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El Tren Maya y la tragedia del desarrollo
Hay grietas en en el discurso de los megaproyectos, que hay que observar. Estamos a favor del progreso, pero la “vía” de desarrollo de la 4T es alarmante. A la larga condenaría a los trabajadores y nos llevaría al subdesarrollo.
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Desde el inicio de la actual administración, el Tren Maya y otros megaproyectos han sido fundamentales en la política de desarrollo, tal es así que estas obras monumentales reciben una parte del presupuesto federal exclusivamente para asegurar su continuidad. Aunque, a decir verdad, los megaproyectos consumen grandes cantidades de recursos financieros y mano de obra anónima para su mantenimiento y expansión.

El Presidente de la República se ha empecinado en la tarea de llevar el desarrollo al sureste mediante la construcción de un ferrocarril que atraerá al turismo, llamado Tren Maya, a pesar de las consecuencias ambientales y sociales. Aparentemente, el proyecto busca modernizar y dinamizar la economía en una región históricamente poco desarrollada, aunque sea a costa de destruir ecosistemas, comunidades y formas de vida locales.

Para justificar la implementación de los megaproyectos, las élites dirigentes de México se han centrado en engrandecer los aspectos positivos del progreso y la transformación urbana, olvidando las implicaciones negativas y devastadoras que muchas veces trae consigo. Asimismo, las clases dirigentes, frecuentemente entienden el progreso desde una perspectiva ideológica que supone que el desarrollo a largo plazo traerá prosperidad económica, sin poner en duda si esa suposición tiene su correspondencia con la realidad.

A pesar del impulso a estos megaproyectos, existen grietas en la narrativa oficial que es necesario observar. Aunque nosotros no rechazamos el progreso en principio, o no nos parece malo en sí mismo, pues es consustancial a la historia de la humanidad, sí nos alerta la elección de la “vía” hacia el desarrollo adoptada por el gobierno. La historia ha demostrado que los intentos desarrollistas que no contemplan a los trabajadores y al pueblo en general, a menudo han llevado a la represión de los trabajadores y al subdesarrollo.

De esta manera, los megaproyectos como el Tren Maya son a menudo utilizados para consolidar el poder y las ganancias de los gobernantes en lugar de impulsar un auténtico progreso y detonar el crecimiento económico de la región a la vez que se disminuyen las desigualdades sociales y las asimetrías económicas. Aunque se promocionan los beneficios del proyecto, la experiencia de lugares aledaños y compañeros en el crimen del progreso, como Cancún y Tulum, nos muestra cómo la inversión privada puede generar desigualdad y despojo de tierras sin que haya un verdadero desarrollo sistemático y beneficioso para los pobladores originales de la región.

A pesar de las afirmaciones oficiales, los testimonios no oficiales y las voces de los pueblos originarios cuestionan la narrativa triunfalista que el gobierno actual ha construido sobre el Tren Maya. Es crucial escuchar y poner atención en estas voces para implementar medidas que beneficien verdaderamente a la región y evitar dejar el desarrollo en manos de supuestos expertos que no experimentarán directamente las consecuencias de sus decisiones y que a la postre, se deslindarán de todo tipo de consecuencias.

En resumen, los megaproyectos como el Tren Maya han sido la base de la política de desarrollo actual. Aunque se busca modernizar y dinamizar la economía, existen importantes reservas y preocupaciones sobre el impacto ambiental y las consecuencias sociales, así como sobre la preocupante concentración de poder. Atender los testimonios y las experiencias de los habitantes de las comunidades afectadas es fundamental para lograr un desarrollo genuino en lugar de los beneficios para unos pocos.


Escrito por Aquiles Celis

Maestro en Historia por la UNAM. Especialista en movimientos estudiantiles y populares y en la historia del comunismo en el México contemporáneo.


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