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Internacional
Milei hipoteca el futuro de Argentina
Los empobrecidos argentinos pagarán la campaña electoral más cara en la historia de su país


Los empobrecidos argentinos pagarán la campaña electoral más cara en la historia de su país; y al aumentar demasiado su deuda externa quedarán hipotecados al imperialismo estadounidense, que controlará más y mejor sus recursos, política exterior y a su presidente. No muy lejos, atisba un peronismo que ahora se recompone.

Desde que la oligarquía local y la cúpula trasnacional de Estados Unidos (EE. UU.) lo impulsaron a la Casa Rosada, Javier Milei Lucich se afanó en convertir a Argentina en un aliado incuestionable de la Casa Blanca ante la nueva Guerra Fría contra la República Popular China (RPCh).

Milei, en su desesperada carrera por ser interlocutor significativo con su homólogo estadounidense, sacrificó la neutralidad de su país: cortejó a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y a Taiwán, se solidarizó con Ucrania y, en el Medio Oriente, avaló la ofensiva contra Irán.

Este año debía refinanciar la gran deuda argentina y, casi en el filo de la navaja, recibió la oferta de ayuda desde EE. UU., formulada con el mismo aliento de coerción con el que Theodore Roosevelt realizó la recomendación a sus sucesores en 1990: “Habla suavemente y lleva un gran garrote; así llegarás lejos”.

Trump aplicó la parábola de la zanahoria y el garrote cuando ofreció a Milei una línea de crédito de apertura por 20 mil millones de dólares (mdd), con el Acuerdo de Canje de Divisas en fechas fijas (SWAP, en inglés); y otros 20 mil mdd que le compraría el Departamento del Tesoro por el cierre a los mercados crediticios.

A la par lanzó un contundente ultimátum a Milei y su partido (La Libertad Avanza): “¡Si no gana, nos vamos!”. Es decir, debían ganar la elección parlamentaria del 26 de octubre.

En segundo plano, y muy en secreto, se devela el meollo de esa “ayuda”: el nuevo Congreso debe avalar el traspaso del control de los bienes estratégicos argentinos (litio, tierras fértiles, puertos, carreteras y proyectos de infraestructura) a EE. UU.

Así, miles de mdd de los contribuyentes estadounidenses aumentarán la multimillonaria deuda acumulada por la oligarquía, y hará más pobre y dependiente a la población argentina.

Éste es el efecto socioeconómico y político de la “alianza del caos”, como han llamado los analistas a la relación entre el nacional-populista Donald Trump y el anarco-capitalista Javier Milei. Esta afinidad geopolítica impacta ya en América Latina y el mundo.

No es casual que antes del 26 de octubre, la isla de Trinidad y Tobago cediera a la visión neocolonial de EE. UU. y aceptara cooperar con su supuesta operación-antinarcóticos en el Caribe para amagar desde ahí a la Revolución Bolivariana de Venezuela.

Desde hace varias décadas, el neoliberalismo ha arrastrado a Argentina al declive político-económico, que hoy se expresa en la pobreza de más de 40 por ciento de su población; una inflación del 166 por ciento, desempleo al alza continua y una deuda que rebasa al 85 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB).

El poder adquisitivo argentino está debajo del umbral de 2023 y el consumo no encuentra tendencia firme. Todo esto es secuela de la crisis de 2001 y las pésimas medidas de contención de los gobiernos neoliberales que, lejos de atender a los ciudadanos, privilegiaron a las élites.

La corrupción de políticos-magnates y empresarios caracterizó al país, cuyos sufridos ciudadanos clamaron: “¡Que se vayan todos!”. Pero no se fueron, privatizaron los bienes nacionales, se abrieron a inversiones extranjeras y enviaron sus capitales en fuga al exterior a niveles insospechados.

Experimento anarco-capitalista

Javier Milei asumió la presidencia de Argentina el 10 de diciembre de 2023. En una entrevista con el diario The Economist evidenció su inconsecuencia política al afirmar: “Mi desprecio por el Estado es infinito”. Y no mintió, desde entonces se ha empeñado en desmantelar al Estado argentino y arruinar la vida cotidiana de los ciudadanos.

Su mandato se caracteriza por el autoritarismo, las veleidades de la extrema derecha y la incapacidad para recuperar la calidad política de su país. Es inexperto en asuntos políticos pese a haber sido diputado dos años y le gusta la fuerza y la estridencia.

Por eso recurre a la motosierra. Desde el Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado cerró 13 ministerios; reforzó la Secretaría de Inteligencia, que usa para ayudar a la policía secreta; y nombró vicepresidenta a Victoria Villarruel, admiradora de golpistas.

El plan socioeconómico del Libertario consiste en la supresión de los programas sociales en perjuicio de 52.9 por ciento de los argentinos pobres. En cambio, beneficia al 10 por ciento más rico de la población, que absorbe 24.5 por ciento de los ingresos e integra el nicho de sus simpatizantes.

Hay 29.9 millones de argentinos en pobreza extrema, que se distribuyen en 31 “aglomerados urbanos”, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Estos ciudadanos pertenecen al país que históricamente fue productor mundial de alimentos.

Hoy, millones no tienen dinero suficiente para acceder a la canasta básica, que cuesta 709 mil 318 pesos argentinos (709 dólares o 13 mil 84 pesos mexicanos), pues el ingreso promedio de una familia corresponde a 407 mil 171 pesos argentinos (407 dólares o siete mil 511 pesos mexicanos).

El Libertario sostiene que su plan económico funciona. Manipula datos del INEC para alardear que su plan de recortes redujo la inflación (del 200 por ciento del PIB a “sólo” 166 por ciento); que el país sale de la recesión y se recuperan los salarios.

A pesar de que Argentina viene de un largo ciclo de descenso, Milei alentó la desindustrialización en los sectores estratégicos y estimuló el extractivismo, la agroindustria y al sector financiero. Por ello, está en la bonanza el mercado de Valores, alienta la dolarización y el uso de las criptomonedas, mientras estrangula al peso, explica el experto Ben Norton.

Por ello, la política económica de Milei no es “libertaria”, sino heterodoxa por su limitado control de cambios que impide el alivio financiero. Ante esa sombría situación, el 73 por ciento de la población estima que vive peor con este presidente que antes, según un sondeo reciente.

Salto a la nada

Pese a este deplorable contexto y a la derrota de su partido ante el peronista gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, el pasado 26 de octubre, Milei se alzó con la victoria en la elección que renovó el Parlamento.

Su partido La Libertad Avanza fue el más votado, con 40 por ciento de votos, y superó las cifras de 2023. Logró 64 escaños en la Cámara de Diputados, lo siguió la peronista Fuerza Patria con 44 escaños y el 31.7 por ciento de votos.

La percepción general previa a la elección del 26 de octubre se orientaba hacia la necesidad urgente de un cambio de gobierno; pero apenas sufragó el 30 por ciento de un padrón de 14 millones que estaban obligados a hacerlo.

Los analistas atribuyen la derrota peronista al cambio demográfico del país, con mayoría de electores registrados que apenas rebasan los 30 años y están muy desencantados por la política tradicional.

La elección parlamentaria consistió en una prueba para el gobierno; y el intervencionismo externo de Trump fue determinante para la ventaja lograda por Milei. Para analistas como Lara Goyburu, la ayuda de EE. UU. impondrá condiciones que impactarán a la población.

Aunque hoy el Libertario disfruta de su triunfo, su futuro político luce complicado. Deberá impulsar medidas de ajuste presupuestal para enfrentar el empréstito estadounidense que rechazará la oposición en pleno proceso de recomposición.

Pese al descalabro de octubre, la estrategia peronista continuará su avance para el próximo bienio y no legitimará las iniciativas de Milei Lucich, entre ellas el Plan Motosierra y medidas que inhiban a sectores locales. También se propone frenar la abierta injerencia de Washington y sus corporaciones en Argentina.

Milei enfrentará a un poder legislativo cuya mayoría peronista busca acotar su capacidad para gobernar por decreto. Por ello, logró que la Cámara de Diputados aprobara la Ley que regula esa facultad en los llamados Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU).

La oposición sostiene que el economista ha abusado de esos decretos para gobernar, por lo que la nueva ley exige el aval de ambas Cámaras. Para el oficialismo, la medida es “golpista” y “desestabilizante” porque priva al ejecutivo de un instrumento gubernamental a 22 meses de su mandato.

Con o sin DNU, el huésped de la Casa Rosada intentará vetar cinco proyectos del peronismo relacionados con el aumento de 7.2 por ciento a las jubilaciones; un ajuste por inflación de 70 mil a 100 mil pesos al bono y pensión universal a quienes no han aportado lo debido en 30 años (unos 200 mil a punto de jubilarse, según la Oficina de Presupuesto del Congreso).

Washington estará atento a las maniobras de Milei con sus legisladores y a favor de la oligarquía y los inversionistas foráneos. Pero las dificultades internas se agudizarán con los vencimientos de su deuda pública, advierte Paula Berroni.

La trampa del salvataje

Para neutralizar la presencia de China en el Cono Sur, Trump ofreció el rescate financiero, pero con la intención de incrementar la influencia de las corporaciones estadounidenses en los sectores fundamentales de Argentina: telecomunicaciones, energía y minería especializada en uranio y litio.

Pero esta puja exhibe el contraste de intereses existente entre ambas potencias: de un lado, el injerencismo hegemónico de EE. UU. y del otro el coloso asiático, la cooperación ganar-ganar y el principio de no intervención.

Urgido por los acreedores del incuantificable endeudamiento, Milei cifró su esperanza en el llamadosalvataje (promesa de auxilio financiero) de Donald Trump. Ese pacto multimillonario llegó a un punto de inflexión, pues autoriza al acreedor a extender su influencia en la economía interna argentina.

Se ha ocultado que el salvataje impone el control estadounidense de la infraestructura y los recursos estratégicos argentinos. Implica la sumisión total de su Estado a un poder extranjero a cambio de fondos que no liquidarán su deuda y apenas administrarán el pago de los intereses del plazo más próximo.

Un “acuerdo” cuyo alcance fiscal y monetario rebasa la pesada carga de las condiciones históricamente impuestas por el Fondo Monetario internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y otros organismos financieros.

Aprovecha la fragilidad financiera y la vocación entreguista de las cúpulas empresariales para conceder puertos, yacimientos de minerales críticos (incluidos el litio, las tierras raras y otros más), transportes y vías de comunicación importante al capitalismo corporativo.

El salvataje también expropia a los argentinos la administración de su infraestructura y proyectos futuros, ya que en adelante estarán al arbitrio de una potencia extranjera: EE. UU. No decidirán si se construyen o no obras como la base naval para submarinos nucleares estadounidenses en Ushuaia, ubicada en el centro de la Antártida, o la hidrovía Paraguay-Paraná.

De igual forma, el acuerdo Trump-Milei puso en la mesa el régimen de la propiedad intelectual argentino; en particular las patentes medicinales e industria farmacéutica y la infraestructura digital vinculada al 5G, alerta el doctor en desarrollo, Juan Manuel Padim.

Esta “ayuda” es la segunda en envergadura después de la que el expresidente estadounidense William Clinton otorgó a México en 1994, cuando su homólogo Ernesto Zedillo le quitó los pocos alfileres que sostenían a la economía nacional, según el dictamen del también exmandatario mexicano Carlos Salinas de Gortari.

Con respecto a este “acuerdo”, Ma Hui, viceministro del Departamento Internacional del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh) comentó que, en el “segundo mandato de Trump, la Doctrina Monroe parece cada vez más viva, pues se esfuerza en sabotear la relación entre China y esta región”.

La impericia política e inconsistente visión internacional de Milei lo hacen desdeñar la ventaja estratégica de su país: fronteras en el Atlántico sur y la Antártida, además de que la geografía la aleja de los principales espacios de conflicto contemporáneos.

Pero optó por adular a EE. UU. y su aliado Israel, al grado de que, en abril de 2024, se convirtió en “embajador internacional de la luz” de la organización judía Jabad Lubvitch, que lo invistió en la sinagoga The Shul de Miami cuyo rabino, Sholom Lipskar, le reconoció su “inquebrantable dedicación a difundir la libertad, la esperanza y sentimientos positivos frente a la oscuridad”.

Ésta es la concepción política de un recién llegado a las actividades públicas que despreció la soberanía y la añeja inversión intelectual de su nación a cambio de nada. 

 

Con la soga al cuello

Al asumir la presidencia, Néstor Kirchner recibió un país cuya deuda sumaba 90 mil mdd, legado de la pésima gestión y la corrupción de la derecha neoliberal. En 2005 anunció que liquidaba su deuda con el FMI.

En aquel memorable diciembre declaró: “Fuimos educados para la impotencia y se ha pretendido crear la certeza de que la realidad es intocable. Para superar el infierno en que hemos caído, superar de raíz los problemas de arrastre central y condicionante como la deuda, he decidido destinar las reservas de libre disponibilidad al total de nuestra deuda con el FMI”.

Durante un lustro, los argentinos lograron paliar sus dificultades, pero el agio internacional prevaleció; y entre 2011 y 2015, la deuda escaló a 200 mil mdd. Los llamados Fondos Buitre, que compran deuda de países en difícil situación y luego exigen su pago en procesos judiciales, presionaron a Cristina Fernández para que pagara todo.

La presidenta trató de reestructurar la deuda de 320 mil mdd; pero, en 2012, el juez Thomas P. Griesa de Nueva York ordenó el pago inmediato y la mandataria apeló ante la Corte Suprema de EE. UU.

En un acto inédito contra el agio internacional, Argentina tuvo como amicus curiae a México, Brasil y 80 países (EE. UU., el Parlamento británico, Rusia, Bolivia, Venezuela, Italia, Suiza, el G-77 con China, la UNASUR, el bloque BRICS, la CELAC y el Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, entre otros entes).

Pero los acreedores no aceptaron el plan de Cristina Fernández, pues la idea imperial era controlar Argentina con más deuda. Mauricio Macri concretó ese intento al endeudarse con el FMI por 57 mil mdd, el mayor crédito del organismo.

En 2022, la Corte de Apelaciones de Nueva York ratificó el fallo de 2012 para que Argentina pagara de inmediato. Esa presión cayó sobre el gobierno de Alberto Fernández, colmado de dificultades. Esto abrió la puerta al proimperialista Javier Milei.

 

 

Sin política exterior

Este bonaerense, que en dos años pasó de ser excomentarista económico a 59º Presidente de Argentina, resultó torpe en los delicados hilos de la política exterior. En su afán por congratularse con Donald Trump, abandonó el pragmático principio de la diplomacia al flirtear con Taiwán y alejarse de China.

Alguien le hizo ver su error y envió a Beijing a la entonces canciller Diana Montino para asegurar que reconocía el principio de una China “libre”. Pero, sin visión geopolítica, Milei canceló el esperado ingreso al grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) con lo que dejó pasar la oportunidad de un crédito a su país del Nuevo Banco de Desarrollo del bloque.

 

 


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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