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Muro y barreras arancelarias
AMLO envió seis mil elementos de la recién creada Guardia Nacional para frenar el paso de migrantes a la frontera sur, violando sus derechos humanos.
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Somos la comidilla del mundo por las ocurrencias del Presidente de la República, que van desde la creación de proyectos económicamente inviables, como el Tren Maya o la refinería de Dos Bocas, o bien, como las del empecinamiento en cancelar un aeropuerto para crear otro que no puede ser usado por vuelos comerciales por no tener la autorización de Mitra, empresa mundial que otorga el aval a los aeropuertos internacionales y, finalmente, “la megaocurrencia”, por distraer a la población, sobre el desabasto de medicamentos, fruto de la mala administración de la “Cuarta Transformación” (4T), de empecinarse con la ridícula rifa del avión presidencial para ocultar su incapacidad de cumplir promesas, por decir cosas que se muestran superiores en la realidad contra el o los dichos del Presidente, hechos en campaña y como Ejecutivo Federal.

El problema va más allá, pues ahora la comunidad internacional nos ve como los ayudantes sumisos de Trump para llevar adelante sus propósitos electorales y lograr su reelección.       

Efectivamente, como Estados Unidos (EE. UU.) se encuentra en proceso electoral, resulta que el aparato gubernamental mexicano, por instrucciones del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con la clásica expresión distractora: “amor y paz”, se ha puesto al servicio de la campaña de Donald Trump para lograr su reelección; puesto que, en su discurso inicial para convertirse en presidente de EE. UU. propuso, entre otras cosas, dos muy específicas, pero con tintes supremacistas y racistas: “eliminaré el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) por beneficiar solamente a México; y los mexicanos construirán un muro para detener la migración de México a EE. UU., y ellos mismos se harán cargo de pagar ese muro”. 

Pues bien, en el primer caso, Trump declaró que el tratado de libre comercio, firmado con México y Canadá, solo había favorecido a los mexicanos y no a los norteamericanos y que debía producirse un tratado comercial que les favoreciera; y ese tratado es el Tratado entre México, EE. UU. y Canadá (T-MEC). Desde mediados del año que pasó, la Cámara de Senadores de México aprobó el T-MEC; sin embargo, a finales del año, se reunieron los países para modificar algunas exigencias, promovidas por EE. UU., que principalmente golpeaban a los mexicanos, como instalar supervisores para revisar que la política laboral se cumpla en México conforme a sus leyes, como una clara muestra de violación a nuestra soberanía y, al propio tiempo, medidas como exigir un mayor porcentaje de metales en la construcción de autos como el aluminio, cuya procedencia sea norteamericana o que un determinado porcentaje de automóviles producidos se realice ahí, donde se paguen 16 dólares la hora; sin embargo, en México no subirán los salarios a ese nivel, sino que se harán más carros en EE. UU., lo que  golpeará a México; peor aún, impiden, literalmente, el comercio con aquellos países que EE. UU. considera que no son democráticos, como China, Cuba, Venezuela, etc., de ese tamaño son las arbitrariedades del T-MEC firmado por AMLO y la 4T.

El problema es que estos abusos no fueron atendidos por los negociadores porque no leyeron la famosa adenda y ello representa una gran irresponsabilidad, una gran incapacidad; pero, sobre todo, un grave sometimiento a las decisiones de EE. UU. Se abren las puertas de México para cumplir los caprichos de Trump, quien echó abajo el TLCAN con un nuevo tratado que favorecerá a los norteamericanos y a él en su campaña, pero perjudicará a los mexicanos con el consentimiento de un gobierno incapaz e inexperto.

Por el lado de la migración, mientras Trump derriba el muro arancelario, con lo cual favorece a EE. UU., principalmente, y el libre tránsito de mercancías y de capitales; a la vez exige un muro contra el libre comercio de mano de obra y, además, busca cumplir su promesa de campaña: que lo paguen los mexicanos y no los norteamericanos.

Después de varios intentos fallidos de Donald Trump para conseguir recursos y la realización del muro fronterizo, con la llegada de la 4T, después de una primera caravana de migrantes, que pasó sin contratiempos esenciales por el territorio nacional y que AMLO afirmó que no habría restricciones para que pasaran los migrantes y, no solo eso, sino que dispusieron transporte y brindaron las facilidades para que llegaran a la frontera del norte. Este hecho disgustó tanto a Trump que exigió a AMLO que controlara la migración del sur; que, de lo contrario, se incrementarían considerablemente los aranceles en productos clave para México.

Con tal presión, AMLO envió seis mil elementos de la recién creada Guardia Nacional para frenar el paso de migrantes a la frontera sur, violando sus derechos humanos; no conforme con ello, AMLO ofreció empleo a los centroamericanos sin decir nada acerca de que en México el desempleo golpea a miles de familias mexicanas y que se estarían desviando recursos dejando de lado al pueblo trabajador mexicano; es decir, se desviarían recursos públicos para pagar una Guardia Nacional que, en vez de combatir la inseguridad, maltrata a los centroamericanos con gases lacrimógenos y violencia y para pagar a extranjeros por trabajar en México, a lo cual no me opongo, siempre que los mexicanos ya tengan garantizado un empleo bien remunerado en su propio país.

Recientemente, Trump aseguró que México estaba ya pagando el muro, cuando se refirió a la Guardia Nacional, es decir, como argumento político para ganar su campaña. Cabe preguntarnos si por esas políticas que atentan contra nuestra soberanía, que afectan severamente a los mexicanos, son por las que votaron en julio de 2018 más de 30 millones. Aseguro que no; eso demuestra que el pueblo fue engañado. La lección que se debe sacar de todo ello es que no podemos dejar las decisiones que afectan al pueblo de México en manos de unos cuantos, que Morena engaña, miente y traiciona al pueblo mexicano y que debemos conformar una fuerza nueva, de otro tipo, que asegure que el poder no quede en manos de políticos sino del propio pueblo y que las decisiones verdaderamente queden en manos del pueblo, no mediante farsas a mano alzada que no representan la voluntad verdaderamente popular. ¿Qué más nos falta para darnos cuenta de que la 4T no es lo que México necesita para convertirse en una nación más justa, más democrática, más equitativa, más soberana?


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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