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Abejas: pilares imprescindibles en la naturaleza
En México hay aproximadamente dos mil especies de abejas nativas. A diferencia de las melíferas, que viven en colonias (colmenas) con su reina y obreras, la mayoría de las nativas son solitarias.
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Cuando se piensa en abejas, las asociamos con un insecto de abdomen abultado y coloreado con bandas amarillas y negras que se defiende con un aguijón. Estas características corresponden a la abeja melífera (Apis mellifera), la más cultivada en nuestro país por los productores de miel y sus derivados. Esta especie no es originaria de Mesoamérica y fue introducida por los colonizadores europeos.

En México hay aproximadamente dos mil especies de abejas nativas. A diferencia de las melíferas, que viven en colonias (colmenas) con su reina y obreras, la mayoría de las nativas son solitarias y habitan en las zonas tropicales del país. Solo un 10 por ciento de las abejas del mundo son sociales, como las melíferas. Estos pequeños insectos desempeñan un papel muy importante para el funcionamiento de los ecosistemas. Exploremos algunas de las razones.

Las abejas conforman un grupo grande llamado himenópteros, que incluye a las avispas y las hormigas. Las características que las definen son el buche con el que transportan el néctar y los pelos que tienen en todo su cuerpo para recoger los granos de polen que recolectan de las plantas.

Las abejas tienen una estrecha y prolongada relación con las plantas, la cual no solo ha propiciado el desarrollo de los órganos especializados para obtener y trasladar polen, sino también en la dependencia que las plantas tienen hacia aquellas para asegurar su reproducción, ya que, al volar de una planta a otra, van fecundándolas con el polen. A esta asociación abeja-planta se le conoce como melitofilia. Esta estrategia brinda beneficios a ambas partes; es decir, se trata de la simbiosis.

En tanto que las plantas proliferan y mantienen su diversidad, las abejas obtienen néctar con lo que producen su alimento (miel) y otros recursos para producir cera, propóleo (material con el que construyen su panal) y jalea real (alimento de la reina y las larvas). Hay relaciones tan exclusivas como la que existe entre una orquídea que solo puede ser polinizada por una especie determinada de abeja.

Cuando las poblaciones de abejas disminuyen, las plantas que dependen de ellas tienen dificultades para reproducirse y al no conseguirlo, se encaminan a la extinción. Este hecho puede provocar la desaparición de especies animales herbívoros y carnívoros (incluido el hombre) al alterarse o interrumpirse la cadena alimentaria.  

Los vastos beneficios generados por la producción apícola (miel, cera, propóleo y jalea real) datan de épocas ancestrales. Los mayas disponían ya de colmenares, comercializaban miel con otros pueblos mesoamericanos, incluso contaban con dioses guardianes y protectores de abejas, entre ellos Ah-Mucen-cab.

Actualmente, las abejas están siendo utilizadas en México para polinizar hortalizas y frutales en invernaderos y esta práctica ha tenido un rápido crecimiento en los últimos 15 años. Sin embargo, en estas tareas están introduciendo especies extranjeras, incluso abejorros, con lo que, además de desplazar a las especies nativas, están exponiéndolas a riesgos de contraer enfermedades.

En los últimos años, la población de las abejas ha disminuido de forma alarmante. Los principales factores son el deterioro y la pérdida de su hábitat. La deforestación de bosques y selvas con fines agrícolas, ganaderos o construcción de espacios turísticos, está provocando la desaparición de sus sitios de anidación y alimentación en México. Otra amenaza letal es el uso de pesticidas, en extremo nocivos para las abejas.

El papel de las abejas resulta clave para la supervivencia de los ecosistemas y del hombre mismo, por supuesto. Es decir, nuestra existencia depende del equilibrio ecológico de la naturaleza, de la cual formamos parte. 


Escrito por Blanca Mendoza Mejía

colaboradora


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