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El estudio de Venus en la década de 1960 alertó a la comunidad científica sobre las consecuencias ambientales por el aumento de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. Actualmente, la sociedad es consciente de los efectos del calentamiento global, pero en aquellos años, éstos eran solamente hipótesis.
Venus, cuyo nombre se debe a la diosa romana del amor, es el segundo planeta del Sistema Solar y uno de los astros más brillantes en el cielo, por lo que es conocido como Lucero del Alba, cuando es visible al amanecer, o Lucero Vespertino, cuando es visible al anochecer. No obstante, la belleza de su brillo, Venus es lo más parecido a las entrañas del infierno.
El conocimiento de la atmósfera y superficie venusinas fue consecuencia de la carrera aeroespacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos durante la Guerra Fría. Al comienzo de las investigaciones, se pensó que Venus podría albergar vida debido a su parecido con la Tierra. Ambos planetas son similares en tamaño, masa y cercanía al Sol, además, comparten un núcleo de hierro rodeado de un manto rocoso. Por esto, Venus es llamado el planeta hermano de la Tierra y se pensaba que la única diferencia sería un ligero incremento de temperatura por estar más cercano al Sol.
Los datos obtenidos con radiotelescopios entre 1940 y 1950 mostraban que la atmósfera de Venus alcanzaría 300 ºC y estaba compuesta de CO2. La sonda espacial soviética Venera 1 (1961) y la estadounidense Mariner 2 (1962) fueron las primeras en llegar a las cercanías de Venus, pero Venera 1 se averió y Mariner 2 estimó temperaturas atmosféricas por encima de 200 ºC. Aunque todavía no se realizaban mediciones directas, los datos existentes permitieron al astrónomo estadounidense Carl Sagan calcular la temperatura de la superficie venusina en 500 ºC y una composición de CO2 atmosférico de 90 por ciento. Sagan dio a conocer estos resultados en 1961, Venus parecía un lugar inhóspito para la vida.
La sonda Venera 4 (1967) logró realizar las primeras mediciones directas de la atmósfera venusina, transmitiendo con éxito la información de vuelta a la Tierra. Su composición era 90 por ciento CO2, siete por ciento nitrógeno (N2), 1.6 por ciento agua (H2O) y pequeñas cantidades de oxígeno (O2) y dióxido de azufre (SO2). Pero a 26 km de altura, antes de llegar a la superficie, la sonda colapsó por la presión atmosférica, 92 veces mayor que en la Tierra. El valor de temperatura registrado fue 262 ºC.
Posteriormente, los soviéticos lograron realizar el primer aterrizaje en Venus con la sonda Venera 7 (1970). La superficie venusiana presentaba una temperatura de 465 ºC sin señales de agua líquida. El espesor de la densa atmósfera se elevaba a 100 kilómetros de altura y la combinación entre el vapor de agua y el SO2 generaba nubes de ácido sulfúrico (H2SO4) con partículas de azufre elemental.
Carl Sagan propuso que la temperatura de Venus es consecuencia de un efecto invernadero extremo. La densa atmósfera venusina permite la entrada de luz solar, pero el CO2 absorbe fuertemente la luz infrarroja reflejada por la superficie, manteniendo la temperatura por encima de 400 ºC. El infierno de Venus es completamente opuesto al clima de la Tierra. La diferencia radica en la composición atmosférica, el CO2 en la Tierra representa 0.037 por ciento de la atmósfera terrestre, generando un modesto efecto invernadero que calienta la superficie por encima del punto de congelación del agua, permitiendo el desarrollo de vida.
Con base en el estudio de Venus, Sagan percibió que el calentamiento global es un peligro creciente debido a la quema de combustibles fósiles, que liberan CO2 a la atmósfera, y su efecto sería potenciado por la destrucción de la vegetación. “Para mantener las condiciones que hacen habitable el planeta, debemos estudiarlo y apreciarlo”, decía Sagan en su serie Cosmos de 1980. Hace 40 años sus palabras fueron para divulgar la ciencia, ahora son una advertencia para la humanidad.
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Escrito por Jorge Adrián Serrano
Colaborador ciencia