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El llamado a romper el encierro llega con tambores de guerra
La negativa gubernamental a alimentar a los hambrientos por la contingencia sanitaria serán el cerillo y la mecha para incendiar el enrarecido ambiente nacional.
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La falta de producción de mercancías aumenta la sed de utilidades en los negocios, especialmente los consorcios estadounidenses que usan el falso apelativo de mexicanos. Es su voz, la que más ha atronado con el fin de la cuarentena, medida asumida irresponsablemente por el Gobierno desde que la estableció.

Empujados por la necesidad, el hambre y la insalubridad del encierro, los desempleados se han sumado a este llamado, tanto los crónicos como las víctimas recientes de la contingencia, a quienes el gobierno eufemísticamente denomina “trabajadores informales”, siempre olvida, tolera y golpea como un mal eterno y necesario, porque afean las ciudades; pero hoy quiere ver como un botín electorero porque son numerosos.

Muy fuerte es el impulso que puede tomar ese llamado irresponsable. Los confinados, cuya inmensa mayoría no tienen empleo, carecen de vivienda y agua; por tanto, su ambiente es insalubre con altísimos riesgos de contagio. Carecen también de alimentos y pasan hambre desde el primer día del confinamiento. Según cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), 52.4 millones de mexicanos viven en la pobreza, 9.3 millones en pobreza extrema y 89 millones de los 126 millones de la población total de México no tienen acceso a la seguridad social.

Estos saldos sociales negativos son una verdadera bomba, con la que podría gestarse un estallido social. Son dos tercios de la población nacional que, durante toda su vida, han pagado impuestos como el Impuesto al Valor Agregado (IVA) y hoy, durante esta contingencia sanitaria, sufren hambre. Dejarlos sin alimento no es un olvido ni un desprecio, es un crimen de lesa patria.

Conforman legiones en el país los mexicanos que reclaman un plan alimentario y el equipamiento de los hospitales. Su exigencia es justa y posible de satisfacer a pesar del gasto de miles de millones que implica. Pero será mucho más costoso su retraso, su negativa o, peor aún, la ruptura del confinamiento a causa de las presiones por el hambre, ya que millones de personas saldrán a buscar el pan, propagarán el contagio y sumirán al país en el caos.

La negativa gubernamental a alimentar a los hambrientos por la contingencia sanitaria serán el cerillo y la mecha para incendiar el enrarecido ambiente nacional. La permanencia de Andrés Manuel López Obrador en el poder, a pesar de sus ocurrencias e improvisaciones, representa un mal menor. Su eventual caída, sin tener quien lo suceda, significaría, como expresa el proverbio popular, “saltar del sartén a la lumbre”.

 


Escrito por Rodolfo de la Cruz Meléndez

Colaborador


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