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El 31 de julio se cumplieron 15 años del fallecimiento del chihuahuense Víctor Hugo Rascón Banda, escritor y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Fue un dramaturgo, narrador, académico, guionista y crítico teatral que inició su carrera a mediados de los años sesenta como autor de obras didácticas.
Rascón Banda nació el seis de agosto de 1948, en Uruachi, un pueblo minero de la Sierra Madre Occidental de Chihuahua y falleció en la Ciudad de México en 2008. Como dramaturgo reflejó en el escenario la situación social del país. Autor de más de 50 obras de teatro, 10 guiones de cine, novela, cuentos y artículos. Premio Latinoamericano de Teatro 1981; Premio Nacional de Teatro Ramón López Velarde 1982; Premio Juan Ruiz de Alarcón 1993; Premio Rodolfo Usigli 1993; Premio Nacional de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón 2001; Medalla Xavier Villaurrutia, entre otros. Tuvo la distinción de escribir y pronunciar el mensaje del Día Mundial del Teatro en la sede de la UNESCO en París, Francia, en 2006, siendo el primer mexicano y el segundo latinoamericano después de Pablo Neruda en obtener tal honor. Fue presidente de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem). Nombrado por el Congreso de Chihuahua Benemérito del Estado, que decretó además La Medalla al Mérito Cultural Víctor Hugo Rascón Banda.
El sueño de la Academia de la Lengua
Víctor Hugo el niño le preguntó un día a su madre: “¿Quién hace las palabras, mamá?”. “Dios, hijo, es quien hace las palabras”. No le gustó la respuesta, pero como era bien portado, el chamaco inquieto y curioso no le retobó a su mamá. En la primera oportunidad, volvió a hacer la misma pregunta, pero a su maestra en la escuela primaria. Ella, quien era por cierto prima hermana de su madre, le contestó al niño de la manera más directa: “No lo sé, pero lo voy a averiguar”.
Qué niño tan inteligente, yo misma nunca me hice semejante pregunta, pensó la profesora. Y lo que hizo fue, en efecto, investigar en enciclopedias y otros tratados que no han de haber sido muy abundantes en la remota cabecera municipal de Uruachi.
“Ya tengo la respuesta”, anunció a su alumno la profesora a los pocos días. “Las palabras las hacen los académicos de la Academia de la Lengua”.
“Pues yo quiero ser uno de esos académicos”, adelantó el infante.
Años después, Rascón Banda se enteró de que las palabras las acuñan los pueblos a lo largo de la historia, y que los académicos solo sancionan y reglamentan su uso.
En una ocasión, inspectores de Educación acudieron al pueblo para revisar la escuela primaria. Ahí, los llevaron de salón en salón, y como Víctor Hugo era el alumno más adelantado, estuvo en todos los salones para contestar las preguntas que hacían los inspectores al alumnado. Con trampa, lo disfrazaron con ropas diferentes en cada salón, lo peinaban al revés, al derecho, y así la escuela iba a salir bien librada en cuanto al nivel de enseñanza. En el último salón, que era el del niño futuro dramaturgo, el inspector le preguntó a uno por uno acerca de lo que querían ser cuando fueran grandes. Cada cual contestó lo propio, pero al llegar al pequeño Rascón Banda, preguntó el inspector: “¿Y tú?”. “Académico de la Academia Mexicana de la Lengua”, le respondió con toda seguridad.
Pero ¿cómo?, preguntó incrédulo el funcionario educativo a la profesora. Y ella lo puso al tanto de las inquietudes de su alumno.
Sus influencias literarias
Y así, contando esa anécdota, Víctor Hugo Rascón Banda empezó su discurso de aceptación en la Academia, casi en vísperas de su muerte, acaecida en 2008, a los 59 años, . El texto para la ocasión no lo pudo leer completo, ya que acudió con mascarilla y tanque de oxígeno a la ceremonia, por lo que le pidió a su amiga, la actriz María Rojo, que lo terminara. Por cierto, como excepción y a petición del propio dramaturgo, la ceremonia no fue en las instalaciones de la Academia, sino en un teatro lleno de flores. Para ser miembro numerario de la Academia Mexicana de la Lengua, lo propusieron Alí Chumacero y su paisano de Chihuahua, Carlos Montemayor.
Por las características y el diseño del sistema educativo de entonces, así como por sus propios méritos académicos, Rascón Banda se graduó como profesor de educación primaria, de la Escuela Normal Superior José Medrano, en la capital de su estado, a la tierna edad de 16 años.
Mucho tiempo después obtuvo el doctorado en Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Y aunque ejerció como abogado, ya pesaba más en su interés la creación literaria, y el teatro en concreto. Por ello se inscribió en el Centro de Arte Dramático, donde el dramaturgo y director Héctor Azar lo instruyó en los pormenores de la dirección escénica. También fue alumno de Hugo Argüelles, de cuyos célebres talleres fue asiduo participante. Y a Vicente Leñero le debe haberse familiarizado con las técnicas del relato teatral.
Su producción dramática incluye casi todos los géneros, destacando el monólogo, el drama, la comedia y la farsa, los cuales, de acuerdo con diversos especialistas, se pueden leer como auténtica literatura dramática y como acciones teatrales que permiten al espectador crear su propia puesta en escena, una llena de pasiones, reflexiones, encuentros, desencuentros y adversidades.
Las Jornadas Rascón Bandianas
En Chihuahua, cada año se realizan las Jornadas Rascón Bandianas, que son diferentes eventos culturales (teatro, lectura y presentación de libros, música), en honor a la obra de Víctor Hugo, y que a veces cuentan con intervención de autoridades pero que, en lo esencial, corren a cargo de amigos, colegas, familiares, gente de teatro y artistas.
¿Cómo empezaron estas Jornadas?
Lorena Serrano Rascón, su sobrina, hija de una hermana de Rascón Banda, explicó en una entrevista: “caímos en la cuenta, como familia, de que los libros de él no podían estar guardados en una biblioteca, en una caja. A los seis meses de su partida, acudimos con su mujer, María Bonilla, y a la Universidad Autónoma de Chihuahua. Ella aceptó, vino y dio una cátedra en el Paraninfo Universitario, y a partir de ahí, se nos dibujó el camino”.
Se nos juntaron otros, entre amigos y gente de letras, la familia. A un año, todavía teníamos la pila muy baja, pero ese año vivimos algo especial. En el panteón La Colina, de la capital, pusimos una carpa, le pusimos sus canciones preferidas, tuvimos ahí mismo, testimonios de compañeros suyos de la Escuela Normal Superior José Medrano. Y ahí sucedió, bajo la sombra de una improvisada lona ante su tumba, el chispazo, la revelación de lo que íbamos a hacer, mejor dicho, de lo que deberíamos hacer. Comenzamos a planear las siguientes Jornadas, ya nombradas formalmente Rascón Bandianas.
En este año, el 2023, señala Lorena, todo el año hemos tenido diferentes temáticas: teatro, cine en Los Laureles (que es la sede de la Secretaría Estatal de Cultura de Chihuahua). En diferentes países, también le están rindiendo homenaje por los 15 años de su partida.
María Bonilla
“Era el dramaturgo de los desposeídos”: Lorena
“Sus obras son, en general, crudas, basadas en hechos reales, sacadas de la nota roja de los periódicos o de la vida cotidiana de las personas. Sacadas de la vida real”. Así las describe Lorena Serrano Rascón.
“Él decía: ‘Yo no me meto en una torre de cristal’, y es cierto, él, lejos de solo inventar personajes de su imaginación, descendía a nivel de calle, era el dramaturgo de los desposeídos, y a través de él hablan las personas de la calle, la gente que no vemos, los invisibles”.
Por ejemplo, en El caso Santos, el dramaturgo recrea un suceso de la nota policiaca. Un niño de 12 años recibió un disparo mortal en la sien por parte del oficial Darrell Cain en un juego de ruleta rusa cuando estaba confinado en el asiento trasero de un auto policial cerca al Pike Park, en Dallas, Texas. Unas horas antes, Santos y su hermano, David Rodríguez, habían sido recogidos por la policía en su casa para ser interrogados sobre un robo en una máquina de refrescos, de donde habían sustraído al parecer dos cocacolas. El asesinato del adolescente en 1973, considerado como un acto de brutalidad policial, marcó un momento histórico para la comunidad mexicoamericana en Dallas, Texas, al influir en sus luchas civiles, impulsar la representación política y cambiar la composición racial y étnica del Departamento de Policía.
Otra obra, DeSazón, cuyo título implica un juego de palabras, juntó a tres actrices reconocidas: Julieta Egurrola (que representa a María Müeller); Angelina Peláez (su personaje es Consuelo Armenta) y Luisa Huertas (que es Amanda Campos), son mujeres que se conocen y comparten sus vicisitudes durante una feria. Al respecto, la propia Julieta Egurrola dice que “con esos personajes que hacemos hemos madurado juntas… Víctor Hugo escribió estas historias: de una menonita, una maestra en la sierra y una mujer rarámuri… ha sido una experiencia fuerte la de DeSazón porque… son la coyuntura que este gran dramaturgo mexicano tomó para hablar de la condición en que viven diferentes mujeres en su estado, que hacen todo un universo con estas tres culturas que conviven en Chihuahua”.
Lorena Serrano Rascón, en promoción del legado de su tío.
La mujer que cayó del cielo
¿Y qué decir de La mujer que cayó del cielo? La obra se inscribe en el teatro de denuncia. Fue protagonizada magistralmente por Luisa Huertas; Víctor Hugo la trajo a Chihuahua, al Teatro de los Héroes, a su ambiente más cercano. Es la historia verdadera de una mujer de la etnia rarámuri, Rita Mancinas Quintero, quien se fue un día, simplemente caminando, sin ruta alguna predeterminada, sin haber tomado transporte ninguno, sola ella y sus pies, desde su natal municipio de Urique, en la Sierra Tarahumara, y apareció en un pueblecito de Kansas, en Estados Unidos, donde por ignorancia, por prejuicios raciales y xenofobia, la policía local la encerró primero en una celda, solamente porque la sorprendieron vagando y removiendo desperdicios en los botes de basura de un restaurante, evidentemente porque tenía hambre.
A la mujer aquella, los policías de Ulysses, Kansas, no le entendieron, a pesar de que se valieron de por lo menos dos intérpretes para dilucidar qué idioma hablaba, qué palabras eran aquéllas tan extrañas que salían de su boca, en aparente incoherencia. La pusieron a disposición del Departamento de Trabajo Social, donde decidieron que estaba loca y que había que enviarla al pueblo más grande del condado, Larned, donde contaban con instalaciones siquiátricas para una mujer como la que tenían enfrente.
Y ahí quedó Rita, recluida 12 años, hasta que su presencia fue conocida por un mexicano, Miguel Ángel Giner Rey, quien vivía en Topeka, Kansas, donde atendía tareas educativas y de protección a migrantes extranjeros como parte de un trabajo de sociología, psicología y humanidades, dentro de la Universidad de Kansas, con el fin de obtener una Maestría. Giner conocía la lengua de Rita, el rarámuri, por haber tenido una estancia en la Sierra, donde realizó algunos estudios. Él platicó con Rita, y expresamente le preguntó que cómo logró llegar a Kansas desde Urique, y ella le contó a Miguel Ángel que remontó el camino “a ratos volando y a ratos caminando”.
Giner Rey no escatimó en gestiones jurídicas y diplomáticas para rescatar a Rita de las torturas de un hospital siquiátrico en donde la trataban como demente (donde terminaron perjudicándola), y repatriarla con todas las formalidades legales y traerla de regreso a Chihuahua.
Congreso de Chihuahua. Convocatoria al Mérito Cultural Rascón Banda.
La muerte
Rascón Banda escribió en un ensayo titulado ¿Por qué a mí?:
“Cuando en una familia aparece la palabra cáncer, todos tiemblan, se aterran, pierden el sueño, el apetito y la calma; rezan, se deprimen y reina el caos. Lo primero que hay que hacer es tener la cabeza fría y hacer una reunión familiar, de preferencia en la noche, para evitar distracciones e inasistencia… ¿cuántos ahorros pueden reunirse? ¿Quiénes pueden y quieren cooperar? ¿Cuántos coches se pueden vender? ¿Cuántos terrenos, casas y departamentos se pueden hipotecar o vender?”.
¿Y cuando el enfermo ya no tiene remedio y debe estar vigilado para detectar cambios en su respiración y en su estado general? Continúa el autor en este texto de 220 páginas dedicado a su cáncer, a su padecimiento y a lo que sentía en esos momentos difíciles:
“En la cárcel y en la cama se conocen los amigos, dice el dicho. Y los familiares, agregaría yo”.
En efecto. Asistido en sus últimas horas por su querida sobrina Lorena Serrano Rascón, quien ya no se movió de su lado en aquel cuarto del Hospital ABC de Tacubaya en el Distrito Federal, ella le preguntó al tío si iba a querer la visita de un sacerdote. Sabido es que Rascón Banda era anticlerical, pero creyente. Él le respondió que no, que mejor le hiciera el regalo de todas las oraciones de que ella se acordara. Y así hicieron. Una vez que ambos agotaron sus rezos, ya todo fue cuesta abajo hasta la partida inevitable. Se fue de su mano, literalmente.
Algún tiempo después, ella consultó en Chihuahua con el padre Alberto Meouchi Olivares, del rito maronita católico, su inquietud acerca de si a su tío le había hecho falta la extremaunción, y él la tranquilizó: “No, hija, tú le diste la extremaunción”.
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Escrito por Froilán Meza
Colaborador