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Cuatro crisis y un gobierno irresponsable
Frente a esta cuádruple crisis, el gobierno de Morena evade su responsabilidad. En un insulto a la inteligencia, reitera que vamos muy bien y culpa al pasado, a “los de antes”.
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Sufre México cuatro crisis en una. Primero, la pandemia descontrolada: somos cuarto lugar mundial, con más de 111 mil muertes, según las cifras rasuradas del gobierno, y hasta 800 decesos en un día; al mes de septiembre, somos primer lugar en médicos, enfermeras y personal de hospitales muertos por Covid-19, mil 320 (The Lancet), porque irresponsablemente se les manda a trabajar sin protección alguna. Según la Universidad Johns Hopkins, somos décimo lugar en fallecimientos en proporción de la densidad poblacional. Y no deja de llamar la atención que entre los cuatro países con más muertes estén los gobernados por políticos que no se han tomado en serio la pandemia: Estados Unidos, con Trump, que supera los 220 mil contagios en un día; Brasil, con Bolsonaro, lleva 177 mil muertos; y México, como ya vimos, y con un liderazgo igualmente negligente. La India también destaca (140 mil decesos), pero tiene diez veces más habitantes que México. Los tres presidentes mencionados se caracterizan por una negligencia letal; juegan con la vida de sus ciudadanos. Y éste no es un juicio de valor.

La Organización Mundial de la Salud, en voz de su director, Tedros Adhanom, reconvino a nuestro gobierno por su actitud displicente (ni siquiera promueve el uso del cubrebocas), y le pidió tomarse en serio el control de la pandemia, advirtiendo que estamos en una situación muy grave. El mundo lanza el grito de alarma por lo que aquí ocurre, y con razón. En estos días, el gobierno rechaza declarar semáforo rojo en la Ciudad de México y otras entidades gravemente afectadas pues, de hacerlo, debería ayudar al sostenimiento de los trabajadores y sus familias, cosa que no quiere, “por la austeridad” (pero gasta sumas estratosféricas en actividades absurdas); prefiere que continúen su actividad normal y que sostengan la economía, sin importar la propagación acelerada del virus. Tampoco quiere gastar en pruebas masivas como sí hacen otros países. La “estrategia” del gobierno morenista es negarse a reconocer la magnitud real de la desgracia; engaña y adormece con “medidas” como un día de luto por los fallecidos, y 11 mil 460 pesos por cada fallecido; como si así se recuperaran las vidas, se frenara el contagio y se reactivara la economía.

Precisamente, la otra crisis es la económica. El Inegi recién informó que de 4.9 millones de negocios registrados el año pasado, han cerrado definitivamente un millón 10 mil 857, uno de cada cinco (cada uno con un promedio de tres trabajadores); no olvidar que las Pymes generan 72 por ciento del empleo total. Se perdieron 12 millones de fuentes de trabajo en el sector informal. Caerá el Producto Iinterno Bruto (PIB) en más de nueve por ciento, y la tendencia viene de antes de la pandemia, pues cayó 0.1 por ciento el año pasado. El gobierno es responsable del ahondamiento de la crisis, al no ayudar a las pymes: les destina uno por ciento del PIB, contra ocho por ciento en Brasil y nueve en Perú. En un año, la inversión fija bruta cayó 5.2 por ciento, principalmente por el ambiente de hostilidad gubernamental contra las empresas. Huye la inversión extranjera del mercado de deuda –estamos en el nivel más bajo desde 2013 (Banco de México). Cae el crecimiento no solo por el Covid-19, sino por la persecución a la inversión privada; so pretexto de combatir la corrupción, asfixian la inversión y hostilizan a quienes generan empleos; con la Ley de Extinción de Dominio se introdujo la denuncia anónima para control y despojo; se congelan cuentas sin orden de juez; se cancelan arbitrariamente proyectos de inversión ya autorizados. Y así no se está generando riqueza para cubrir las necesidades de la población.

Por ello mismo vivimos también una crisis social, con niveles de pobreza sin precedente en los tiempos modernos. De los entrevistados en las encuestas, 46 por ciento sufrieron disminución en sus ingresos durante la pandemia (Inegi), y antes de ésta, a inicios de año, se encontraba en pobreza laboral (donde el salario no alcanza ni para comer) 35.7 por ciento de la población; en septiembre llegaba a 44.5 por ciento, el nivel más alto desde 2005 (Coneval). No hay obra social, como en Tabasco, y se eliminaron de tajo los programas que ayudaban a los sectores de más bajos ingresos. Preocupa la crisis educativa: los cursos por televisión son un fiasco para la mayoría; aumenta la deserción en universidades y se quitan recursos a la investigación científica. Una verdadera debacle, ante la cual el gobierno... moraliza: lanza su cartilla moral, como si ése fuera el gran problema a resolver. No hay comida, medicinas, ropa, muebles para Tabasco: ¡ah, pero sí prédicas de cómo portarse bien! Pero yerra lamentablemente el gobierno; para lograr esto último, el orden y la paz social, no se requieren sermones, sino proveer condiciones sociales de vida dignas y satisfactorias.

La otra crisis es de inseguridad. La violencia está desbordada, algo perfectamente esperable considerando lo anterior, pues la gente busca ilegalmente lo que se le niega por derecho. Entre enero y octubre, el robo a transeúnte alcanzó el nivel más alto jamás registrado. Hasta octubre, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad registra 777 feminicidios, que en el año superará los de 2018 (794); en todo 2019 se registró el número más alto de asesinatos contabilizados para 12 meses en la última década. Según el reciente informe presidencial, durante 2020 han ocurrido 32 mil 882 homicidios dolosos y feminicidios. Durante el gobierno de Morena se acumulan 65 mil 539. Entre enero y noviembre de este año, reportó el Presidente un incremento anual de 3.8 por ciento en homicidios dolosos; 8.9 en feminicidios; 21 por ciento en extorsión. En suma, el año pasado, antes de la pandemia, y primer año del gobierno, fue el más violento de que haya registro.

Frente a esta cuádruple crisis, el gobierno de Morena evade su responsabilidad. En un insulto a la inteligencia, reitera que vamos muy bien y culpa al pasado, a “los de antes”, de lo que es su estricta responsabilidad. Con distractores tiende cortinas de humo y desvía la atención hacia nimiedades (como su traído y llevado avión), que impiden a la sociedad pensar en lo relevante. Utilizando mercenarios de prensa, páginas anónimas, granjas de bots, etc., lanza campañas de odio, desprestigio y linchamiento contra organizaciones y políticos que no comulgan con Morena, como el Movimiento Antorchista Nacional, sobre el que se ha desatado una feroz persecución por los seguidores de López Obrador, por ser la única organización que no se ha doblegado y que ha denunciado, con una lógica sólida y argumentos de buena ley, el desastre creado por el gobierno y la dictadura imperante.

Más que la frivolidad que muchos critican a los actuales gobernantes, que es cierta; que su ignorancia y despotismo, muy visibles, el móvil más profundo de su política, es, digan lo que digan, la permanencia del neoliberalismo, aderezado ahora con discursos de izquierda. Pero por más que se maquille este atentado al pueblo, a la realidad no se la engaña, y la dialéctica se impone: la sociedad terminará abriendo los ojos, forzada por las crecientes necesidades insatisfechas; aumentarán la desesperación y las manifestaciones espontáneas de inconformidad. Los damnificados por Morena no podrán permanecer indiferentes, sufriendo en silencio. Sería suicida.


Escrito por Abel Pérez Zamorano

Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.


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