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Bajo el signo de la corrupción
Al comenzar su etapa morenista, la vieja enemiga hizo acto de presencia, insuflándose en partidarios, simpatizantes y familiares, que dejaron a AMLO y su partido en entredicho. Alguien que se había proclamado incorruptible fue exhibido como corrupto.
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La relación del partido gobernante, Morena, con la corrupción no comenzó cuando Emilio Lozoya hizo entrega de los videos en que se aprecia a conocidos funcionarios del sexenio pasado recibiendo verdaderas fortunas en efectivo como sobornos; tampoco empezó con la respuesta inmediata de otro sector de la clase política mexicana, que hizo circular dos grabaciones en las que el hermano del Presidente recibe dinero de manos de particulares para financiar la última campaña presidencial; todo esto no es más que el episodio más reciente de esta vieja historia.

Este capítulo parece anunciar el inicio de una guerra mediática entre Morena y sus adversarios y es la forma que actualmente adopta la relación de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con la corrupción; vínculo que ya existía desde el momento en que él eligió como principal bandera el combate a la corrupción y prometió, de llegar a la Presidencia, erradicarla del gobierno. La eligió como contrincante para enfrentarse a ella en singular combate y lucirse ante el pueblo mexicano si éste lo favorecía con su voto. La apuesta quedó casada; AMLO obtuvo la mayoría de votos, llegó a la meta largamente anhelada y la batalla comenzó. La vieja relación asumió otra forma: la corrupción quedó representada por los partidos y gobernantes de sexenios anteriores, que simbolizaban el monstruo contra el que había de combatir el valiente paladín.

Pero la relación es todavía más antigua; ya en sus dos campañas presidenciales anteriores el estandarte de la lucha contra la corrupción le había servido mucho para canalizar el hartazgo social. Sin embargo, durante su mandato como Jefe de Gobierno del Distrito Federal, su enemigo adoptó la forma de colaboradores muy cercanos a él, operadores de su gobierno; la relación con su aterrador enemigo es, entonces, más vieja que Morena, partido del que AMLO es uno de los principales fundadores.

Al comenzar su etapa morenista, la vieja enemiga hizo acto de presencia, insuflándose en partidarios, simpatizantes y familiares, que dejaron a AMLO y su partido en entredicho. Alguien que se había proclamado incorruptible fue exhibido como corrupto. Como vemos, el Presidente no ha sido solo perseguidor de la corrupción e incansable luchador por erradicarla; también le ha tocado ser perseguido por ella y convertirse en lo que juró combatir.

El Presidente no solo ha rechazado todas las imputaciones, minimizando los montos recibidos y afirmado públicamente su disposición a que se investigue a los responsables de estos actos, en los que aparecen personas ligadas a él por una larga trayectoria política e incluso por lazos consanguíneos. El juicio, a dirimirse exclusivamente en la prensa (pues los involucrados difícilmente comparecerán ante los tribunales competentes) no concluye aún, y parece anunciar una cadena de escándalos mediáticos para exhibir su corrupción. La estrecha relación de AMLO y de su partido con esa tenaz e inseparable antípoda se mantiene; y la corrupción ya no podrá alejarse de quien la convirtió en su antagonista permanente y está condenado a vivir bajo su signo.


Escrito por Redacción


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