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Contra la “mentalidad sexenalˮ
Lleva dos años en el poder y no hay indicios de que las cosas vayan a cambiar para bien.
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Desde que el país entró a la vida democrática, durante las dos últimas décadas, el pueblo mexicano no ha visto ninguna mejoría en sus condiciones de vida; al contrario, se han degradado constantemente y lo han condenado al exterminio de la pobreza.

Los defensores del sistema –medios de comunicación, políticos e intelectuales– afirman que las elecciones del año 2000 fueron “la expresión ejemplar de democracia que los mexicanos nos pudimos y nos quisimos dar”. El escritor José Revueltas llamaba “mentalidad sexenal” a la fórmula que estos señores usaban para suponer que un cambio de partido o persona en el Gobierno Federal era una prueba indiscutible de que un sistema político es democrático. Obviamente, no se preocupaban por saber si el “México profundo” –el de a pie, el pueblo mayoritariamente pobre– vivía en una realidad negada.

Esa misma visión “sexenalista” de discurso prevalece hoy en la vida política nacional. Se concentra de tal manera en la figura presidencial, que durante los procesos electorales importan más las características personales de los candidatos que los proyectos de gobierno; y una vez triunfante el Presidente de la República, no solo se convierte en el “guía” del pueblo, sino también en el representante de los intereses populares de quien provendrán los cambios prometidos. Según está concepción, la lucha de clases no existe, no hay conflictos y el pueblo es una masa social amorfa cuyos problemas de pobreza y desigualdad no son obstáculo para vivir en la democracia, ya que a la hora de votar, todos los sufragios valen igual.

Frente a esta forma de presentar la realidad, Revueltas advirtió: “mucho menos que el “retrato hablado” (...) del que pueda ser su futuro Presidente, el país necesita el retrato, hablado, escrito, dicho a gritos, como se quiera, pero en todo caso desnudo, verídico, sin afeites ni retoques, de su propia realidad nacional”. Y esta “realidad nacional” no es sino la vida de millones de mexicanos que en cada jornada laboral contribuyen a producir y reproducir las condiciones materiales necesarias para el desarrollo nacional.

Para los trabajadores de México, las dos décadas de democracia electoral han significado varios retrocesos socioeconómicos, pero nos limitaremos a citar solo dos: 1) Un aumento en el costo de la canasta básica o alimentaria y 2) Un estancamiento en los salarios laborales. De 1980 a 2018, el salario mínimo real tuvo un aumento del 24 por ciento, mientras que la canasta básica se incrementó el 215 por ciento. Las personas que actualmente reciben más de dos salarios mínimos y pueden adquirir la canasta básica son muy pocas, mientras que el grupo de las que perciben más de tres salarios se ha reducido de “siete millones 894 mil en 2013 a seis millones 908 mil trabajadores en 2018”. Los aumentos salariales de los últimos dos años no han modificado esta relación.

El crecimiento de la pobreza es otra constante más de la realidad mexicana en los últimos 20 años. Las cifras más optimistas revelan que, en 2008, había 49 millones de connacionales en esta situación, y que en 2018 había por lo menos 52 millones. A esta cifra hay que sumar los pobres que han generado las crisis sanitaria y económica de este año.

La vieja idea de que el Presidente de la República puede resolver los problemas del país en un sexenio sigue vigente; y hoy se ofrece nuevamente acentuada, porque el actual mandatario hizo creer a mucha gente que tenía soluciones definitivas para todos los problemas del país, entre ellos el de la corrupción. Sin embargo, lleva dos años en el poder y no hay indicios de que las cosas vayan a cambiar para bien. Solamente se observa bien en su administración la ausencia de un proyecto de gobierno claro o definido, y que gobierna desde la tribuna de sus conferencias mañaneras en Palacio Nacional con base en mentiras, ocurrencias y tonterías.

Sin embargo, en 2021, los millones de pobres que viven en la realidad negada del país tendrán la oportunidad de superar la “mentalidad sexenal” aún vigente, si deciden unirse y organizarse para convertirse en los protagonistas de un proyecto de largo alcance, no solo de seis años, que realmente cambie las cosas y convierta a México en una nación igualitaria.


Escrito por Diego Martínez Sánchez

columnista


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