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Mientras Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión Europea (UE) distraen al mundo con su guerra proxy contra Rusia en Ucrania, a escasos kilómetros de este frente ambos maniobran en Moldavia para controlar el Mar Negro y bloquear el acceso del Kremlin hacia el Cáucaso, Siria, Medio Oriente y la salida de sus hidrocarburos.
Moldavia resulta fundamental para la geopolítica europea, estadounidense, rusa, de Ucrania y Rumania. Tal estado atrajo inicialmente las miradas de Occidente; pero el choque inicial se concretó en Ucrania, a pesar de que en 1991 también se separó de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Es un país del este europeo con gran herencia cultural rusa; tiene 33 mil 851 kilómetros cuadrados de territorio (semejante a Puebla), limita con Rumania y Ucrania, y está a sólo 40 kilómetros del estratégico Mar Negro. Sus 2.8 millones de habitantes con diverso origen étnico conforman un paisaje político que se expresa en el añejo diferendo con Transnistria.
Es un cuerpo marino de gran importancia geoestratégica porque comunica al mar de Mármara por el Estrecho del Bósforo, y al Mar Egeo por el Estrecho de los Dardanelos. Por ello, el control del Mar Negro permite tener el control del transporte marítimo en esa región del planeta.
Esto exige un gran esfuerzo para entender la complicada situación geopolítica que se vive en este país. Los interesados deben traspasar el muro de silencio y la desinformación tendida desde los buscadores digitales convencionales.
Únicamente la cuidadosa búsqueda de fuentes alternativas vivas, académicas y bibliográficas, revela la hostilidad con que la actual presidenta moldava trató al embajador de la Federación de Rusia, Oleg Vasnetsov, al que convocó para reclamarle supuestas incursiones de su país ¡contra objetivos ucranianos! Revelar esa madeja de intereses cruzados es misión de los analistas.
Engaño y división
Hace 31 años, Occidente sedujo a Moldavia con la ilusión de una bonanza por el libre mercado; y hoy es el Estado más pobre de la región en el este europeo. Ante su economía vulnerable, las cúpulas socioeconómicas alientan su integración a la UE que, a cambio, ya lo convirtió en piedra angular de su seguridad.
Moldavia, como Georgia y Ucrania, es objeto de la influencia y disputa de las potencias vecinas. Por un lado, de las naciones europeas que se hallan bajo el manto de seguridad de EE. UU. y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); y por el otro de Rusia, cuando recobró su protagonismo mundial.
Según su Constitución, Moldavia es un país neutral, la UE logró que el gobierno restringiera el ingreso a los ciudadanos de Rusia, Bielorrusia, Serbia y Montenegro. Y pese a no pertenecer a la OTAN, en su espacio aéreo permite el sobrevuelo de aviones ucranianos con misiles que atacan objetivos rusos.
Además, sus tropas han participado en misiones de la ONU en Liberia, Costa de Marfil, Sudán y Georgia, donde Occidente defiende sus intereses corporativos. Todo ello para ganarse puntos y adherirse a la UE; es decir, los políticos de la UE “le mueven el garrote con la zanahoria” para atraerlo como Estado-orbital.
Moldavia es muy dependiente de Rusia; desde el gas que consume hasta los ingresos que reciben miles de sus ciudadanos que trabajan ahí. Y desde su precaria situación, muchos moldavos son atraídos por el dinamismo económico-comercial de la Unión Económica Euroasiática (UEE) que Vladimir Putin articuló con las repúblicas exsoviéticas.
La competencia este-oeste por atraer a Moldavia ha generado vacíos en seguridad, políticos y económicos que la clase política y las corporaciones inescrupulosas explotan para integrarse a Occidente, explica el especialista Bruno Husquinet.
Sin embargo, se silencian dos hechos importantes de su relación con Europa: que cuando la UE impuso a Ucrania un Acuerdo de Asociación Estratégica (AAE) en 2014 –que detonó el conflicto con Moscú– el mismo día firmó también un acuerdo similar con Moldavia; y que el 22 de julio de 2022, Moldavia recibió el estatus de candidata para ingresar a la UE.
Este silencio obedece a las divisiones existentes al interior de su Estado nacional. Desde 2020, el partido de Acción y Solidaridad (PAS), de la presidenta Maïa Sandu, “pavimentó el camino” para ingresar al bloque comunitario, aunque reorientó el comercio hacia los Veintisiete, que incumplen su promesa de invertir en Moldavia, cuya situación se agrava por la inmigración de ucranianos.
SALTO AL VACÍO
El PIB per cápita de Moldavia es de casi cinco mil 200 dólares anuales, el más bajo de Europa.
Su tasa de inflación subió al 24 por ciento, luego de las sanciones contra Rusia, que redujeron el suministro de combustible. Muchos moldavos criticaron a su propio gobierno, no al Kremlin.
Noviembre de 2020. El PAS y la pro europea Maïa Sandu ganan la elección presidencial.
2021. PAS gana las elecciones parlamentarias.
10 de febrero de 2023. Tras meses de protestas contra la inflación, altos precios de la electricidad e incertidumbre; dimite la primera ministra Natalia Gavrilița; alega que la situación se agudizó “por la decisión rusa de limitar las exportaciones de gas a ese Estado”.
Con frío cálculo político, el PAS simuló un acercamiento con los simpatizantes de izquierda y afines al acercamiento con Rusia, así como con los integracionistas a Europa y pro Rumania. Con esta estrategia logró alejarse de su rival electoral, Igor Dodon, señalado por corrupción, y mostrar a la UE que era un socio confiable y anticorrupción.
En el conflicto de Ucrania, Sandu adoptó una política de evidente inseguridad. Aunque simuló no involucrarse con ninguna parte e invocó el Artículo 11° de la Constitución de 1994, que impone la neutralidad, su gobierno se aproximó a la OTAN y abrió sus puertas a los refugiados ucranianos. Esta actitud contradijo el deseo de la mayoría de los moldavos, que se opone a ingresar a esa alianza, contra un cuarto que sí lo favorece, según el sondeo de idata.md. Así, el gabinete de Moldavia se manifestó a favor del triunfo de Kiev mientras Sandu aceleraba su integración a la UE.
En un creciente contexto de rusofobia, y sin reconocer su pésima administración económica, la élite moldava acusa a Moscú de minar la credibilidad de su gobierno. Recurre a la difusión de que Moldavia será “la próxima Ucrania” y de que “manipula el abasto de energía” o que usa la compleja situación en Transnistria para alegar violaciones al espacio aéreo.
Ideólogos de think tanks refrendan esta versión, como el Consejo Atlántico, en el que Arnold C. Dupuy exhorta a los moldavos a enviar “un mensaje claro a Moscú” para evitar que Chisináu (la capital moldava) “caiga en sus garras”. Obviamente, los medios informativos de Occidente reproducen en campaña esta falacia contra Moscú.
Conspiranoia
El 10 de febrero dimitió la primera ministra moldava, Natalia Gavrilița, quien se justificó así: “Gobernábamos en un régimen de crisis continua”. Su renuncia, ocurrida a sólo año y medio de funciones, se dio después de meses de protestas de ciudadanos que exigían la renuncia de la presidenta y la disolución del Parlamento, liderado por fuerzas pro-occidentales.
Los moldavos reprochaban a la Premier no haber negociado un mejor acuerdo de gas con Rusia, la inflación al alza y el aumento en la pobreza. Sin embargo, Gavrilița afirmó que enfrentó un “chantaje energético” al que ella no cedió, pese a que sí lo hicieron sus antecesores.
Analistas y medios pro-occidentales silencian –u omiten– la denuncia de la gasera rusa Gazprom de 2022, porque Ucrania roba el gas ruso que pasa por su territorio y que, según contratos bilaterales, se destina a Moldavia, cuya precariedad es tal que el último año recurrió a Rumania y a Eslovaquia para adquirir los volúmenes del gas y electricidad necesarios.
CONFLICTO CONGELADO
Transnistria es una de las cuestiones fundamentales en el desacuerdo entre la OTAN y Rusia. Además, es la presencia militar rusa más lejana en Europa. Es una franja de 411 kilómetros, entre el río Dniéster y la frontera oriental de Moldavia con Ucrania que, en 1990, se declaró independiente de la URSS y se denominó República Moldava Pridnestroviana o Transnistria, con gran población de origen ruso.
No reconocen esa escisión ni Chisiáu ni sus aliados, que se refieren a ese conflicto post-soviético con epítetos como “enclave moldavo de mayoría pro rusa”, “reducto soviético” o “país en el filo de Europa”. Para Rusia, tal entidad es parte de Moldavia; y mientras no resuelve su estatus político, ha mantenido la paz por más de 30 años con mil 200 tropas que custodian el arsenal de la era soviética.
En ese periodo, la OTAN realizó 23 operaciones militares contra otros países –entre ellos Irak y Libia–, causando más de un millón de víctimas civiles y decenas de millones de refugiados, recuerdan fuentes diplomáticas. Aun así, en marzo de 2022, el Consejo de Europa declaró a Transnistria “territorio de Moldavia ocupado por Rusiaˮ.
Las relaciones políticas y económicas de este Estado independiente de facto se producen en un contexto de tensión regional como el actual, cuando la ONU ha sido inoperante por su manifiesta parcialidad hacia Occidente, como lo evidenció en 2018 la Resolución A//RES/73/282, con la que instó a Rusia a “completar de manera incondicional” el retiro de sus fuerzas en esa región.
Pese al deseo de mostrar una relación muy polarizada, un observador sobre el terreno como el exministro de Asuntos Exteriores Osmochescu revela que, entre las poblaciones de Moldavia y Transnistria, prevalece el pragmatismo cotidiano, porque los negocios florecen, ambas poblaciones y los vehículos cruzan las fronteras sin dificultad. Por primera vez, la población votó por sus parlamentarios en las elecciones del 24 de febrero, acto que se interpretó como aproximación entre Moldavia y Transnistria.
Presa del paroxismo, la presidenta Maïa Sandu acusó a Rusia de preparar un golpe de Estado “con saboteadores extranjeros” para evitar la integración de su país a la UE. El 13 de febrero, ante la prensa y sin evidencias de su testimonio, la también economista por Harvard sostuvo enardecida que ese plan sería ejecutado por “diversionistas” paramilitares, camuflados de civil, que atacarían edificios estatales y “tomarían rehenes”.
Para dar veracidad a sus palabras, Sandu refirió que, entre octubre y diciembre de 2022, la policía y el Servicio de Inteligencia y Seguridad (SIS) intervinieron en varios casos de “elementos criminales organizados” para evitar que cometan actos de violencia.
La febril paranoia de Sandu anticipó que los Servicios de Inteligencia Ucranianos (SIU) –no moldavos– previeran protestas masivas con ataques a instituciones, incluso la toma de rehenes “y acción de veteranos de otro origen” para derrocar a los dirigentes legítimos.
Para “expertos”, como Florent Parmentier, la dimisión de la primera ministra fue un golpe pro-ruso; y ante la afirmación del Ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, de que la presidenta moldava quiere sumar a su país a la OTAN y anexionarse a Rumania, el analista del Centro de Ciencias Po-París (CCPP), sostuvo que Rusia quiere hacer de Moldavia la próxima Ucrania.
En esta ola de descalificaciones, la ministra del Interior, Ana Revenco, acusó a los más de 70 mil ciudadanos que protestaron contra la gestión de la élite gobernante de difundir noticias falsas con Moscú para “desestabilizar y hacer más vulnerable al país”. La respaldó el presidente ucraniano Volodymir Zelensky, al afirmar que su régimen “descubrió” un supuesto plan ruso contra Moldavia antes de la renuncia de Gavrilița.
Fue así como el Parlamento eligió como Primer Ministro a Dorin Recean, exsecretario del Consejo Supremo de Seguridad. El bloque opositor Shor, integrado por comunistas y socialistas, ve al designado como incapaz para mejorar la economía, contener el alza en tarifas de energía y los efectos políticos del conflicto en Ucrania.
En el corto plazo se atisba un escenario más polarizado y con riesgo de desestabilización. Para reelegirse, el partido PAS y la presidenta Sandu seguirán con la versión de la presión rusa sobre el gas y Transnistria, aunque es insostenible, pues Moscú no desea abrir otro frente en Europa.
Entretanto, Recean mantendrá el énfasis en seguridad para ganar la confianza de Bruselas. Él y las élites moldavas esperan convencer a la población de que van por buen camino; pero en gran parte de la población aumenta el pesimismo.
En un sondeo de idata.em, el 58 por ciento de ciudadanos entrevistados criticó al gobierno, contra 42 por ciento que se mostró a favor. Tal desconfianza se refleja en el Parlamento donde, hoy, la oposición podría ganar, aunque el PAS tiene mayoría, pero puede descender.
Asimismo, indicaron que un Ártico sin hielo causaría cambios graves en los ecosistemas y el clima global, alterando los patrones meteorológicos.
El objetivo de esta es reforzar la vigilancia epidemiológica, detectar de manera oportuna casos y atenderlos de inmediato, haciendo énfasis en casos importados, es decir, de personas que se contagiaron en el exterior del país.
Los términos del acuerdo incluyen el fin de las hostilidades de Israel contra Líbano, cerrando el conflicto armado que inició el 8 de octubre de 2023.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.