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En este sexenio ha aumentado el salario mínimo, pero, más allá de la ganancia política que reditúa, deben revelarse sus verdaderas causas y dimensionarse su real alcance económico. Desde los años ochenta, la política neoliberal impuso un régimen salarial regresivo, para competir por inversión extranjera, a costa del bienestar social: desde 2000 hasta 2016, el aumento anual del minisalario representó 2.20 pesos diarios (CIDE). Pero desde 2018, la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) estableció incrementos nominales mayores. Para este año el mínimo diario es de 249 pesos, salvo en la franja fronteriza, un incremento de 20 por ciento. En 2019, el salario fue de 102 pesos (14 más por día). Ello representa un progreso respecto a la situación previa. Sin embargo, vistas las cosas con cuidado, su efecto en bienestar social no es significativo.
En principio, no todos los asalariados se benefician; por ejemplo, los ocupados en el sector informal: sólo a quienes laboran en el sector formal y están inscritos al Seguro Social. La Población Económicamente Activa es de 60.6 millones de personas, de las que 59.8 millones están ocupadas, y en la informalidad laboran 32 millones, 54 por ciento de los ocupados (Inegi). Obviamente, tampoco a los 1.6 millones de desocupados, ni a una gran parte de los 4.2 millones de subocupados (cifras del Inegi), personas ocupadas que trabajan menos de 35 horas semanales por causas involuntarias y declaran tener necesidad y estar dispuestas a trabajar más horas (diré de paso que todas esas cifras nos revelan una economía enferma, y no se ve cuándo ni cómo será saneada). No se benefician tampoco los productores agrícolas no asalariados, los campesinos, donde, se estima: “El total de mano de obra se compuso de 5.8 millones de familiares (…) Además, 3.3 millones de productores participaron activamente en las labores…” (Inegi 2022).
Entonces, ¿a cuántos beneficia? Según declaraciones de Luisa María Alcalde, exsecretaria del Trabajo, serían 6.4 millones de trabajadores. Luis Felipe Munguía, presidente de la Conasami, dice: “el último incremento beneficia directamente a 8.9 millones de personas trabajadoras” (El País, 14 de enero de 2024). De 59 millones de ocupados se “benefician” entre el 10 y el 15 por ciento, en el mejor de los casos. Pero aún falta. Según la Ley Federal del Trabajo sólo se aplica el incremento cuando el trabajador percibe como máximo un salario mínimo; para quienes perciben más, sólo servirá como referencia (20 millones de personas ganan entre uno y dos mínimos).
El beneficio no es tan elevado como aparenta, pues el aumento sufre mermas significativas por varios descuentos. La inflación general (4.6 por ciento en 2023) incluye todos los bienes, pero a los trabajadores les importa particularmente la de la canasta básica, normalmente más elevada. Al respecto Proceso, el 11 de marzo, publica: “En lo que va del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, el precio de la canasta básica en los entornos rural y urbano aumentó en un 43.8%, en promedio (…) en el arranque del sexenio la canasta alimentaria mensual valía mil 218 pesos por persona en el campo y mil 600 pesos en la ciudad; montos que, de acuerdo con el Coneval, permitirían cubrir una dieta basada en tortilla, jitomate, frijol, huevo y pollo. En febrero pasado, la misma canasta se ubicaba en mil 756 pesos por persona en el campo, y 2 mil 293 pesos en la ciudad (…) aumentó en 538 pesos entre enero de 2019 y febrero de este año en el entorno rural, y en 693 pesos en las ciudades”. La inflación, pues, se come al aumento salarial.
Vienen luego otros descuentos, que reducen el salario real, dejándolo igual, o peor, que como antes estaba, devorándolo, como ocurrió con su pesca a Santiago, el personaje de Hemingway en El viejo y el mar. ¡Viene el ISR! “Sin el subsidio, este año los trabajadores que ganen un salario mínimo deberán pagar un Impuesto sobre la Renta de 594.1 pesos al mes; el año pasado no pagaron nada. Con el aumento de 20% al salario mínimo este año, las tablas de los subsidios fiscales para el empleo se han visto rebasadas y ya no aplican…” (El Economista, cinco de marzo). Y súmense a ello las cuotas sindicales y la cotización al IMSS. Al final de cuentas, los incrementos no han elevado significativamente el nivel general de vida de los trabajadores: “… entre 2018 y 2020, cuando el salario mínimo aumentó 29 por ciento, la masa salarial como porcentaje de PIB nada más pasó del 33.4 al 35.2 por ciento” (Rebelión, Ramón I. Centeno, ocho de noviembre de 2023). Es más el humo que el fuego.
Más allá de su discutible impacto social, el incremento salarial no es fruto de la lucha obrera, ni de que, para arrancarlo, López Obrador haya enfrentado en singular y feroz batalla a los patronos. “Muchos de los avances fueron puestos en marcha por gobiernos anteriores e impulsados por factores externos. La nueva política laboral mexicana fue en parte producto de la presión de Obama para subir los salarios al sur del Río Bravo y así prevenir más cierres de fábricas de autos en Estados Unidos. En consecuencia, a fines de 2016 fue aprobada una reforma constitucional que fortalecía los derechos laborales, dos años antes de que AMLO llegara al poder (…) los intereses estadounidenses, impulsados por el movimiento sindical de ese país, suavizaron los excesos de la burguesía mexicana. Cuando AMLO fue electo en 2018, ya se había preparado el camino “desde afuera hacia adentro”, como denominan eufemísticamente los académicos a este episodio de intromisión estadounidense en la política laboral mexicana” (Ibid., Rebelión, Ramón I. Centeno).
A mayor abundamiento. “Es uno de los temas (…) que puede afectar las actuales renegociaciones del TLCAN: los bajos sueldos de los trabajadores en México, que sus socios en el acuerdo consideran una competencia desleal. Canadá y Estados Unidos piden que se promueva un incremento sustancial de los salarios mexicanos. Es un requisito para mantener por buen camino las negociaciones del nuevo TLCAN, señalan los funcionarios estadounidenses y los sindicatos de Canadá” (BBCNews, 11 octubre de 2017). Otro ejemplo: “Que los sindicatos reclamen mejoras salariales para los trabajadores de su país es algo normal, pero ¿qué pasa cuando plantean lo mismo para los obreros de otra nación? Eso es justamente lo que hizo la principal federación sindical de Estados Unidos, la AFL-CIO, de cara a las discusiones en curso para renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte o TLCAN” (BBC News, siete de septiembre de 2017).
Como resultado de esa presión: “El capítulo laboral del T-MEC incluye como compromisos el contar con leyes y regulaciones para condiciones aceptables de trabajo respecto a salarios mínimos…” (Luis Felipe Munguía Corella, presidente de la Conasami”). López Obrador y los empresarios mexicanos, interesados en el T-MEC, tuvieron que plegarse, y “promover voluntariamente” el aumento salarial: “El presidente de la Coparmex, Gustavo de Hoyos, retomará el diálogo con el equipo del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, en busca de un acuerdo para elevar el salario mínimo a 102 pesos al final del año” (La Jornada, 10 de agosto de 2018). Idéntica información publicó Forbes el 21 de noviembre. Líneas arriba decíamos que el salario mínimo aprobado para 2019 fue de 102 pesos… ¡exactamente el propuesto por la Coparmex! Los pragmáticos capitalistas mexicanos sacrificaron poco en materia de aumento salarial para ganar mucho más, con la firma del T-MEC, respondiendo así a la condición impuesta por el capital imperialista. De modo que no hay aquí ningún acto de filantropía, ni por parte de ellos ni del Presidente. Y por lo exiguo del logro se ve que tampoco es resultado de la fuerza de los trabajadores mexicanos.
Sigue faltando que éstos se sacudan el control de los sindicatos charros y den auténticas luchas por incrementos salariales verdaderos y generales, por la creación de empleos formales, salarios legalmente obligatorios, contratación colectiva y derechos laborales como prima vacacional, aguinaldo, vacaciones, reparto de utilidades. Pero más allá de esas conquistas inmediatas, necesitan organizarse políticamente para tomar el poder y acceder así no a una migaja, sino a toda la riqueza por ellos creada, para no necesitar, ni tener que agradecer, dádiva alguna, que les dan con una mano y les quitan con la otra. Los trabajadores deben aprender a valerse de sus propias fuerzas.
El poema "Los bárbaros están a las puertas de Petrogrado" (1919) es un enérgico llamado a la defensa de la Revolución Rusa, entonces asediada por fuerzas antibolcheviques que, durante la guerra civil intentaron un golpe contrarrevolucionario apoyadas por el gobierno alemán.
La filosofía de Hegel estableció en efecto la idea de la unidad de lo material y lo espiritual, “de su acción recíproca y su devenir solidario”. Desde esta perspectiva, “el hombre es uno solo con la totalidad del ser”.
Sustentada en la conferencia sobre el tema que el Ingeniero Aquiles Córdova dictó a jóvenes en 2015, en la obra el autor usa el análisis marxista-leninista, con el cual sus deducciones se han comprobado una a una con el paso de los años.
Mientras no se reviertan las deformaciones de la estructura productiva no podrá alcanzarse la soberanía alimentaria. Y ello no se logra formando dependencias decorativas o comprando votos, sino con transformaciones profundas.
Donald Trump impuso aranceles a 180 países. Aplica a China 145 por ciento. Su objetivo expreso es “reindustrializar” Estados Unidos (EE. UU.) y pagar su deuda.
La transformación de la revista buzos se debe a la necesidad del público al que va dirigida: la gente humilde de nuestro país, de tener pan de ideas y de verdad.
Las clases dominantes han procurado siempre convencer a sus súbditos de que su situación es voluntad de los dioses o, más recientemente, con el advenimiento del capitalismo y su filosofía, que éste es la encarnación de la razón eterna y que, por tanto, nada puede hacerse para cambiar.
Aquí plasmo algunas manifestaciones recientes de cómo miente la prensa occidental, por eso hay que aprender a informarse. “Nuestro vino es amargo, pero es el nuestro” dijo José Martí. Debemos aprender a tomar nuestro vino por amargo que sea.
Cuando los capitalistas piensan que tienen derecho a la automatización sin considerar el derecho de los trabajadores cometen un craso error, porque están propiciando, entre otras, el aceleramiento de la crisis del capitalismo.
Las recientes acciones de las fuerzas armadas ucranianas en la región de Kursk muestran que el régimen de Zelensky, en su desesperación y en la anticipación de un inevitable colapso.
La prensa internacional celebró la llegada de Bukele, lo llamaron el presidente de moda; sin embargo, Bukele ha abierto paso a un tipo de liderazgo muy peligroso para todos los países de América Latina.
El cierre de TikTok en Estados Unidos (EE. UU.) es un tema central del final de gestión del achacoso belicista Joe Biden.
Del dos al nueve de marzo se celebrará la Feria de Tecomatlán 2025, una muestra cuyo propósito fundamental consiste en unificar a los pueblos para reivindicar su identidad y tradiciones propias.
Me tocó ser uno de los disertantes en el Foro Diálogo sobre fake news el pasado 20 de noviembre, en la ciudad de Moscú, organizado por Lapsha Media y Dialog Regiony.
Por ahora Rusia y China pueden observar cómodamente desde lejos cómo se desarrolla una coyuntura climática en la política mundial, elevando gradualmente el ritmo del desgaste hasta convertirlo en un círculo de fuego.
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Escrito por Abel Pérez Zamorano
Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.