Destacó que los obispos venezolanos trabajan para calmar la situación.
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“Es que tú no quieres ver lo que está pasando de 2013 para acá. Yo creo que el régimen de Maduro se ha convertido en un régimen ilegítimo. Hay muchos indicios de que es así. Para empezar porque ningún país aguanta una superinflación como la que tiene Venezuela durante tanto tiempo. Por culpa de quien sea, eh. Tú me puedes decir que es culpa de los Estados Unidos, del sector privado o lo que sea… No importa. No importa la causa. Ninguna sociedad resiste una hiperinflación, un desabasto de alimentos como ese. Por ese simple hecho, si hoy hubiera una elección realmente transparente, legal y con todas las condiciones que tiene que haber, y pudieran participar todos los actores políticos en Venezuela, ese régimen se iría a su casa”. Esto fue lo que Hernán Gómez Bruera le dijo a John Ackerman, en el debate que ambos sostuvieron el 5 de febrero en el programa radiofónico de Julio Hernández “Astillero”.
La posición de Gómez Bruera, un analista que se reivindica de izquierda, ha dejado de ser sorprendente. En este momento, cuando Venezuela representa la lucha entre el imperialismo estadounidense y la soberanía de los pueblos sometidos, se esperaría que “la izquierda” mundial, especialmente la latinoamericana, defendiera el bando de los explotados, el de Maduro. Pero no. En medio de la escalada intervencionista de Estados Unidos, hay importantes figuras de la izquierda que públicamente piden la caída del gobierno venezolano. Personajes de la talla de José Mujica, por ejemplo. O Heinz Dietrich, académico muy cercano al gobierno de Chávez y teórico del Socialismo del siglo XXI, quien dijo el 1 de febrero, en el programa de Carmen Aristegui: “la mejor salida para todos es que Maduro se vaya. No va a aguantar más de dos semanas”. A juicio de estos personajes, la Revolución Bolivariana estuvo bien mientras la encabezó Chávez, pero Maduro la ha transformado en una penosa dictadura, por lo que, concluyen, “el régimen” debe caer.
Desde que Chávez murió, el 5 de marzo de 2013, Maduro se convirtió en el timonel del proceso venezolano. Es cierto: Maduro no es Chávez, de la misma manera que Raúl no es Fidel ni Stalin era Lenin. La individualidad de todos es única en la historia. Sin embargo, a pesar de que su liderazgo es menos amplio, Maduro ha sido capaz de mantener a flote el barco revolucionario que Chávez echara a la mar. Este solo hecho es ya motivo suficiente para apoyar al Presidente de Venezuela. Apoyar la lucha que libra Maduro contra el imperialismo es la posición revolucionaria en la coyuntura actual. Con todo, no puede ignorarse que los argumentos esgrimidos por la izquierda renegada –la que pide el fin del “régimen venezolano”- tienen un sustento real.
La Venezuela de Maduro está sufriendo ataques más fuertes que los que vivió la Venezuela de Chávez. Con Chávez, la principal preocupación militar del imperialismo estaba en Medio Oriente, supuestamente combatiendo al terrorismo, y así las Fuerzas Armadas estadounidenses destrozaron Afganistán, Irak, Libia y Siria. Hoy, la “lucha por la democracia” ha ocupado el lugar del terrorismo, y EE.UU. ya no está enfocado en esos lejanos países asiáticos; hoy Venezuela es el blanco principal. Este estado de guerra, que mantiene a Maduro en máxima alerta todos los días, no lo conoció Chávez.
Con Chávez, el petróleo venezolano llegó a precios que hoy parecen inalcanzables. La guerra en Medio Oriente abatió la producción de importantes potencias petroleras, lo que trajo como consecuencia una elevación de los precios del hidrocarburo. Por este medio, Venezuela generó una riqueza abundantísima que pronto se reflejó en la mejora del nivel de vida del pueblo venezolano. Con Maduro, el precio del petróleo ha caído tanto, y con él los ingresos del Estado venezolano, que el mandatario ha tenido que recurrir a China y Rusia para evitar el quiebre de la economía. La crisis económica que amenaza constantemente con hundir a la Revolución Bolivariana, no la conoció Chávez.
En general, puede decirse que los factores externos que hoy ejercen presión sobre Venezuela (en el terreno militar, económico y diplomático) configuran un escenario que el finado Chávez no conoció, pero que a Maduro le ha tocado enfrentar.
Por eso, no es cierto, como dijo Gómez Bruera, que no importe quién ha causado la crisis que hoy vive Venezuela. Todo lo contrario. Al saber que la crisis ha sido causada por el imperialismo estadounidense y sus aliados, Maduro y los venezolanos tienen todo el derecho a mantener su posición y a avanzar hasta donde les sea posible. Porque ese discurso de “abajo la dictadura que viola los derechos humanos y mantiene a su pueblo en la miseria”, es una maniobra ya vista. ¿No fue eso lo que pasó con Cuba? A la isla, los Estados Unidos la aislaron por décadas con un bloqueo salvaje, y luego fueron los mismos estadounidenses quienes acusaron a Fidel de ser un dictador que solo logró igualar a su pueblo en la pobreza.
A seis años de la partida de Chávez, Maduro ha seguido la única ruta revolucionaria que las nuevas circunstancias le han impuesto al proyecto chavista. La otra opción es claudicar.
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Escrito por Ehécatl Lázaro
Columnista de politica nacional