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El virus no es el mismo para todos
La pandemia sigue dejando en evidencia la fragilidad de nuestro sistema de Salud y la ineptitud de un gobierno que solo busca ahorrar para su próxima campaña electoral.
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Es a todas luces evidente que la crisis en México no ha servido para cambiar las reglas del juego con que López Obrador ha recortado subsidios a distintas dependencias públicas, con la falsa promesa de austeridad republicana. Hoy por hoy, los mexicanos sabemos perfectamente que el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) ha sido el más afectado ante la crisis de Coronavirus; la falta de insumos y material para tratar a los contagiados ha tenido consecuencias en el personal médico.

El miedo en los hospitales aterroriza a todos los profesionales de Salud. Aquí yo pregunto apreciable lector, ¿Dónde está el distinguidísimo Zoé Robledo?, ¿dónde están las famosas toneladas de insumos que el gobierno federal presume con gran júbilo? Mientras los miles de médicos y enfermeras denuncian la situación y las condiciones tan precarias del sistema de Salud, el señor Robledo sale y dice que todo está bien. En mi punto de vista, alguien está mintiendo y no son los médicos a los que merecen todo nuestro respeto por su labor.

Los insumos se han comprado a elevados costos, sí se han repartido, pero, ¿cree usted que alcancen 2 mil cubrebocas para todo un estado?, así lo han denunciado el gobernador de Puebla y el gobernador de Baja California a través de redes sociales. Ambos del mismo partido morenista.

La pandemia sigue dejando en evidencia la fragilidad de nuestro sistema de Salud y la ineptitud de un gobierno que solo busca ahorrar para su próxima campaña electoral y volver a ganar el poder político. ¡Ah!, pero también ha destapado al otro virus, la hambruna que padecen y padecerán millones de mexicanos si el gobierno de la 4T no toma acciones -de manera urgente- para que puedan sobrevivir durante el encierro de hambre y trabajo en el que se aislaran las familias mexicanas.

Existe ya una disputa de gobernadores porque parece que el gobierno federal está de brazos cruzados; el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha dicho que viene una crisis económica terrible y México será el más afectado. A Obrador lo único que le importa es hacer su voluntad y nada más que su voluntad. Prefiere tirar dinero en una refinería, en un Tren Maya, en un Aeropuerto, que, en un programa alimentario, en insumos médicos o equipo médico. Echarle dinero bueno al malo es una pésima idea, pero para él es parte de su plan de reactivación económica para el país después de la crisis por la pandemia; ¿y mientras?

El nuevo Instituto de Salud de AMLO, el Insabi, cuenta con 2 mil 343 ventiladores, pero 1,364 no funcionan y no servirán para enfrentar la alta demanda de aparatos para respiración mecánicamente asistida que ya está generando la pandemia de Covid-19, y más cuando ya estamos a días, según López-Gatell, de que entre la fase 3. Las autoridades de salud estaban enteradas pero el caso omiso abundó.

El virus no es el mismo para todos los grupos poblacionales ni para todos los países, y el impacto de la pandemia depende de cómo evolucione el brote, cómo sea prevenido y cómo es tratado. Tanto el gasto como la disponibilidad específica de recursos debe ser necesariamente sometida a su contexto y utilizada.

En la salud, importa tanto quién provee como quién paga los servicios, y quién puede acceder a ellos. En una región de inequidades la cuestión es central para comprender de qué manera afectará a la población una epidemia que inevitablemente va a estar con nosotros por un largo tiempo. Las divergencias emergen, mientras el jefe de la 4T piensa en sus mega proyectos y trata de distraer las críticas con la revocación de mandato, el pueblo clama por salud y comida.

El clímax no político...

Los testimonios de falta de alimento siguen. Yadira Gabriela Díaz, de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, es empleada doméstica y asegura que su familia, de nueve integrantes, se ha quedado sin el ingreso económico para llevar comida, sus siete hijos y su esposo ya no saben qué hacer; ella, que era empleada doméstica, y su esposo, vendedor ambulante, se han quedado sin el ingreso.

Las dos semanas han sido difíciles para esa familia, no hay apoyo de asistencia social de los que prometió el gobierno federal, la familia se ha gastado lo poco que había ahorrado para pagar la renta del cuarto en donde viven y comprar agua para mantener la limpieza personal y de su hogar.

El subsidio alimenticio no lo ven por ningún lado, ni del presidente López Obrador ni del gobernador Rutilio Escandón, otro morenista que lo único que le ha interesado es mantenerse en el poder sin importarle la vida y las necesidades de miles de mexicanos de ese estado del sur del país. "Dios los hace y ellos se juntan", reza el dicho popular. Por el momento, querido lector, es todo.


Escrito por Miguel Ángel Casique

Columnista político y analista de medios de comunicación con Diplomado en Comunicación Social y Relaciones Públicas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).


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