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Nacida en 1936, palestina de Nablus exiliada en Irak, donde se licencia. Entre sus obras más destacadas está Canciones palestinas, en cuyos versos se dirige al pueblo palestino y a la humanidad. En A un fida´i critica a los que no participan en la resistencia, sea dentro o fuera de Palestina, frente a su elogio al fedayin, con el que hasta la propia tierra se siente cómplice; en El retorno señala que, cuando se produzca el ansiado regreso a Palestina tras el largo exilio, hallarán la tierra cubierta de sangre, el precio pagado durante la lucha de resistencia; y el poema El viejo y la tierra es un diálogo con la tierra palestina de un anciano cuyos hijos luchan por la patria y al morir en ella serán simiente de futuro.
*No existe una fotografía de la poetisa, por lo que para esta edición usamos una imagen que rinde tributo a las mujeres palestinas.
El viejo y la tierra
En los caminos de nuestra aldea,
entre sus olivos tiernos,
le dice el viejo a la tierra:
“te consagré diez muchachos queridos.
No suspires, no llores,
los consagré a la Patria...”.
Caminan los diez seres queridos en la oscuridad,
los oculta la marcha de una nube,
palpita la tierra en su corazón prendado
para besar sus pasos,
amortigua la sombra sus impacientes suspiros.
En los caminos de nuestra aldea,
junto a al-Lidda y ar-Ramla,
allí regresaron nueve;
habían terminado su marcha.
“Pero, ¿y vuestro décimo hermano?”
pregunta el viejo, mientras la luna entristecida,
contemplando, permanece en vela.
“Allí lo sembramos, padre.
Allí lo sembramos”.
A un fida´i
Me sentaré de noche a tejer los calcetines
para arroparte los pies,
porque, tú, el de la combatiente frente, vives el sufrimiento.
Mientras otros muchos, en sus juegos
y sus bares, son a tu exilio indiferentes,
tú arropas el fusil
con el fuego de tu corazón,
te sumerges profundamente
conociendo muy bien tu sendero,
tiñes tu tierra,
mi tierra, con tu amor
para aglomerar sus motas de nuevo
en la palma del recién nacido.
El retorno
Calma, entraréis en ella,
y, cuando entréis,
acariciad el polvo.
Cada palmo de su lozana tierra estará rebosante de sangre.
Veinte años tendréis que pagarlos...
Saludos del corazón a la fidelidad,
a un encuentro estrepitoso con bullicio de canciones...
Y la vida
y la muerte
y la alegría y el llanto...
El latido que en las venas esparce su eco,
la nostalgia que al salir el sol
propaga su quimera,
la luz que altiva se eleva...
Tened calma,
tened calma, amigos queridos,
la cita esplendorosa se aproxima
y, cuando entréis en ella, acariciad el polvo.
Tras la marea
¿Quién sembrará paciencia en este suelo de dolores
y amainará los fuegos en pleno desastre?
¿Quién secará el amargo llanto del corazón,
y salmodiará aleluyas al oído de las madres sin hijos?
¿Quién dará nuevos sueños al pobre? (…)
¿Quién podrá sacudir látigos de castigo ante el invasor?
Muro contra nuestro aliento
Cada día una hora más cruel,
la esgrima de corazones apenas palpitando
el pálpito de hojas en nuestros jardines secos,
el calor en Gaza en Jericó
manteniendo sueños que jamás tuvimos tiempo de recordar,
una anciana intentando revivir
cualquier fantasía posible,
otra pensando en su esposo
perdido en lo inimaginable,
hombres sobre alambres de púas que dejan
de responder cuando gritamos sus nombres,
demasiado atareados intentando
[cruzar el punto de inspección,
los soldados, el día, la noche,
mientras otros beben té, hablan de toques de queda,
las mujeres, los niños que enterraron,
mientras una madre pregunta
qué le dirá al niño que lleva dentro
y que ella desearía que no viniera.
Somos testigos del octubre en llamas,
y cada mes siguiente,
es igual; las calles
por las que caminamos nos recuerdan
quiénes somos y lo que ellos
jamás harán de nosotros…
retratos humanos en esquinas
que olvidamos mirar u olvidamos alcanzar…
Fotografías pegadas en muros
como si pertenecieran a ninguna parte,
un novio y una novia forzados a casarse
en cualquier lugar menos donde era debido,
y, aún así, seguimos preguntando:
cuál victoria apaga las velas
cuál mar habla de otro mar.
Aun si levantan el muro
más allá de nuestro alcance,
sólo conocemos un hogar;
aun si cada vez tomamos rutas distintas,
los árboles nos guían, el viento nos guía,
el sol y la luna nos guían
y cuando llegamos hallamos los libros
que no podemos dejar de leer, los bordados
hechos por los refugiados, la cocina
donde vivimos nuestras vidas
–una propuesta de matrimonio, una muerte,
[un nacimiento–
y cada día, mientras colamos nuestro café,
nos saludamos adecuadamente
y expulsamos el muro de nuestro aliento.
Esta noche
A las hojas murmurando
en los campos amarillos,
a las dolencias de un campesino,
el dolor de un niño abandonado
mira a Tiberia disfrazada en sombras;
en las minúsculas pisadas de las estrellas
siente el toque hambriento de un mendigo.
Y responde por qué fingimos,
cuando medimos la tierra
y no había espacio para los dos.
El agua alcanzará
el borde del vaso, mas no
se permitirá rebosarlo.
La violencia explotará y los horrores
se atarán
a cada árbol desnudo.
Esta noche oiremos discursos
ordenándonos abrir nuestras piernas,
escandalizar como meretrices.
Esta noche veremos
cinturas tatuadas y kalashnikovs
en los maleteros de los autos.
Recuerdos paralizados y
revoluciones
tras la puerta de cada casa.
Veremos paisajes rojos,
piedras de luz, plumas ligeras meciéndose
en el paisaje nocturno.
Y las arrugas se multiplicarán
en nuestros rostros esta noche, mientras cada
muerto se alza de su tumba.
Esta noche los exiliados, inmigrantes, refugiados,
serán atrapados en pájaros cantores,
y el asfalto cuarteado recitará viejos versos.
Esta noche escucharemos las grietas de historias,
los gritos de los estrangulados
por la noche en la noche…
Esta noche el amor será difícil.
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Poetisa, historiadora, periodista, activista política, defensora de los derechos de las mujeres.
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Escrito por Redacción