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La pandemia detonó el desplome de la economía mundial (hay causas estructurales más profundas), que derrumbó la demanda de petróleo y, consecuentemente, su precio. Éste se había mantenido a la alza gracias a la OPEP, cártel fundado en 1960, que reduce coordinadamente la producción, beneficiando a los países productores, principalmente árabes, que en el siglo pasado vendían el crudo muy barato a las potencias. En 2016 se amplió, a OPEP+, con otros nueve integrantes, donde destaca Rusia, en 2014 primer productor –Arabia Saudita era el segundo y Estados Unidos (EE. UU.), tercero–.
Este seis de marzo, caída la demanda, Arabia Saudita propuso reducir la producción en 1.5 millones de barriles diarios, 500 mil aplicables a países no pertenecientes a la OPEP, principalmente Rusia, que no aceptó sacrificarse. En declaraciones a Novosti, el vocero de la petrolera Rosneft, Mikhail Leontyev “... equiparó el acuerdo propuesto el viernes con una opción masoquista. Simplemente carece de sentido. Estamos renunciando a nuestros propios mercados, sacando el petróleo barato árabe y ruso para dejar espacio para el caro petróleo de esquisto de Estados Unidos y garantizar la eficacia de su producción. Nuestros volúmenes simplemente son reemplazados por los de nuestros competidores”. Se trataba de afectar a Rusia en provecho de EE. UU., que rechaza firmar todo acuerdo al respecto y que hoy, como primer productor, con 15.3 millones de barriles diarios, inunda el mercado. De hecho, ante la caída del precio en 2014, Rusia participó en 2016 en un acuerdo, vigente hasta 2020, para reducir la producción y elevar el precio, que benefició a EE. UU., haciendo rentable su producción.
Hoy, ante la justificada negativa rusa, Arabia reduce su precio, ofrece descuentos, y desde el 1º de abril eliminará controles a producción y exportación y pasará de 9.7 a 12 millones de barriles diarios. Resultado lógico: el nueve de marzo se derrumbó el precio mundial. Una semana después, el West Texas Intermediate (WTI) cayó a 26.8 dólares y el Brent a 28.6. Con el coronavirus, la caída general había sido de 69 en enero, a 50 a inicios de marzo.
Arabia enfrentará problemas en sus finanzas, y en lo inmediato cayeron las acciones de Aramco, su petrolera. Pero ¿qué le lleva a emprender esta peligrosa maniobra? Algunos opinan que busca obligar a Rusia a reiniciar negociaciones; otros, que la guerra no es entre ellos, sino para replegar a EE. UU., quitándole mercado. Podría ser también una ayuda a ultranza de Arabia a EE. UU. para proteger su mercado en un ambiente adverso, acotando a Rusia. Sea cual sea el motivo, dos hechos son incontrovertibles: la crisis sí golpeará seriamente a EE. UU.; y segundo, Rusia está defendiendo sus intereses.
Todavía a principios de este siglo, siendo EE. UU. el principal consumidor mundial, pagaba un petróleo caro, y dependía de las importaciones: en 2009 importaba 13.7 millones de barriles diarios. Pero buscó romper su dependencia y entrar al mercado, y hoy rebasa en producción a Arabia y Rusia, con petróleo de esquisto. Sus importaciones diarias entre 2005 y 2018 se redujeron, por ejemplo: de Venezuela en 934 mil barriles; Nigeria, 977 mil; Arabia Saudita, 636 mil, y México, 943 mil (Statista, siete de febrero de 2019). “Con 15.3 millones de barriles al día y una producción casi un 17 por ciento más que en 2018 frente al año anterior, Estados Unidos lidera la producción mundial de crudo...” (BBC News Mundo, 19 de septiembre de 2019). Sin embargo, la Agencia Internacional de Energía advierte: “... la producción del petróleo de esquisto, concentrada principalmente en EE. UU., mostró en la década pasada “un crecimiento increíble” de 590 mil a más de siete millones de barriles diarios. No obstante, la complicada tecnología de extracción hace que su producción esté altamente expuesta a las fluctuaciones de precios”. A precios inferiores a 45 dólares es incosteable; una peligrosa debilidad hoy: “Predicen el colapso del 50 por ciento de la producción del petróleo de esquisto si los precios actuales se mantienen dos años (...) Tras el desplome del crudo ocurrido en las últimas semanas, la industria estadounidense del petróleo de esquisto está a punto de colapsar, asevera el portal Oilprice, especializado en el mercado de hidrocarburos” (actualidad.rt.com, 14 de marzo); esto no escapa a los estrategas rusos y saudíes. Ante tal riesgo, Norteamérica acumula reservas.
El costo de extracción del barril de esquisto oscila entre 40 y 90 dólares; este año, los de muchas petroleras van de 55 a 65 (Jennifer Hiller, Reuters, 15 de marzo). Para comparar, según especialistas, aunque Rusia y Arabia pueden extraer petróleo hasta a 10 dólares, el promedio mundial oscila entre 30 y 40. En resumen, EE. UU. no es competitivo; no obstante, violentando las leyes de la competencia, que tanto pregona, pretende dominar el mercado petrolero; Rusia se defiende.
Finalmente, un comentario sobre México. En muchos países la caída en el precio mundial del crudo arrastra ya los de la gasolina: se abarata la materia prima, se abarata el producto. Algunos ejemplos. Del 16 de febrero al 16 de marzo, los precios bajaron así: España -5.6 por ciento, Reino Unido -12.32, Francia -6.3, Italia -3.7 (Expansión. Datos Macro). Entre el 9 y el 23 de marzo: Brasil (-1.14), Colombia (-13.3 por ciento), Estados Unidos (-8.33), Canadá (-23.6), China (-13.5) (globalpetrolprices.com). La causa en México no fue, entonces, una “decisión” presidencial. Y es que: “Las diferencias de precios entre países se deben a los diferentes impuestos y subsidios a la gasolina. Todos los países tienen acceso a los mismos precios del petróleo en los mercados internacionales, pero se imponen diferentes impuestos. Como resultado, los precios de la gasolina son diferentes” (globalpetroprices.com). Aquí, se aplica el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS): por cada litro de Magna, 4.95 pesos, y 4.18 por la Premium; encima, el 16 por ciento de IVA: doble impuesto. Por ley, el precio al público depende de los siguientes factores: precio internacional de referencia de combustibles automotrices en el sur de EE. UU. (asociado al del petróleo); recuérdese: 80 por ciento de la gasolina es importada; el margen (costos de fletes, mermas, manejo y otros), los impuestos, el tipo de cambio (el dólar se encareció), costo de distribución y logística. ¿Cuál de éstos modificó el Presidente, y en qué medida? Además, no es previsible que reduzca esos impuestos, máxime cuando caen las ventas de petróleo (fuente de 20 por ciento de los ingresos gubernamentales). En el presupuesto 2020 se espera un precio de 49 dólares por barril... hoy está a 15.3. Además, AMLO prometió no aumentar impuestos a los ricos. Con la pandemia, pues, cruje por todos lados el modelo económico, heredado de los anteriores y empeorado en el actual, que nos exhibe indefensos ante la avalancha que tenemos ya encima.
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Escrito por Abel Pérez Zamorano
Doctor en Economía por la London School of Economics. Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.