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Historias en común desde América Latina
os estudios referentes a caracterizar lo que se constituyó y desarrolló en América Latina después de las independencias nacionales coinciden en denominar al periodo como “Estados oligárquicos”.
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A la memoria de mi padre,

Carlos Noé Sánchez Rodríguez

Todas las teorías son hijas de su tiempo y espacio, las teorías sociales de su tiempo-espacio político y social. Los estudios referentes a caracterizar lo que se constituyó y desarrolló en América Latina después de las independencias nacionales coinciden en denominar al periodo como “Estados oligárquicos”. Dicha conceptualización cumple la función de organizar la información del objeto de estudio, de un espacio en el que se originaron y se desarrollaron procesos comunes.

Este espacio común del que emergieron las naciones independientes americanas fue el legado colonial español, ciertamente con diferencias relacionadas con las condiciones de cada región del continente americano. Un elemento compartido y fundamental fue la hacienda como unidad productiva de productos agrícolas y ganaderos. Ésta fue al mismo tiempo una forma de propiedad de la tierra que se constituyó como la base material del poder político de las élites que lo ejercieron como clase social de manera casi absoluta. 

La consolidación de poder de una facción compone la formación histórica de los países. Ésta transitó de una lucha interoligárquica a una intraoligárquica. El caso mexicano fue el del mal logrado proceso de formación de un Estado nacional durante la mayor parte del Siglo XIX hasta la llegada de Porfirio Díaz a la Presidencia de la República. El poder entonces se ejerció por grupos unidos por el apellido, el linaje o la tradición; se establecieron redes familiares a partir de alianzas comerciales, vecindad geográfica y procedencia étnica.

Una vez consolidado el poder central, éste necesitó de poderes locales que se compusieron por redes clientelares reforzadas por relaciones de compadrazgo y que se articularon mediante intercambios asimétricos con el poder central de beneficios políticos por beneficios privados. Esta red de dominación requirió la violencia física, la violencia simbólica o el aislamiento geográfico. Este sometimiento a partir de un poder centralizado sólo varió en el nombre con el que se le conoce en cada país: caciquismo en México, gamonalismo en Perú o huasipungo en Ecuador.

Aunque formalmente se instituyeron los derechos políticos de la población como el derecho al voto y la formación de partidos políticos, éstos se restringieron a círculos corporativos exclusivos como las cámaras de comercio, las asociaciones rurales, industriales o mineras.

Este desarrollo interno de las naciones de América Latina ocurrió a la par del ciclo expansivo del capital global. Después del ciclo napoleónico en 1815, los países desarrollados se habían fortalecido económicamente al interior, habilitando así el despegue del mercado mundial de 1840 a 1873. Fue la época de los tratados comerciales desiguales acompañada de la revolución tecnológica en el transporte y comunicaciones. Algunos estudiosos han observado la concentración de poder en América Latina como elemento necesario para el ciclo expansivo del capital. Octavio Ianni sintetizó al poder oligárquico como una forma particular del Estado capitalista que combinó elementos patrimoniales con la racionalidad capitalista. Para lo que internamente era una relación de dominio de una clase, para el ámbito internacional éstas fueron dominantes dependientes.

Esta breve descripción del nacimiento y formación del poder oligárquico me permite distinguir lo siguiente: las naciones americanas independientes de España se insertan en el sistema mundo en condiciones de atraso y, por tanto, de subordinación. Segundo, el Estado condensa un tipo especial de poder, el político, que se constituye a partir de las relaciones económicas que se establecen entre las clases sociales, en tanto capacidad de algunas para llevar adelante sus proyectos e intereses en desmedro de los intereses de otras clases. El Estado es esencialmente dominio de clase.

El dominio de clase no se restringe ya a los campos de trabajo, las grandes haciendas; ahora las mayorías sufren permanentemente la incertidumbre de conseguir un empleo que les permita tener medios para vivir. Para acabar con ese sufrimiento hay que pelear el poder político; derribar la ignorancia y los muros ideológicos que impiden la formación del partido de los trabajadores. Esto sólo será posible con la suma de un ejército de voluntades bajo una sola fuerza y en una sola dirección.


Escrito por Eneas Sánchez

columnista


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