La historia narrada en Dead to Rights nos permite conocer uno de los genocidios más terribles que haya sufrido algún pueblo en la historia de la humanidad.
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La celebración a 80 años de la victoria contra el fascismo japonés llevó al Partido Comunista de China (PCCh) a recordar que, desde entonces, su país exhibió un poderío militar admirado por propios y rivales; ese hecho demostró que los países del llamado tercer mundo pueden derrotar al imperialismo en boga.
La conmemoración de ese triunfo chino sobre el fascismo militar nipón tiene un telón de fondo inédito: la obcecación neomonroísta del gobierno estadounidense por amagar a varios países de América Latina con el pretexto de combatir “la amenaza” del narcotráfico.
Las falsas banderas han sido el recurso más frecuente del imperialismo corporativo para instigar el separatismo e invadir territorios ajenos; tal como lo hizo el invasor nipón hace 80 años en China, Washington parece no haber aprendido la lección que Tokio recibió entonces: perdió su imperio por la resistencia de un pueblo agredido.
La resistencia china (1931-1945) fue la primera y más larga “guerra justa” que se hubo librado contra el militarismo japonés. Esa lucha movilizó a millones de chinos para impedir que los invasores se afianzaran en la región sureste y avanzaran hacia el norte para atacar a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Esa guerra implicó un esfuerzo colosal para el pueblo de una nación que durante más de 14 años había sufrido todo tipo de agresiones. Es una gesta histórica cuyas lecciones los mexicanos debemos conocer bien en estos días.
El pueblo chino conoce bien la saña fascista, aunque los estragos causados hayan sido ocultados por Occidente durante décadas. La estrategia del silencio se extiende hoy a los programas de estudio de educación superior y cuando se refieren a este hecho en las redes sociales se le distorsiona, minimiza, omite y se maquilla hasta negarlo o acusar a China “de hostigar” a Japón, dice el historiador Chen Qianping de la Universidad de Nanking.
Silencio, prejuicios y mentiras permean en las versiones difundidas en los países de Occidente sobre una ocupación militar que se prolongó 14 años y dejó millones de víctimas. Abundan “expertos” como Iwatani Nobuo, quien afirma que ello permitió la “expansión del control del moribundo PCCh” y, por ende, su eventual victoria.
La presencia militar y el liderazgo político de Estados Unidos (EE. UU.) en el Pacífico se justifica hoy por la derrota de Japón en 1945. Sin embargo, a China no se le reconoce la misma influencia regional pese a su tenaz lucha, las vidas sacrificadas y la gloriosa victoria contra el fascismo, no solamente en el Pacífico, sino en otros territorios.
¿Por qué?, pregunta la politóloga Nadia Helmy. Tal vez porque se ignora que China lideró el frente oriental antifascista de la Segunda Guerra Mundial. Fue la primera fuerza militar en combatir a las potencias del Eje en el extremo oriente, donde más del 50 por ciento del ejército japonés combatía en el extranjero. Gran parte del territorio chino fue convertido en campo de batalla.
Por ello, en México debe recordarse que China fue piedra angular de la resistencia contra el militarismo japonés en Asia. Esa lucha dio tiempo vital para que los Aliados prepararan su ofensiva en el Pacífico a un costo enorme: la vida de 35 millones de soldados y civiles; pérdidas financieras por más de 100 mil millones de dólares (mdd), e indirectas por 500 mil mdd.
La victoria se alcanzó con el liderazgo político y la visión estratégica del PCCh, que fue pilar en la dirección militar de frente unido en 125 mil 165 combates, refiere Shi Quanwei, del Instituto de Historia del Comité Central del PCCh.
No obstante, mediante una estrategia de omisión, Occidente persiste en ocultar la actuación de China en la Segunda Guerra Mundial en contraste con el reconocimiento a EE. UU., Reino Unido y la Unión Soviética por la concesión de la Orden del Mérito.
Fue hasta 2015, en el 70 aniversario de la victoria del Ejército Rojo de la URSS, cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, exaltó el esforzado triunfo del pueblo chino. Recordó que su país y China fueron los Estados con mayores pérdidas humanas en esa contienda y reiteró su rechazo a las falsificaciones occidentales en la historia.
A su llegada al poder, la facción militar fascista en Japón quiso igualar a Occidente y convertirse en potencia dominante sobre Asia Central. Con visión ultranacionalista, definió una agresiva estrategia de expansión territorial.
De esta forma aseguraría las materias primas requeridas para fortalecer y ampliar la industrialización de su economía. Colonizó Corea, lanzó expediciones militares contra Taiwán y reivindicó como suyas las islas Ryukyu, que hasta ahora también disputa a China.
Todo lo hizo a expensas de sus vecinos, en particular de China, que ante la invasión inminente pidió ayuda a la Sociedad de Naciones enviada a la Comisión Lytton, que documentó la agresión, pero no la detuvo, ni las masacres ni la violación al derecho internacional.
En contraste, cuando Japón ocupó la Indochina Francesa en 1941, EE. UU. bloqueó sus activos financieros y no le reprochó la invasión mediante ninguna instancia diplomática.
Hoy aún se justifica la invasión a China por el “incidente de Mukden”, operación de bandera falsa de tropas japonesas que el 18 de septiembre de 1931 estallaron un tramo de la vía de tren en Shenyan. Con ese pretexto se acusó a China mientras Japón invadía tres provincias del noreste, donde estableció su estado Manchukuo (Manchuria).
El dominio colonial japonés se prolongó 14 años hasta 1945, cuando la guerra de resistencia del pueblo chino logró destruirlo. Este largo periodo evidencia que mientras en Europa comenzó la “gran guerra” (1939), ésta había iniciado ocho años antes en el Extremo Oriente (1931).
El conflicto escaló a guerra de ocupación entre julio y agosto de 1937, cuando cayeron Beijing y la costera Tianjin. El ejército japonés cometió múltiples masacres, entre las que destacaron las ejecutadas en Nanking, donde asesinó de 100 mil a 300 mil chinos; hoy llaman a estos hechos “el Holocausto Olvidado”.
Por estos crímenes, Japón no recibió condena internacional, y ningún país tomó medidas contra los abusos de su ejército, en especial por las masacres de la Unidad 731. Algunos historiadores insinúan que Gran Bretaña incitó a Japón a invadir China para luego aparecer como protector y apoderarse de sus recursos.
Es tarea de investigadores, académicos, estudiosos y periodistas rescatar la verdad y el alcance de la resistencia del pueblo chino contra el fascismo japonés. La difusión y el conocimiento de esta gesta histórica evitaría que las masacres fascistas quedaran impunes y que las potencias “explotaran” a su favor esas guerras, dice la egipcia Helmy.
Japón, llamado Imperio del Crisantemo, es el más antiguo del planeta, al menos en la línea de sucesión continua de sus reyes o emperadores. Aún ahora su sector ultranacionalista persiste en la visión imperial del mapa de Asia extrema para desafiar a China. Fue por ello que se sumó a la Era Indo-Pacífico, concepto ideado por EE. UU. para extenderse en una región donde convergen los intereses de China, las Coreas, Australia, Nueva Zelanda y Filipinas.
Esto influye en la estabilidad de esa extensa región y, en un ambiente de intensa transformación, donde EE. UU., el antiguo hegemón del Pacífico, está en relativo declive. Por ello, Tokio está frente al dilema de seguir a Washington, para defender sus intereses y seguridad, o abrirse a nuevas alianzas, diagnostica el experto Anugerah Maulana.
Este panorama regional definirá la relación entre Japón y China. Si Tokio persiste en alinearse con Washington, la relación navegará hacia la tensión y rivalidad, en medio de su histórica interdependencia económica.
Abundan los sobresaltos. En agosto de 2023, Japón decidió verter aguas radiactivas de Fukushima al Pacífico; de inmediato, China lo condenó. Meses después, el entonces primer ministro japonés, Fumio Kishida, declaró que en Asia podría suceder una crisis como en la que se encuentran Ucrania y Rusia, debido a los problemas sin resolver existentes entre su país y China.
Pese a su histórico militarismo, la dirección política del estado nipón sabe que no puede repetir el error de hace 80 años. Por eso China, a dos mil 146 kilómetros, ve la geopolítica de Japón como un binomio “entre el crisantemo y la katana”, advierte el internacionalista Diego Mourelle.
El recelo es lógico: cuando en 2022 la relación se “normalizó”, China percibió que no había recibido de Japón genuinas muestras de arrepentimiento por la invasión. Es un asunto muy emotivo que está vinculado a los sentimientos de justicia y dignidad y que aún impacta en la relación bilateral, explica la historiadora rusa A. Koldunova.
La tensión es tal que durante la conmemoración del pasado tres de septiembre no hubo representación de Japón y su gobierno presionó a otros países para que no asistieran. No le importó que el PCCh haya situado a China en tan espléndida posición económica y política que rebasa a sus adversarios en el ámbito global.
El presidente de EE. UU., Donald Trump, admitió que vio el desfile del 80 aniversario de la victoria sobre el fascismo japonés, en el que China mostró su portentosa capacidad militar –con misiles balísticos de alcance transcontinental– y calificó esa exhibición como “hermosa” y “muy impresionante”. Sin embargo, minutos antes, en Truth Social, había acusado a China, a Vladimir Putin, de Rusia, y a Kim Jong Un, de Norcorea, de conspirar contra EE. UU. En esa misma ocasión anunció que cambiará el nombre del Departamento de Defensa a Departamento de Guerra.
Ni el poderoso PCCh ni el presidente Xi Jinping conspiran; el sorprendente recorrido de batallones y sistemas bélicos se diseñó para capturar la atención internacional y mostrar que China defiende la paz y resiste al neofascismo con su enorme capacidad bélica.
La ceremonia se desarrolló con una manifiesta intención geopolítica en el marco de la creciente hostilidad de Washington hacia Beijing y el número cada vez mayor de alianzas y lealtades logradas por la República Popular China. Flanquearon a Xi el presidente de Rusia, Vladimir Putin y el dirigente de Norcorea, Kim Jong Un. También asistieron los presidentes de Irán, Masoud Pezeshkian; de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko; de Cuba, Miguel Díaz-Canel; e Indonesia, Prabowo Subianto.
En los palcos aplaudían mandatarios de Eslovaquia, Azerbaiyán, Congo, Zimbabue, Vietnam, Mongolia, Kazajastán, Tadjikistán, Kirguistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Armenia, Laos y Mongolia. Además, asistieron: el rey de Camboya; los primeros ministros de Pakistán, de Nepal y de Malasia; el líder de la junta de Myanmar y exprimeros ministros de Nueva Zelanda y Rumania, entre decenas de políticos más.
Después de la ceremonia, los líderes de Rusia y China profundizaron su relación “sin precedentes”, ya que pactaron la construcción del gasoducto más grande, extenso y con mayor inversión de capital en la historia: el Poder de Siberia-2 que suministrará 50 mil millones de m3 de gas del oeste ruso al norte chino durante 30 años, con un precio menor al pagado por Europa.
1839-1844. Primera Guerra del Opio: británicos ignoran las normas manchúes y estalla la guerra, que pierde China. Con el Tratado de Nanking, Inglaterra controla Hong Kong y puertos chinos.
1852-1856. Inundaciones en Henan dejan 100 mil muertos. China pierde la Guerra de la Flecha; Occidente impone tratados comerciales con privilegios.
1853 Japón sale de su aislamiento feudal y se inserta en la red comercial mundial.
1860-1864. Gobierno manchú retira privilegios a europeos; Inglaterra y Francia ocupan Beijing. La emperatriz Dowager Tz’u Hsi derroca al príncipe Kuang por sus reformas.
1870-1887. Masacre de extranjeros en Tientsin. Guerra con Francia que toma Annam y Portugal ocupa Amoy. Inundación deja 900 mil muertes en Henan.
1892-1894. Sun Yat-sen funda la Sociedad para la Resurrección de China. Guerra con Japón que toma Taiwán y obtiene concesiones.
1898-1901. Rebelión de los Boxers (Sociedad de los Puños Justos y Armoniosos) expertos en autodefensa marchan bajo el lema “Derrocar al Ch’ing y expulsar a los bárbaros”; sitian 11 embajadas. China pagó 265 millones de dólares en compensación.
1905. Sun Yat-sen lanza movimiento anti-Manchú, estalla revolución en Wuhan y cae la dinastía Manchú. Se declara la República China que preside Yuan Shih-k’hai.
1912-1915. Dinastía Qing. Japón presenta 20 Demandas a China. Muere el presidente Yuan y se independizan gobernadores provinciales en medio de movimientos contra Japón. Primera Huelga General.
1920. Paro de ferrocarrileros en Manchuria. El padre del comunismo chino, Ch’en Tu-hsiu, funda la Liga Juventud China Socialista y nace el Partido Comunista Chino. Muere Sun Yat-sen. Chiang Kai-shek y el Kuomintang pelean con los comunistas.
1925. Se expande el socialismo campesino.
1927-1931. El Kuomintang masacra a comunistas, Mao Tse-tung lidera levantamiento campesino en Hunan y se crea el Cuarto Ejército Rojo. Mao y Chu Teh controlan Kiangsi mientras reforman y educan al campesinado. Razzia de Chiang Kai-shek contra “bandidos” comunistas, mueren 60 mil efectivos del Ejército Rojo y un millón de campesinos.
1931-1945. Guerra de Resistencia contra Japón.
1934. Inicia la Larga Marcha, Mao gana el control del PCCh y el Ejército Rojo avanza. Mao y Chiang pactan trabajar juntos contra japoneses que ocupan gran parte del país.
1939. Segunda Guerra Mundial. Operan comunas comunistas en zonas bajo control de Mao. Inflación en Japón que circula moneda sin valor.
1945-1949. Rendición de Japón. Desertan soldados del Kuomintang, que se refugian en Formosa, Mao toma Beijing y proclama la República Popular China.
1958-1969. Campaña de industrialziación, roces fronterizos con India y con Rusia.
1966. Revolución Cultural, lucha por el liderazgo y se desacredita a Liu Shao-chi. Prueba de primera bomba atómica. Muere en accidente aéreo Lin Pao. Richard M. Nixon visita China.
1976-1986. Muere Mao Tse-tung. Inicia apertura a inversión extranjera.
1989. Incidente en Tiananmen, asume Jian Zemin. Rusia y China restauran lazos.
1996. China, Rusia, Kazajastán, Kirguistán y Tadjikistán acuerdan cooperar. Provocación separatista con bombas en Yining, Xingiang.
1997-1999. Hong Kong y Macao retornan a soberanía China. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) bombardea embajada china en Yugoslavia; escalan ataques de la secta Falun Gong.
2000-2001. Nace la Organización de Cooperación de Shanghai, China entra a la Organización Mundial de Comercio (OMC) y George Bush visita Beijing. Campaña anti-corrupción, bomba en Xinjiang. China pide a EE. UU. no dotar a Taiwán de equipos antimisiles.
2003. Epidemia de Sars. China e India alcanzan acuerdo sobre Tibet y Sikkim. Primer vuelo espacial tripulado en el satélite Larga Marcha.
14 de marzo de 2014. China declara el tres de septiembre día para conmemorar la derrota de Japón. Xi Jinping asume la presidencia.
El presidente Xi Jinping es la figura central de la quinta generación de China; fiel a la Nueva Era que proclamó el 19o Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), que proyecta al socialismo con características chinas en su política exterior. Ningún líder en la milenaria historia del llamado Reino Medio ha convocado y dialogado con tantos jefes de Estado, de gobierno y organizaciones multilaterales de los cinco continentes como Xi.
En discurso del tres de septiembre declaró: “la Humanidad se enfrenta de nuevo a una elección entre la paz y la guerra, el diálogo o la confrontación, y los resultados en que todos ganan o los juegos de suma cero. Es imparable la revitalización del pueblo chino; el noble objetivo del desarrollo pacífico de la civilización debe prevalecer”.
Es la esencia de su Iniciativa de Gobernanza Global acorde con los pilares políticos chinos: Introducir (qingjinlai) y Salir (zouchuqu) que propone: un nuevo tipo de relaciones entre grandes países, una diplomacia de grandes países con peculiaridades chinas, una comunidad global de destino común y un nuevo tipo de relaciones internacionales.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.