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En México, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hay, más o menos, 38.4 por ciento de la población sin una vivienda adecuada. Es decir, personas que no tienen dónde vivir, o que habitan en condiciones de hacinamiento, sin materiales duraderos y/o que carecen de servicios mejorados de agua y saneamiento. A partir de la década de los ochenta, con el neoliberalismo, el problema de la vivienda en México se dejó en manos del mercado, o sea, no se construye con el objetivo de proporcionar casa-habitación a los que no tienen, sino poner inmuebles a la venta para quien pueda comprarlos. Lo anterior causa que la mayor parte de la población, la de menores ingresos, no tenga acceso a ningún financiamiento que le permita adquirir una vivienda, lo que propicia que solo un sector minoritario participe en este sector.
Ante el problema que ocasiona el mercado, las políticas del gobierno para la vivienda, consistentes en subsidios y transferencias, están orientadas a la población que tiene un trabajo formal, que es derechohabiente. Sin embargo, en México, el 55 por ciento de la población trabajadora no es formal, por tanto no cuenta con la ayuda de los institutos estatales de vivienda para algún financiamiento, por lo que está excluida de las políticas gubernamentales.
Este año que termina (2019), el problema de la vivienda se acentuó todavía más, incluso para los derechohabientes. El gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T) eliminó los subsidios establecido a la vivienda para que fueran más asequibles, por lo que afectó su adquisición para las familias de menores ingresos. El Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda (Infonavit), la hipotecaria nacional, reportó que para este año hubo una disminución del 33 por ciento en los créditos para la vivienda; por lo que las desarrolladoras de vivienda (ARA, CADU y JAVER) en el país afirmaron que la disminución de créditos afectó principalmente a la vivienda del segmento de familias con menores ingresos, pues la disminución se concentró en la vivienda de desarrollo.
El déficit de la vivienda en México corresponde a 9.4 millones de acciones habitacionales a lo largo y ancho del país, según la Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu). La propuesta del Gobierno Federal fue activar el Programa Nacional de Vivienda (PNV), difundido el seis de diciembre. Tal política tiene como meta que los grupos más vulnerables accedan a la vivienda, en particular la población que no tiene oportunidad de aprovechar las ayudas financieras por tener empleo precario, cíclico o informal.
Sin embargo, uno de tantos recortes que caracterizan al Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2020, aprobado por el Congreso de la Unión el 22 de noviembre, incluye el subsidio a la vivienda. En 2019 se designó al programa de Vivienda Social mil 700 millones de pesos y, para 2020, disminuyó a mil 400 millones de pesos. Es decir, a una cifra que ya era insuficiente para tratar el problema de la vivienda, se le disminuyeron 300 millones de pesos.
Este nuevo programa, que expresa tener buenos objetivos en papel, no concuerda con lo destinado por el PEF 2020. Las metas son muy ambiciosas y lo que se le destina cada año es menor. El gobierno de la 4T no considera el problema, en el fondo se mercantiliza un derecho fundamental para los mexicanos. Con la eliminación de los subsidios a los créditos de la vivienda y con la disminución de lo destinado al PNV, se expone al mercado inmobiliario la necesidad de una vivienda digna para millones de familias.
Las áreas municipales y estatales más afectadas serán la seguridad pública e infraestructura. En el caso de las obras públicas, la reducción en 2021 será del 41.8 por ciento.
La centralización del poder practicada por el Presidente de la República atropella y coarta los derechos de los mexicanos más pobres; incluso, lo más lamentable, la aplican también algunas autoridades estatales y municipales.
Coordinadores parlamentarios consideraron insuficientes las medidas anunciadas por el Gobierno de México para atender el coronavirus.
Regalar dinero en programas sociales que no llegan a ningún propósito productivo del país, no es bienestar porque el dinero se acaba.
El PEF2021 es clientelar, para comprar el voto de los más humildes y concluir sus obras emblemáticas de dudosa viabilidad económica, denunció Córdova Morán.
Y si el gobernante se resistiera a abandonar el poder, el pueblo simplemente tendrá que buscar otra opción para hacerse escuchar para que se hagan valer sus derechos.
Me atrevo a pensar, no estarían en contra de que alguien se reeligiera en algún puesto, siempre y cuando los gobernantes fueran buenos y hubieran trabajado en favor del pueblo.
El Presidente no puede atenerse únicamente a los discursos morales, debe combatir la pobreza en serio; debe abatir la marginación de fondo y no con programas asistenciales que apuntan al cálculo electoral y a los dobles juegos políticos.
Los recursos económicos de esos fondos, establece un documento emitido por el Instituto, son usados para prevenir y mitigar daños, además de atender a la población en caso de desastres.
En ambos países se despliega actualmente una campaña electoral. Trump y su partido tratan de obtener la reelección; AMLO y Morena luchan por conservar su amplia mayoría en el Congreso de la Unión y repetir su triunfo en 2024.
Solicitó al gobierno de Estados Unidos una revisión a la situación patrimonial de Cuauhtémoc Blanco y colaboradores.
“Los productores de plátano calculan que el 50 por ciento de sus plantaciones fueron afectadas".
Rechazaron el aumento salarial de 10 por ciento al magisterio anunciado este 15 de mayo por AMLO.
El Día Mundial de la Alimentación se conmemora cada 16 de octubre desde 1979, es promovido por la FAO.
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Escrito por Samira Margarita Sánchez
Columnista