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¿A dónde vamos? México y su política exterior
México no es un país que tome decisiones libre y soberanamente en el plano internacional.
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México no es un país que tome decisiones libre y soberanamente en el plano internacional. En 1848, Estados Unidos arrebató a México más de la mitad del territorio nacional y desde entonces México quedó supeditado a sus intereses. En los siguientes años el poder estadounidense aumentó, reforzando la dominación que hasta la fecha tiene sobre México. Antes de tomar cualquier decisión en el plano internacional, México siempre considera cómo puede verse afectada su relación con EE. UU.. Ésta es la relación más importante para México, todas las demás están subordinadas a ella.

¿Dónde hubo discrepancias respecto a EE. UU. en la política exterior de Andrés Manuel López Obrador (AMLO)? En las relaciones con América Latina. Políticamente, el presidente mexicano se distanció de las condenas enunciadas en Washington contra la Cuba de Miguel Díaz Canel, la Venezuela de Nicolás Maduro, la Nicaragua de Daniel Ortega, la Bolivia de Evo Morales y el Perú de Pedro Castillo. Además, en 2019 intervino en Bolivia para rescatar a Evo Morales de un posible asesinato, y en 2024 intervino en Ecuador para dar refugio a Jorge Glas, compañero de batalla de Rafael Correa y perseguido político por el gobierno de Daniel Noboa. En casos como el de Cuba, el apoyo al país no fue sólo político, sino también incluyó acuerdos para proveer petróleo a La Isla, contratar médicos cubanos, entre otros, además de exigir el fin del bloqueo económico impuesto por EE. UU. en 1960. En más de una ocasión, el Presidente condenó la aplicación de la Doctrina Monroe por EE. UU. y demandó su fin.

AMLO no es el primer presidente mexicano que mantiene hacia América Latina una política opuesta a la de Washington. Dos ejemplos. En 1962, presionados por EE. UU., todos los países del continente rompieron relaciones diplomáticas con Cuba, menos el presidente Adolfo López Mateos. Tampoco los siguientes presidentes lo hicieron: Díaz Ordaz, Echeverría, etc. En 1973, el presidente chileno Salvador Allende fue víctima de un golpe de Estado organizado por EE. UU. y ejecutado por Augusto Pinochet. El presidente Luis Echeverría rompió relaciones diplomáticas con Chile y dio asilo en México a Hortensia Bussi, viuda del derrocado presidente.

¿En qué más discrepó el gobierno de AMLO respecto a Washington? En el caso de Rusia. En 2022, México condenó la actuación de Rusia en Ucrania en la Asamblea General de las Naciones Unidas; sin embargo, nunca impuso sanciones económicas al país ni replicó la campaña rusófoba que se instaló en los países de la OTAN. En la Ciudad de México incluso podían verse carteles promocionando a RT, famosa televisora estatal rusa.

Derrotar a Rusia forma parte de los intereses fundamentales de EE. UU.. ¿Por qué permite que México discrepe de su posición? Dos razones. Primero, porque el poder de EE. UU. sobre el mundo, y sobre México, ya no es el mismo que tenía hace 20 años. Ahora le cuesta más trabajo hacer que los países sigan sus órdenes y a veces le resulta imposible. En el caso de Rusia, por ejemplo, la mayoría de los países del mundo no impuso sanciones, incluidos gigantes geopolíticos como China, India y Brasil. México aprovechó esa debilidad estadounidense. La segunda razón es que México no tiene grandes lazos económicos con Rusia, por lo cual, su respaldo a la política de sanciones es perfectamente prescindible para lograr el objetivo planeado, consistente en asfixiar a la economía rusa. A pesar de todo, AMLO no fue más allá por temor a una reacción de Washington. Nunca defendió públicamente la actuación de Rusia ni se opuso a la intervención de EE. UU. en la crisis ucraniana. Esto contrasta con sus posicionamientos públicos respecto a América Latina.

En el plano internacional, el interés fundamental más importante de EE. UU. es China. La estrategia de seguridad nacional de EE. UU. señala que China es el único país que puede competir integralmente, es decir, económica, tecnológica y militarmente, con los estadounidenses. ¿Cuál fue la política de AMLO hacia China? Se alineó totalmente con EE. UU.. En 2021, reunidos los jefes de Estado latinoamericanos en Chapultepec, AMLO señaló que el crecimiento económico de China era un peligro y que era necesario frenarlo; propuso crear un bloque económico de todo el continente americano, mismo que sería encabezado por EE. UU.. Reunido con Biden y Trudeau volvió a expresar esa posición, sosteniendo que era necesario fortalecer económicamente a América del Norte ante la amenaza de China.

Por otro lado, es cierto que en el gobierno de AMLO las inversiones de China en México aumentaron, así como el comercio bilateral. Pero esto no fue por la política del gobierno mexicano, sino a costa de ella. Empresas chinas participaron en el Tren Maya, en la modernización del metro de la Ciudad de México, en el tren ligero de Monterrey y en el tren ligero de Guadalajara, entre otros proyectos de infraestructura. La razón: las empresas chinas son campeonas a nivel mundial en construcción de infraestructura, tanto por la calidad de sus obras como por sus bajos precios. El gobierno de México y los gobiernos locales contratan a empresas chinas simplemente porque contratar a otras empresas es más caro y menos confiable. La inversión también creció por el nearshoring. Como ahora es más difícil que los productos chinos se vendan en EE. UU., por las sanciones de Trump y Biden contra China, entonces las empresas chinas están instalando fábricas en México para hacer sus productos y desde aquí mandarlos a EE. UU., aprovechando el TMEC. ¿Y el comercio por qué creció? Es una tendencia que antecede al gobierno de AMLO y que continuó su alza. 

En la política exterior de AMLO, pues, encontramos tanto discrepancias como coincidencias respecto a EE. UU.. ¿Pero cuál de los dos opuestos tiene más fuerza, cuál marca la tendencia? En lo fundamental, la política exterior de AMLO coincidió plenamente con la de EE. UU.. ¿Por qué? Porque México depende de Washington. Desde que firmó el TLCAN, en 1994, el país se ató a la economía estadounidense como un carro que se ata a una locomotora y espera ser remolcado por ésta. El TMEC (2020) no cambió los principios de esa relación, sólo los actualizó, prohibiendo, por ejemplo, que México firme un tratado de libre comercio con China. México tiene puestas sus esperanzas en que la economía de EE. UU. crezca mucho para que la de México crezca mediocremente, porque si la de EE. UU. crece poco, la de México no crece nada, y si la de EE. UU. no crece, la de México decrece. La apuesta de México de desarrollarse como un apéndice de EE. UU. condiciona toda la política exterior mexicana.

El mundo está viviendo cambios no vistos en cien años, como dice Xi Jinping. El mundo se está reacomodando y las viejas “relaciones naturales”, como la de EE. UU. y México, están dejando de serlo. En esta coyuntura, México debe buscar una nueva ruta de desarrollo, pues la que ha seguido desde la década de 1980, bajo el paradigma neoliberal y el alineamiento fundamental con EE. UU., ha sido más bien una ruta de subdesarrollo. Económicamente, no ha habido una exitosa producción de riqueza: hasta 1981, la economía mexicana creció anualmente 6.2 por ciento, y desde 1981 ha crecido 1.9 por ciento al año. Socialmente, todos los problemas fundamentales del país siguen vigentes, añadiéndose ahora el gravísimo problema de la inseguridad.

México debe repensar su estrategia de desarrollo, así como su política exterior. China representa una gran oportunidad que los países débiles y sometidos del mundo podemos aprovechar. Sin embargo, como nos enseña la dialéctica, el motor del movimiento se encuentra siempre dentro de los propios fenómenos, mientras que el exterior del fenómeno provee de las condiciones para que ese movimiento pueda realizarse o no. El cambio de nuestra ruta de desarrollo no depende ni de EE. UU. ni de China sino, fundamentalmente, de nosotros. Necesitamos un gobierno que apueste por cambiar radicalmente la ruta de desarrollo. Si el gobierno de Sheinbaum es la continuación de lo que hubo antes, está claro que el cambio que necesitamos no ocurrirá en este sexenio. Ese cambio no “ocurrirá” nunca si nosotros no lo “ocurrimos”. Nos toca luchar para que eso ocurra, para que México tenga el gobierno científico y popular que necesita. Éste es nuestro objetivo. 

 


Escrito por Carlos Ehécatl

COLUMNISTA


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