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K-Propaganda
La propaganda militar no es un invento del ejército de EE. UU., no es ni siquiera algo del siglo pasado. Hablar de un tema como la propaganda de guerra es cada vez más necesario en la coyuntura actual. Te explico por qué.
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Iniciaré este artículo de la misma forma en que iniciaría una plática común con cualquier millenial educado por la televisión del siglo XXI: hay un episodio de Los Simpson donde Bart, el hijo menor, forma una “boy band” al estilo Back Street boys con tres de sus amigos, un proyecto que en apariencia es un grupo comercial, pero después resulta ser un medio de propaganda diseñado por el ejército de Estados Unidos para invitar a los jóvenes a que se enlisten en las fuerzas armadas mediante mensajes subliminales insertados de forma absurda en sus canciones. Sé que la idea de arranque parece solo un chiste, pero el ejemplo que doy tiene toda razón de existir.

Los Simpson, vistos como un banco de referencias, crítica y sátira a la realidad norteamericana de finales del siglo XX y principios del XXI, dejaron una numerosa serie de escenas en el ideario colectivo que después del paso de los años muchos califican como “predicciones”. Pero conviene que entendamos la realidad y los constantes cambios en sus manifestaciones antes que asociar todo sin ningún sentido a una gigantesca conspiración mundial.

 

 

La propaganda militar no es un invento del ejército norteamericano, no es ni siquiera un invento del siglo pasado o de tiempos cercanos, podríamos decir que incluso en la Ilíada de Homero, obra difundida de forma oral y escrita desde hace casi tres mil años, existe la necesidad por configurar a los héroes ideales y arraigar en las nuevas generaciones el “defender los intereses de sus naciones”.

Hablar de un tema como la propaganda de guerra es cada vez más necesario en la coyuntura actual. Factores como el crecimiento en el apoyo de las naciones europeas afines a la OTAN en su escalada contra Rusia o la exponencial provocación directa de Estados Unidos a China con ridiculeces como la acusación de espionaje mediante un globo aerostático hacen parecer como inevitable la detonación de un conflicto bélico. Hoy quiero centrarme en la particular situación de Corea del Sur.

 

 

En las últimas décadas, el mundo ha sido testigo de una curiosa invasión masiva de productos surcoreanos que han hecho cada vez más presencia en el mercado occidental (los ejemplos van desde cintas de indiscutible calidad como la multipremiada Parasite, de 2019, hasta las de corte más comercial pero igualmente populares como Estación zombie, Oldboy u Okja). Al apartado audiovisual deberíamos de sumar las incontables series o novelas dramáticas cada vez más populares y diversas, pero si tuviéramos que elegir un campo en el que hemos sido inundados de sobremanera por la presencia coreana, éste sería la música.

Hay en la industria de la música surcoreana una serie de elementos muy interesantes que, aunque vale la pena abordar con más detalle en un material aparte para analizar de mejor manera, comentaré un poco de ello:

Lee Soo-man, un productor musical sur coreano, desarrolló una industria de ídolos pop basándose en los parámetros y patrones observados en figuras comerciales norteamericanas; fue a través de los planteamientos de su libro Destiny to Make a Star que Soo-man dio origen a los cimientos de un ejército, literalmente, un ejército de jóvenes que aspiran a convertirse en las figuras más destacadas de la música de su país y del planeta.

 

 

Los intereses de los productores, sin embargo, no se enfocan en cumplir los sueños de los mozuelos que llegan a sus manos, sino a través de ellos construir una plataforma musical para ganar influencia dentro de otros países.

Narrado tan rápidamente parece el acartonado plan malévolo de un villano de película, pero a grandes rasgos esto es el plan de negocios del K-Pop.

La palabra K-Pop solo es una adaptación para referirse a la música pop originaria de Corea (Korea en inglés), probablemente el primer acercamiento que los occidentales hayamos tenido a este género musical fue al escuchar la canción Gangnam Style, misma que se llegó a posicionar como el video más reproducido en la historia de YouTube hasta 2012. Recientemente, el género ha causado revuelo por la gran fama del grupo BTS, que en esta ocasión nos ocupa por una situación inusual.

La banda de K-pop BTS abandonó en octubre pasado su trayecto musical para cumplir así con su servicio militar obligatorio. La ley en Corea del Sur establece que todos los hombres de 18 a 28 años deben enlistarse para cumplir con dicho servicio, cuya duración es de hasta 21 meses. Con lo anterior, pese a presentarse un freno en las ganancias de la banda, se ha abierto una nueva ventana con mayor rigurosidad para el cumplimiento del requisito militar.

 

 

Esta no ha sido la única señal de endurecimiento en la política de reclutamiento sur coreano; desde algunas semanas, en Netflix está disponible la serie reality de acción Physical 100, traducido al español, Habilidad física 100, donde se adapta la temática de los programas de destreza física como Guerrero americano, pero con un añadido más: los diversos perfiles, entre otros, influencers, artistas, deportistas, policías y bomberos, con la intención de persuadir a la juventud coreana para enlistarse “voluntariamente” al ejército de Corea del Sur.

 

 

El discurso de la mayoría de los participantes, ya sean hombres o mujeres, tiene la misma intención, insistir en la creación del cuerpo perfecto, mismo que solo se puede conseguir en la aplicación del servicio militar.

El discurso ni siquiera parece estar disfrazado, en cada intervención los servidores públicos participantes (policías, bomberos o deportistas) insisten principalmente en la necesidad de enlistarse en el ejército sur coreano.

Llama mucho la atención que este tipo de contenidos pasen desapercibidos en plataformas tan populares como Netflix, ya que si provinieran de países como Rusia o China, de menos se presentarían como un contenido promovido por los gobiernos de esos respectivos países, cosa que no pasa en el caso de Corea.

 

El preludio de la guerra

El pasado 30 de enero, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, visitó la ciudad de Seúl, para pedir que Corea del Sur envíe armamento a Ucrania. Tras esta visita, Corea del Norte respondió que esta manifestación pública era un "preludio" de la guerra. "El viaje del secretario general de la OTAN a Corea del Sur y Japón es un preludio del enfrentamiento y la guerra, ya que trae las nubes oscuras de una 'nueva Guerra Fría' a la región de Asia-Pacífico", anunció Kim Tong Myong, investigador de la Sociedad para el Estudio de Política Internacional, quien también alertó que tras bambalinas de la visita está el "objetivo de instigar la creación de una versión asiática de la OTAN".

Sin duda, la información que llega hasta nuestro continente no tiene la misma trascendencia que sí se tiene en aquella región, pero no debemos dejarnos llevar de una manera tan inocente con todo lo que nos encontramos en las plataformas digitales. Aun por más inocente que parezca un programa de habilidades físicas como el ya mencionado, no debemos perder de vista los verdaderos intereses de los promotores de la guerra; será a través de las pantallas donde nos querrán imponer a los héroes y villanos del enfrentamiento que cada día parece más y más inevitable.


Escrito por Óscar Manuel Pérez

Licenciado en Comunicación por la UNAM.


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