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Estoy convencido de que existen autoridades desinteresadas e ineptas para combatir la violencia y, otras, hasta cómplices. No tengo ninguna duda al respecto. No obstante, también creo que la mayoría de quienes polemizan en torno al problema y proponen alternativas de solución exigiendo que se aumenten las policías, que se armen mejor, que se acabe con la impunidad y que se aumenten las penas hasta llegar a la cadena perpetua o, incluso, a la pena de muerte, cometen el grave error, consciente o inconscientemente, de que tratan de corregir el mal eliminando solamente sus efectos y poco o nada dicen y sugieren en torno a sus causas.
Piénsese para diagnosticar y corregir esta calamidad que, en los últimos años, la pobreza y la miseria han aumentado escandalosamente, téngase asimismo conciencia de que estos flagelos se han vuelto más espantosos e insoportables que nunca y se irá directo a la conclusión de que la cantidad de mexicanos que ya no tienen nada que perder se ha vuelto, como se ve, amenazadoramente alta. No tener nada que perder significa que se está dispuesto a correr cualquier riesgo porque, si se tiene éxito, se habrá remediado el tormento aunque sea un poco y, si se fracasa, se habrá perdido la libertad que de todas maneras no sirve para nada o, hasta la vida, incluso, eventualidad con la que el sufrimiento se habrá acabado para siempre. Estos muchos que no tienen nada qué perder son los que se contratan como personal no calificado para la operación de la delincuencia, son la inmensa base social de la que se abastece la criminalidad.
Por otra parte, tómense en cuenta los bajísimos niveles educativos a los que se está reduciendo a nuestro pueblo. Cada vez son más, muchos más, quienes no terminan, ya no se diga una carrera o la preparatoria, sino ni siquiera la secundaria o, más aún, ni la primaria. Y cada vez más, muchos más, también, quienes aún terminando la educación básica, dicho sea con todo respeto, no son capaces ni siquiera de leer un texto sencillo y explicar a continuación lo que han leído. Somos ya, no se olvide, uno de los pueblos más ignorantes del mundo. Un ignorante no puede tener un horizonte amplio, ni valores ni defensas ideológicas ni científicas, es simple y llanamente, un elemento dócil, fácilmente manipulable.
Y no deben omitirse las avasalladoras campañas publicitarias que todos los días, todos los minutos y segundos, por todos los medios de comunicación, se disparan como ametralladora en contra del pobre mortal empujándolo a que consuma para ser feliz. Para poder hacer realidad las ganancias, las mercancías tienen a fuerza que encontrar un comprador y, si a éste casi hay que hipnotizarlo para que adquiera, es lo de menos. Pastas de dientes, zapatos, autos, casas, viajes, todo, compre, compre, compre, compre. Como todos lo constatamos, ya se ha producido una masa de autómatas que está dispuesta a todo por un pantalón de moda, una marca de tenis, el auto de sus sueños o lo que sea, para apagar un poco la frustración. Ahí está la explosiva combinación que nos tiene sumidos en la delincuencia: miseria, ignorancia y frenética promoción del consumo. Así que, ¿de qué puede servir una policía eficientísima frente a una producción en cantidades industriales de delincuentes potenciales y reales? ¿Es posible que con medidas represivas y punitivas se pueda acabar con lo que todos los días se produce y reproduce? Para mí que no, que no es posible. Una sociedad que genera tantos delincuentes que la desbordan, que ya no le caben en las cárceles y que amenazan con paralizarla, es una sociedad enferma a la que más le valdría que se preguntara modesta y seriamente ¿qué está haciendo mal y cómo remediarlo? Y que se dejara de andar por las ramas. Una nota extra para reforzar el optimismo: en Estados Unidos hay cinco veces más personas en las cárceles que en 1980; ahora hay un millón 570 mil reclusos en prisiones estatales y federales y solamente un millón de profesores de secundaria. ¿No es ésa una sociedad enferma, no es ése el modelo que hasta ahora perseguimos como el mejor de los mundos posibles?
Los migrantes son originarios de la India y Vietnam.
El sexenio de la 4T de AMLO se ubica como el más violento en la historia de México, al contabilizar 171 mil 85 víctimas de homicidio doloso y feminicidio, de acuerdo con el SESNSP.
Del total de homicidios, Guanajuato fue el estado que concentró más delitos, con una representación del 12 por ciento del total.
El gobernador de Oaxaca, Salomón Jara Cruz, lamentó el crimen e instó a la FGE a dar con los responsables.
La Diócesis de San Cristóbal de las Casas denunció la falta de acción y el silencio de las autoridades del estado de Chiapas, ante el incremento de la violencia en la entidad.
Los hechos violentos en el norte del país son la forma en que los cárteles manifiestan su poderío para generar terror en la población y demostrar la incompetencia de las autoridades locales y del Gobierno Federal.
Milton Morales Figueroa fue asesinado tras haber sufrido un ataque en el municipio de Coacalco en el Estado de México.
La Comisión de Búsqueda de Personas de Morelos confirmó la localización de los funcionarios Suay Kassandra Domínguez Pastrana, de 30 años y de Enrique Linares Ríos, de 41 años.
Los cinco estados que no reportaron muertes violentas durante el fin de semana fueron: Baja California Sur, Durango, Hidalgo, Querétaro y Yucatán.
Los agresores habrían esperado a que el magistrado abordara su auto para acercarse a él y abrir fuego.
Derivado de los acuerdos emitidos por los Consejos Distritales 02 y 08 del INE Chiapas, no se celebrarán comicios, debido a la falta de condiciones de seguridad y actos de violencia.
Un grupo de hombres armados disparó y atacó la comunidad de Lázaro Cárdenas, en el municipio de San Miguel El Grande, Oaxaca.
"Ante este hecho de violencia, el grupo editorial Expreso-La Razón exige a las autoridades de todos los niveles que se haga justicia", publicó el medio El Expreso.
En México se han reportado 181 mil 279 homicidios dolosos desde diciembre de 2018 al 10 de marzo de 2024, con lo cual el gobierno de AMLO ha rebasado a las administraciones que le antecedieron en materia de inseguridad.
Cámaras de vigilancia captaron los momentos en que sujetos armados secuestran a menores. Los hechos se registraron en los estados de México y Tlaxcala.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".