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Estas Tesis conforman el último texto escrito por Walter Benjamin y las editó por primera vez Theodor W. Adorno en 1942. Benjamin las compuso “en diferentes momentos entre fines de 1939 y comienzos de 1940” y, según Bolívar Echeverría, el borrador que las integró constituye “el escrito de un hombre que huye, de un judío perseguido”.
En términos formales, las Tesis de Benjamin remiten tanto a las de Ludwig Feuerbach como a las once que Carlos Marx pergeñó poco más tarde a propósito del mismo Feuerbach. No obstante, desde el punto de vista de su contenido, las Tesis de Benjamin revisten una originalidad que al propio tiempo las separa de las de sus dos grandes predecesores.
Feuerbach escribió en la primera de sus Tesis provisionales para la reforma de la filosofía que “el secreto de la teología es la antropología”; en la séptima apuntó que “no tenemos más que convertir al predicado en sujeto”. Las Tesis de Feuerbach perseguían el propósito de sentar las bases de una nueva filosofía. Él mismo escribió más adelante unos luminosos Principios para la filosofía del futuro. Según el propio Feuerbach, los Principios tenían por misión “deducir de la filosofía del absoluto, es decir, de la teología, la necesidad de la filosofía del hombre, vale decir de la antropología (…)”. Las dos obras anteriores –junto con La esencia del cristianismo– adoptaron la forma general de una crítica materialista de la religión.
Desde muy pronto, la perspectiva revolucionaria de la filosofía de Feuerbach entusiasmó a Marx y a Federico Engels. Este último reconoció mucho más adelante que Feuerbach había representado en algunos aspectos un eslabón intermedio entre la filosofía hegeliana y el materialismo dialéctico y que sobre él y Marx había ejercido más influencia que cualquiera de los otros filósofos posthegelianos. En la tarea de ajustar cuentas con su conciencia filosófica anterior –labor que llevaron a cabo en el grueso volumen de La Ideología alemana– los constructores del materialismo dialéctico aprovecharon los avances filosóficos previos de Feuerbach.
En las once Tesis sobre Feuerbach que escribió en 1845, Marx llevó a cabo la crítica del materialismo “teórico” y contemplativo del primero. Entre otras cosas subrayó la esencia práctica de la vida social y enfatizó la relevancia de la “actuación revolucionaria crítico-práctica”. Marx censuró ahí que Feuerbach sólo considerara la actitud teórica como la actitud auténticamente humana y concluyó por último –en la célebre Onceava tesis– que “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
Marx no dejó de reconocer, a pesar de todo, que el mérito indiscutible de Feuerbach había consistido en identificar la base terrenal del mundo religioso: nada menos que haber descubierto en la familia terrenal el secreto de la Sagrada Familia. En 1844, Marx dijo que Principios de la filosofìa del futuro y un pequeño suplemento de La esencia del cristianismo tenían más importancia “que toda la actual literatura alemana en su conjunto” y afirmó que en ambas obras el autor, Feuerbach, había dado al socialismo una base filosófica. En pocas palabras, Marx rescató la crítica materialista de la teología que contenían los textos de Feuerbach.
Justo en este punto fundamental sobresale la originalidad de las Tesis sobre la historia de Walter Benjamin. En la parte final de la primera de ellas, Benjamin apuntó que el materialismo histórico “puede competir sin más con cualquiera, siempre que ponga a su servicio a la teología (…)”. En las siguientes apuntaló expresiones como “fuerza mesiánica”, “humanidad redimida”, “juicio final” y “paraíso” en relación con la lucha de clases. Las últimas líneas de la Cuarta tesis constituyen un buen ejemplo del estilo peculiar de Benjamin:
Como las flores vuelven su corola hacia el Sol, así también todo lo que ha sido, en virtud de un heliotropismo de estirpe secreta, tiende a dirigirse hacia ese Sol que está por salir en el cielo de la historia. Con ésta, la más inaparente de todas las transformaciones, debe saber entenderse el materialista histórico.
En resumen, Benjamin creía que el materialismo histórico podía abrevar de la teología y resignificar los símbolos mesiánicos y redentores de la religión cristiana en el largo y doloroso tránsito del último peldaño de la prehistoria de la sociedad humana –el capitalismo, última forma antagónica del proceso de producción social, según Marx– a la historia –el comunismo, etapa libre de estos antagonismos sociales–. Por otro lado, la analogía solar de Benjamin aparece también en uno de los versos de un breve poema de Roque Dalton: el comunismo será, entre otras cosas, una aspirina del tamaño del Sol.
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Escrito por Miguel Alejandro Pérez
Maestro en Historia por la UNAM.