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El huracán Otis ha sido el más devastador en la historia reciente de México. Impactó sobre dos regiones de Guerrero: Acapulco y Costa Grande. A su paso dejó una estela de destrucción en infraestructura y agricultura; los efectos sobre esta última se han analizado poco, por lo que nos enfocaremos en éstos y en su impacto sobre la seguridad alimentaria de la región y el estado.
Las regiones directamente impactadas comprenden nueve municipios: Acapulco, Atoyac de Álvarez, Benito Juárez, Petatlán, Coahuayutla de José María Izazaga, Coyuca de Benítez, La Unión de Isidoro Montes de Oca, Tecpan de Galeana y Zihuatanejo de Azueta1.
El dos de noviembre, el Gobierno Federal declaró zona de desastre a 47 municipios, pero el cinco de noviembre, el presidente López Obrador dijo que se “habían equivocado y que sólo son dos”. No obstante, el desastre no se constriñe a esas dos regiones ni sólo a la pérdida de hoteles e infraestructura turística; las fuertes lluvias y vientos arrasaron con las siembras de maíz, frijol y calabaza (la milpa) en casi todo el estado. Este retroceso del gobierno morenista no es más que una artimaña para no asignar recursos a la totalidad de los municipios afectados.
En Guerrero, las condiciones de la agroecología permiten desarrollar producción agrícola de temporal (89 por ciento) y riego (11 por ciento) para 52 cultivos cíclicos y 40 perennes, colocando al estado entre los cinco primeros lugares nacionales como productor de mango, copra, jamaica, melón, ajonjolí y café con una producción de poco más de 5.7 millones de toneladas valuada en 15 mil 416.20 millones pesos, y en el 15° lugar nacional por su aportación al valor de la producción agrícola (Adesur, 2020).
La principal actividad económica de Acapulco es el turismo y en la región de la Costa Grande, la agricultura. En ésta, la mayor producción agrícola la sostiene el trabajo familiar dedicado a la obtención de alimentos: 80 por ciento de las unidades de producción agropecuaria y forestal es menor a cinco hectáreas y sólo 20 por ciento mayor a cinco, cosechan principalmente en lomas o laderas y muy poco en llano.
Los cultivos de mayor producción son maíz, coco, mango y café. La región contribuye con el 66 por ciento del mango de todo el estado, mientras que el 43 por ciento de esta producción se obtiene de cuatro municipios: Atoyac de Álvarez, Benito Juárez, Coyuca de Benítez y Tecpan de Galeana. El café tiene sus unidades productivas en la sierra de Atoyac y es una fuente de ingresos importante, pues 95 por ciento se comercializa y sólo cinco por ciento es para autoconsumo (Adesur, 2020). Con Otis, los cultivos perennes y típicos en la región, como el mango, coco y café se vieron afectados severamente, las plantas se destruyeron y los frutos se cayeron, por lo que no habrá cosecha este año.
La población del estado es de tres millones 679 mil 821 personas, de las cuales, el 60 por ciento habita en las ciudades y 40 por ciento en zonas rurales; 28 por ciento de las personas ocupadas trabaja en el sector primario de la entidad (Inegi, 2022), de lo que se concluye que los empleos para este sector también disminuirán, pues no habrá qué cosechar. En ese mismo tenor, los precios de los productos agrícolas serán más elevados y es altamente probable que haya escasez.
En todo Guerrero, el 80 pòr ciento de la producción de la milpa (maíz, frijol y calabaza) es para el autoconsumo; es decir, se usa para alimento familiar y del ganado, selección de semillas para el próximo ciclo y, si la necesidad económica se impone, una parte ínfima se destina al mercado, por lo que la situación de la cosecha en este ciclo es preocupante. La destrucción de los cultivos pone en riesgo la de por sí limitada seguridad alimentaria de los guerrerenses. Aunque las zonas ya mencionadas sufrieron un impacto devastador, los vientos y las lluvias también se sintieron en el resto de municipios de la entidad, por lo que la cosecha de maíz para diciembre y enero está en riesgo.
El problema es grave y necesita de la mayor atención por parte del Gobierno para reducir las penurias de la población. No es alarmista afirmar que las consecuencias de Otis apenas empiezan a manifestarse con mayor rigor y que la recuperación no será inmediata, pero para que los problemas se puedan atender bien y la población afectada sufra menos, el gobierno debe comenzar a tomar medidas para enfrentar la adversidad: proporcionar apoyo financiero y subsidio a los agricultores afectados para recuperarse de las pérdidas y reconstruir sus operaciones agrícolas; pensar para futuros eventos naturales en programas de seguro agrícola para proteger a los agricultores contra los daños e invertir en estos momentos en una mejor infraestructura agrícola y asesoramiento técnico a los agricultores para que la recuperación sea más rápida. Desde el punto de vista del abasto de alimentos, se debe garantizar el flujo de las mercancías agrícolas hacia esa región en los meses próximos para que la población no padezca de hambre.
A todo esto, ¿habrá voluntad política para hacerlo? No existe certeza de ello, por eso los guerrerenses deben reencontrarse con su capacidad de organización y hacer valer su fuerza política para asegurar su supervivencia. No hay más.
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Escrito por Rogelio García Macedonio
Licenciado en Economía por la UNAM.