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El Reino Unido es el primer país en abandonar a la Unión Europea (UE) que, ante esa humillación, pretende imponerle una pena ejemplar para que ningún otro miembro lo imite. El actual impasse acentúa las diferencias, aparentemente irresolubles, entre ambos actores del capitalismo corporativo. El 29 de marzo es la fecha límite para concretar la salida británica (Brexit), pero sus promotores –conservadores eurofóbicos y euroescépticos– no convencen al mundo ni a sus conciudadanos de mantener esa decisión. Para evitar su aislamiento económico Londres ofrece tentadores pactos a terceros países como México; habrá que ver que tal seducción no mantenga la desigualdad entre ambas economías.
Gracias al Brexit, la Unión Europea (UE) y la Gran Bretaña viven una crisis existencial. Por un lado, el desesperado bloque comunitario busca contener el riesgo de fuga de otros miembros que desafíen su razón de ser: el control del mercado comunitario. Por el otro, es paradójico que el Reino Unido sea hoy un Estado con profundas divisiones y desigualdades, pese a ser la quinta economía más poderosa del planeta.
El conflicto actual entre ambos confirma que el balance del Brexit es el descalabro del proyecto neoliberal en que se ha sostenido la UE. También exhibe la crisis del capitalismo neoliberal que el Reino Unido aplica desde la época de Margaret Thatcher. Se sabe que el único recurso de subsistencia del sistema capitalista son las guerras interburguesas convencionales; pero entre Europa y Gran Bretaña esa posibilidad es remota.
Sin embargo, ambos actores han incorporado el progreso científico-técnico a los medios de producción, incorporación que incrementa el plusvalor y, consecuentemente, disminuye la tasa de ganancia. En reacción, la burguesía apela cada vez más a un ataque sistemático y permanente contra las condiciones de vida y trabajo de los asalariados.
Ese proceso se evidenciaría en el debate del Brexit de 2016, al exponer el olvido de las élites hacia la agraviante situación de la clase trabajadora. Mientras conservadores y multimillonarios repudian la burocracia supranacional de la UE, mantienen en precariedad a su ejército de reserva.
Así salir de Europa deja de ser una alternativa respetable para exhibir la arrogancia burguesa. De ahí que los británicos han adoptado como símbolo de esa desigualdad y el abandono de las autoridades y los tories hacia los pobres; la imagen de la calcinada Torre Grenfell, incendiada en junio de 2017.
Otra faceta de ese olvido se observa en el puerto de Grimsby, antigua sede de la mayor flota de pesquera del reino y hoy centro de procesamiento de pescado que exporta a todo el mundo. Ahí el 70 por ciento de sus pobladores votaron por salir de la UE, pues prefieren producir como antes. En comunidades rurales, de mayoría católica, crece la incertidumbre por el alcance real del Brexit en sus vidas.
El pasado diciembre pobladores de Boston, en la costa este, dijeron a Der Spiegel que sienten “incertidumbre y un poco de temor” ante el Brexit. Igual sucedió con habitantes de ciudades inglesas. El 62 por ciento de los escoceses votó por permanecer en la UE, igual que el 60 por ciento de los londinenses.
CUATRO ESCENARIOS PARA EL 29 DE MARZO
1) Ruptura no negociada con la UE
Si Londres invoca el Artículo 50 del Tratado de Lisboa y su propia legislación, podría optar por salir del bloque sin negociar nada con Bruselas. Eso pasaría si no se ratifica el acuerdo bilateral o se pacta la extensión del plazo para concretar la escisión.
2) Aplazar el Brexit
Para ampliar el período de negociaciones Londres necesita el respaldo de los 27 miembros de la UE. Pero hay dos trabas: a) Del 23 y 26 de mayo habrá comicios comunitarios y b) Entonces Reino Unido ya estaría fuera del bloque. Por tanto el Parlamento Europeo distribuiría entre otros Estados los asientos vacantes británicos.
3) Segundo referéndum
En octubre de 2018 unas 700 mil personas en Londres respaldaban esta opción, no lo apoyan laboristas ni conservadores. Y aunque el líder laborista Jeremy Corbin pretende forzar elecciones generales anticipadas, no descarta valorar otras opciones.
4) Cancelar el Brexit
Se invocaría una sentencia del Tribunal de Justicia europeo que permita a Londres revocar, de forma unilateral, la notificación a la UE del inicio del proceso de salida de marzo de 2017.
Este resultado ilustra que el referendo cristalizó la percepción escocesa de que el gobierno conservador de Londres no los representa y por eso aumentó su intención de independizarse. Para contener esa determinación, la burguesía británica replantea sus vínculos con Escocia, Gales e Irlanda del Norte, advierte el analista Kyle Crichton.
Temor y capitalismo
La salida del Reino Unido de la UE no es solo una pelea entre euroescépticos y euroentusiastas, sino que sacude tanto al capitalismo inglés como al del bloque comunitario. Para asegurar sus ganancias, la burguesía pro-Brexit atiza el rencor contra la euroburocracia y el miedo a la migración, explica el analista Alejandro Nadal.
La UE ya se organiza ante la pérdida del Reino Unido. Ello significa que no contará con el 18 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de la UE, equivalente a 11 mil 300 millones de euros de su presupuesto. También perderá el 13 por ciento de la población del bloque.
El Brexit significará, asimismo, perder la City de Londres, el centro financiero del Reino Unido. Ahí pasa casi una quinta parte de las transacciones bancarias del planeta y gran parte de ese lucrativo negocio depende de su vínculo con la UE. La City es una presa muy codiciada del capitalismo europeo que hoy presiona las finanzas del Reino Unido. Los bancos hacen planes para trasladarse a otros centros financieros de Europa.
En el debate del Brexit la libra ha sido usada en todas las partes. En su gestión, David Cameron (2010-2016) atizó el temor a la devaluación y consiguió mantener la moneda firme en la eurozona. En los mercados de divisas y la especulación, la libra ha sido útil porque domina en un gran territorio: desde Chipre hasta las islas Caimán.
El miedo ha sido argumento tanto de los promotores del Brexit, como de quienes desean permanecer en la UE. En 2016 el gobierno de Cameron y sus aliados del Partido Independentista (UKIP) invocaron el temor al colapso económico, el desempleo masivo, el temor al inmigrante y al aislamiento.
Cameron restringió beneficios a los migrantes y con ello se aplicó de forma distinta el Acuerdo Schengen -sobre libre circulación- en el Reino Unido y en la UE. Hoy se sabe que el miedo a los migrantes fue decisivo en regiones que, paradójicamente, no tienen migrantes como Gales y otras zonas rurales.
Personas con ingresos superiores a la media británica de Londres y Manchester votaron a favor del Brexit. Ahí las élites conservadoras sienten que su identidad se diluye ante un bloque europeo cada vez menos eficaz y ante un flujo de extranjeros cada vez mayor y sin control. En contraste los británicos de Escocia e Irlanda del Norte están dispuestos a verse como parte de Europa.
Y aunque no se sabe qué estatus tendrán los inmigrantes en el futuro, el gobierno de Theresa May indica que no deberán irse de inmediato. Pero el impacto del miedo a los extranjeros, creado por los pro-Brexit, se ha traducido en más reportes de abusos raciales y crímenes de odio desde el referendo de 2016.
Londres, ciudad muy abierta a recibir a musulmantes, cambió tras el referendo de 2016. El barrio de Barking votó por salir de la UE en proporción de dos a uno; para los residentes esa votación es contra la inmigración y el Islam.
El miedo de los pobres al Brexit tiene carácter distinto: sabe más a soberanía. En Brixham, vital puerto pesquero, los pobladores desean recuperar el control de sus aguas a más de 300 kilómetros de la costa, un espacio que hoy administra la UE y donde operan navíos de los 27 miembros. Los trabajadores de la región resienten que los burócratas europeos interfieran en su modo de ganarse la vida.
Europa contraataca
En venganza por el abandono, la UE presiona al Reino Unido para que se defina por un “Brexit duro” (un divorcio absoluto, completo, inequívoco) o un “Brexit suave” (con planes de cooperación presentes y a futuro). Tras el rechazo del parlamento británico al plan B de la primera ministra Theresa May, la UE presionó.
El primer vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, cuestionó: “¿Qué tipo de Brexit tendremos? No podemos volver atrás y cambiar el inicio, pero podemos empezar donde estamos y cambiar el final”, parafraseando al escritor británico C.S. Lewis, autor de Las Crónicas de Narnia.
Mientras los miembros más poderosos de la UE no dudan en socavar a Londres, Ángela Merkel y Emmanuel Macron advierten que el Brexit es una oportunidad de realineamiento político y, en el mediano plazo, de las capacidades militares de la UE. Esa consideración “no es una vacuna, es una amenaza por razones de orden geoestratégico”, advierte Francisco Louçâ.
LO QUE NO CAMBIARÁ
No se prevé un cambio brusco o inmediato en el flujo comercial ante Europa tras el Brexit. El principal mercado de bienes y servicios británicos seguirá siendo la UE (del 45 por ciento hasta diciembre pasado), mientras que Gran Bretaña se mantendrá como el segundo mercado de exportación para ese bloque, después de EE.UU.
Además “los británicos seguirán eligiendo vivir su jubilación en países mediterráneos, particularmente España”, por lo que llegarán nuevos acuerdos bilaterales en el futuro, estima el analista Joaquín Arriola.
Tampoco cambiará el Eurotúnel, fantástico paso ferroviario bajo el Canal de la Mancha que une Francia con el Reino Unido que emplea a dos mil 500 personas. Su operador, el Grupo Eurotunnel, exige reglas claras –en particular aduanas– para continuar invirtiendo, crear empleos y preservar el bienestar social. El túnel celebra 25 años y está preparado para mantener la fluidez del tráfico en los escenarios post-Brexit.
Alemania y Francia saben que el poder militar británico aún hoy es el más importante de Europa y ha sido el árbitro histórico de la política continental que ha definido el balance de las guerras. Resulta curiosa la postura dura de Macron cuando aumenta su debilidad.
La reacción de los socios de la UE es diversa. Austria y Holanda afirman que darían más tiempo a Londres si tiene una estrategia clara. Portugal apoyaría la prolongación del plazo para negociar esa salida y el ejecutivo español afirma que ya trabaja en medidas de contingencia y prioriza los derechos de ciudadanos y residentes británicos.
Asia también reacciona ante la crisis entre la UE y Londres. El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, asegura que el Brexit es asunto interno del Reino Unido y que Moscú desea una UE fuerte y consolidada. Pese a las sanciones, el bloque es el principal socio comercial de Rusia con un volumen de negocios anual de 270 mil millones de dólares.
“No podemos decir cuál opción es más interesante para Rusia –salida, o no, de la UE-, dado que esa es una psicología que caracteriza a los países y políticos que quieren intervenir y propiciar algún tipo de dirección en otros países. Nosotros no lo hacemos”, puntualizó Lavrov.
Mientras China insta a un Brexit “ordenado”, no deja de considerar ese retiro como una buena oportunidad para su estrategia comercial global. Japón, segundo mayor inversionista del Reino Unido, ha exhortado a ambos actores a minimizar el impacto del Brexit en la economía global. El primer ministro Shinzo Abe ofrece asistir a las casi mil empresas japonesas en el Reino Unido que emplean a unas 150 mil personas.
México y el post-Brexit
Al asumir como embajadora británica en México, el pasado 7 de enero, Corin Robertson reiteró la oferta de su antecesor Duncan Taylor de pactar un acuerdo de libre comercio con México en cuanto se solucione la crisis con la UE sobre el Brexit.
Un año antes Taylor aseguró que el retiro de su país de la UE no afectaría directamente la relación con México, sino que ese proceso profundizará la relación bilateral. La oferta era tentadora, pues en una etapa post-Brexit, Londres negociará un acuerdo de libre comercio ambicioso y beneficioso con México. Además, atraerá a más inversionistas del mercado de valores y captará más Inversión Extranjera Directa (IED).
Si bien el intercambio mutuo apenas roza los cinco mil 500 millones de dólares, al Reino Unido le ha ido muy bien en México, cuyo mercado se ha abierto a mineras, petroleras, financieras e industria de alimentos.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.