas

hace un triste papel de celestina


Escrito por Redacción


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