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Las negociaciones entre representantes de los gobiernos de México y Estados Unidos –muy pronto se uniría el gobierno de Canadá– en el marco del Tratado de Libre Comercio (T-MEC), se presentan un tanto complicadas y confusas por la reclamación de EE. UU., originada por la publicación del gobierno de México, de un decreto en el Diario Oficial de la Federación, el 13 de febrero de este año, que prohíbe el uso del Glifosato (pesticida para combate de malezas en la agricultura), y la importación expresa de maíz catalogado como Organismo Genéticamente Modificado (OGM o transgénico) para la fabricación de tortillas que consumen los mexicanos.
Las confusiones surgen desde la perspectiva de que los alimentos transgénicos se encuentran en etapa de estudios para confirmar de manera contundente, por los científicos, que no son nocivos para la salud humana. Es sabido que México importa cada año hasta 16 millones de toneladas de maíz transgénico amarillo (clasificado como Organismo Genéticamente Modificado) desde hace más de treinta años, con fines de alimentación animal, específicamente para la producción de carnes de res, cerdo y pollo, y también de huevo y leche de ganado vacuno.
Este tipo de maíz amarillo, no se utiliza para preparar tortillas en nuestro país, por su condición de ser transgénico; contiene más grasa, comparado con el blanco mexicano, que es harinero, propio para la masa. Esta permisibilidad de uso animal y no humano por ambos gobiernos (México y EU) es relativa, porque se fundamenta en el hecho de que, en más de veinte años, ese maíz ha sido utilizado masivamente para la engorda de animales, sin que se tenga evidencia de que sea factor de daños a la salud animal.
Sin embargo, la ciencia médica y alimentaria, no han sido contundentes en determinar, en casi treinta años, si los OGM consumidos por humanos, vía alimentos vegetales (como hortalizas, legumbres y frutas) o industriales, como aceite de soya, canola, algodón, maíz y otros, sean nocivos al consumirlos.
Es necesario precisar que, el consumo de alimentos transgénicos por humanos y animales, son factibles de transmitir sus efectos modificados a los consumidores. En estos casos se encuentran alimentos agrícolas y de origen animal. Así, la tarea de los científicos e investigadores especializados en OGM, deben determinar si este tipo de alimentos son inocuos a la hora de su transferencia entre los reinos animal (incluido el hombre), y el vegetal.
Esto último, porque, evidentemente, a través del consumo de carnes, huevo y leche, ya lo estamos practicando desde hace casi una treintena de años. Igual, sin que haya reportes de efectos nocivos en personas.
Por otra parte, hay que señalar que, por razones históricas de que el maíz es originario de México (algunos se refieren a Mesoamérica, pues en el pasado fue la misma región) se reconoció que este importante grano, junto con otras 200 plantas vegetales alimenticias, medicinales e industriales, son la aportación de este país a favor de la población del mundo.
Por otra parte, debemos reconocer que México no tiene necesidad de importar maíz para producir tortillas, porque es autosuficiente. Cada año, (según cifras de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural) la producción mexicana de este cereal asciende a un aproximado de 28 millones de toneladas de maíz blanco, propio para preparar tortillas, mientras que la industria tortillera requiere solamente entre 22 y 24 millones de toneladas anuales.
Esto indica que se tiene un remanente de cuatro millones de toneladas al año. Al respecto, da la impresión de que el Decreto del 13 de febrero pasado, emitido por el presidente de la República, que prohíbe la importación a México, de maíz amarillo transgénico, era y sigue siendo innecesario, por virtud de que el maíz que se importa desde EU, no es blanco y no se destina a la fabricación de tortillas.
Hay que señalar que algunas empresas muy vivas, denominadas comercializadoras de cereales (las fundó hace muchos años el actual subsecretario de Agricultura, Víctor Suárez, a quien acreditan la frase: “Sin maíz no hay país”), exportan determinadas cantidades de maíz a países centroamericanos, e incluso hay intercambio también con el gobierno de Sudáfrica que, en ocasiones, recurre a México para conseguir maíz blanco.
Sobre la controversia que mantienen México y Estados Unidos sobre el maíz transgénico, que lleva la secretaria de Economía, Raquel Buenrostro, demuestra que sería innecesario ir a un panel de discusión. Basta aclarar que el maíz que se importa, no tiene como destino la fabricación de tortillas, sino es para consumo animal. Ahí, aparentemente, no habría problemas.
Un comentario aparte, es en el sentido de que, el gobierno de Estados Unidos, no ha manifestado intenciones de llegar al panel en el marco del temario de discusiones sobre el T-MEC, lo que deja ver que las pláticas de avenencia no han sido suficientes, por confusiones en el temario de discusión.
Habría que recordar, también, que la secretaria Buenrostro no es especialista en comercio internacional ni experta en organismos transgénicos. En todo caso, debería aclarar las cosas el secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Manuel Villalobos.
Él, en sí mismo, es considerado un “científico transgénico”. Sus maestrías y doctorados se refieren a la Biotecnología y, durante más de 40 años, ha sido un impulsor de la investigación en OGM, equivalente al estudio de los transgénicos.
El presidente López Obrador ha dicho que México no irá a un panel con Estados Unidos por el tema, pues “todavía tenemos un mes, dijo hace unos días y, si no hay entendimiento, nos vamos al panel, porque es un asunto para nosotros muy importante, es la salud de nuestro pueblo”. (¿Cómo?, si se supone que los mexicanos todavía no nos alimentamos, directamente, con transgénicos).
Por otra parte, el presidente de la UMFFAAC, Luis Eduardo González Cepeda, ha mencionado que México no puede perder el lugar que ha mantenido en las tres revoluciones verdes a nivel mundial: en la domesticación del maíz y frijol; la generación de una nueva variante de trigo en los años 60 y actualmente en la investigación de productos transgénicos.
González Cepeda, señala que las políticas públicas se aparten de las cuestiones ideológicas y se promueva la producción de alimentos dotando a los agricultores de las herramientas necesarias y que se elimine la incertidumbre generada por las decisiones de grupos radicales, concluyendo que hacen más daño los mitos, verdades a medias y pensamientos carentes de base científica.
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Escrito por Redacción