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La guerra de AMLO contra la prensa nos orilla a dejar nuestro sectarismo
En la primera mitad de 2021, la organización Artículo 19 registró 362 agresiones contra el gremio, de éstas 134 fueron propinadas por agentes del Estado.
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Los periodistas han realizado otra manifestación, ahora en Tijuana, para exigirle al presidente Andrés Manuel López Obrador que pare la hostilidad hacia el gremio. Nuevamente fueron ignorados. Ignorados en un estado en donde la muerte de periodistas es alarmante. En este año, Baja California ha sido el escenario de dos de los asesinatos registrados en menos de una semana.

Ante el hostil terreno en que laboran, reporteros y trabajadores de los medios aprovecharon la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a la ciudad fronteriza para manifestar, durante su conferencia mañanera del pasado viernes, un alto a la violencia contra el gremio, un alto a la hostilidad con los que son tratados los periodistas en este sexenio más que en otros. No porque el gremio quiera victimizarse, sino porque la agresión y la hostilidad desde el pulpito presidencial, el desprestigio contra la prensa emprendido por el presidente está generando un clima adverso para ejercer la profesión, está incitando a otros grupos políticos y al crimen organizado a actuar de la misma manera; está creando el clima perfecto para asesinar periodistas.

Pero el desprestigio como estrategia para desacreditar y “matar” políticamente hablando a un grupo o persona “incómoda”, no es nuevo. En la historia de las sociedades, el Estado, sobre todo el Estado autoritario con tendencias dictatoriales como el que hoy vivimos en México, suele actuar de una forma pasiva-agresiva para desacreditar a su “enemigo”. ¿En qué consiste esta actuar pasivo-agresivo? Lo primero que hace es desprestigiar, demeritar, ridiculizar incluso a su adversario a través de los medios masivos y en actos públicos masivos.

Recordemos que, al inicio de su administración, lo primero que hizo el presidente fue desprestigiar a las organizaciones sociales, acusándolas de “vividoras”, de “estafadoras del pueblo”, de vivir del erario, que dar “piquete de ojo a los programas sociales”, de pedir “moches” al dinero que estaba destinado al pueblo. Sin mostrar pruebas de sus acusaciones, incluso sin iniciar procedimientos judiciales en contra de esas organizaciones que supuestamente “lucraban con el dolor de la gente”. Todo lo que hizo fue aprovechar la confianza y la credibilidad que le dio el pueblo de México para difamar y vilipendiar a las que, en su momento, consideró el enemigo público. Lo mismo hizo después con los organismos autónomos, luego con los investigadores y científicos.

Ahora utiliza la misma estrategia contra el nuevo enemigo público: la prensa y los periodistas, a quienes ha calificado de “Prensa Fifí”, “hampa del periodismo”, “muerden la mano de quien les quitó el bozal”, “manipuladores”, “medios conservadores”, “pasquines al servicio del conservadurismo”, etc. Para el Presidente, no vale tener un criterio, no vale las pruebas y las investigaciones que han demostrado que su gabinete está lejos de ser el gabinete honrado, íntegro e incorruptible

No me detendré en argumentar a favor o en contra de las las investigaciones recientemente difundidas por Carlos Loret de Mola y Latinus, o las declaraciones vertidas por la otrora amlista, Carmen Aristegui; los materiales están a disposición de quien guste consultarlos y hacerse un criterio propio pues han sido ampliamente difundidos en todos los medios del país. Lo cierto es que ante las diversas investigaciones que muestran al poder ejecutivo en sus errores y contradicciones, éste ha propiciado un clima mortal. Solo para ilustrar un poco. En la primera mitad de 2021, la organización Artículo 19 registró 362 agresiones contra el gremio, de éstas 134 fueron propinadas poor agentes del Estado, 56 provinieron de partidos políticos, 12 del crimen organizado. Las demás fueron hechas por particulares. En tres años de 4T, 56 periodistas han sido asesinados.

Esos son los hechos, independientemente de dimes y diretes. Los periodistas nos damos cuenta de ello y hemos pasado de ser un agente observador e informador  de lo que acontece en el país, a uno que actúa. En los últimos días se han registrado mítines del gremio en CDMX, Tijuana, Oaxaca, además de la histórica manifestación simultanea que se realizó en 50 ciudades del país el pasado 25 de enero. Es un avance, pero cabe preguntar ¿es eso suficiente? Me parece que no.

Para lograr un clamor significativo, una fuerza capaz de detener este clima hostil propiciado por el Presidente, hace falta más voces que las de la prensa. Hace falta que se unan las voces de otros grupos que también han sido víctimas de este modus operandi. Pero esto necesariamente va a implicar que nosotros también nos unamos a otras causas que sabemos están siendo agredidas como la nuestra.

Hay que defender la libertad de expresión, sí, pero también defender la libertad de organización, de filiación política, hay que defender la autonomía de los organismos como el INE, hay que defender la creación de ciencia e investigación que tanta falta le hace al país, hay que pronunciarse por la fata de medicamentos, etc. Hay que dejar de ser agentes pasivos que observan la realidad solo para registrarla, y comenzar a incidir en ella. No tengamos miedo de pervertir nuestro “criterio” y “objetividad”; así como están las cosas, ese celo con el que cuidamos nuestra “objetividad” nos convierte en presa fácil de quienes pretenden callar la verdad.

No tenemos que prostituir nuestro criterio, ni nos hace menos objetivos, ni menos profesionales unirnos a otros grupos que, como nosotros, están siendo agredidos. De lo que se trata es de lograr una fuerza homogénea y lo suficientemente capaz de poner un alto a las agresiones del Presidente y compañía. Ese es el objetivo. Luego, una vez logrado el objetivo, cada cual podrá regresar a lo suyo; el periodista a informar, el investigador a crear ciencia, las organizaciones a luchar por sus demandas, los organismos autónomos a dar agilidad y transparencia en la atención de las demandas sociales. Por nuestra vida, por la de nuestra profesión, abandonemos nuestro sectarismo, la realidad nos lo está demandando.

 

 

 

 

 


Escrito por Adamina Márquez Díaz

Directora editorial de buzos. Egresada de la Licenciatura de Ciencias de la Comunicación por la UNAM.


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