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Las precarias condiciones en las que nuestro país enfrenta las crisis sanitarias y económica no son resultado del actual gobierno; pero éste sí es responsable de su empeoramiento y de la crisis social que se avecina. Según el estudio El comportamiento de la Pobreza en México, 1980-2017, elaborado por Esther Figueroa, Francisco Pérez y Lucila Godínez, mientras en ese periodo el Producto Interno Bruto (PIB) creció dos por ciento en promedio, la población en pobreza patrimonial pasó de 35.5 a 60.4 millones de personas; a pesar de que la producción de bienes, servicios e inversiones fue en ascenso, las condiciones de vida de los mexicanos empeoraron y creció la pobreza.
La falta de claridad de las clases trabajadoras para explicar su situación –que se refleja en su nula organización y politización– ha permitido que, en las últimas tres décadas, la clase política mexicana al servicio del gran capital conduzca la vida económica del país a su antojo y con la desmedida frivolidad que hoy la tiene al borde de una crisis generalizada. Esto ha sido así porque el modelo económico neoliberal crea los entornos político, educativo, legal, ideológico, cultural y moral propicios para que la clase capitalista alcance las máximas ganancias.
Durante este tiempo, la política y el gobierno se volvieron monopolio de la clase empresarial dominante y juntos han impedido que las clases populares participen en las actividades partidistas, educativas, culturales, artísticas y científicas. Esto explica por qué, en el aparato ideológico del Estado –televisión, cine, música, entre otras herramientas– abundan contenidos enajenantes, incapaces de fomentar conciencia social y política en las masas. Como resultado, ha crecido la brecha socioeconómica: de un lado la mayoría empobrecidas y de otro un reducido sector de la clase poderosa y omnipotente.
Esta situación prevalecía ya en México a finales de 2018, pero al improvisado e inepto Gobierno Federal que asumió el poder en diciembre de ese año le han bastado sus primeros 16 meses de ejercicio para conducirlo a la bancarrota. Es cierto, la crisis económica venía gestándose desde hace tres décadas; pero su agudización no solo se debe a la irrupción de la pandemia del Covid-19, sino a la aplicación de las recetas neoliberales que el obradorismo dice combatir pero sigue implementando, y a la adopción de medidas contradictorias, absurdas y autoritarias, varias de las cuales exhiben el afán del partido en el poder y de la facción del gran capital que lo llevó a Palacio Nacional de perpetuarse en el poder. Pero su única arma política, la demagogia, no le servirá para ocultar los estragos económicos y sociales que dejará la pandemia; las mayorías están llegado a la desesperación y en cualquier momento habrá manifestaciones populares de inconformidad.
Así lo anuncia la serie de incidentes protagonizados por grupos de comerciantes y ciudadanos que, ante la falta de alimentos, de dinero para proveer a sus familias y de apoyos gubernamentales para sustentar los negocios, se han visto obligados a reabrirlos, a pesar de la prohibición de las autoridades, quienes lanzan a las fuerzas policiales para reprimirlos y decomisarles su mercancía.
La lista de políticas equivocadas del Gobierno Federal demuestra con creces su desconocimiento de las leyes del desarrollo social. Entre sus errores, fallas y mentiras destacan el falso combate a la corrupción, la criminalización de las organizaciones ciudadanas, el terrorismo fiscal, las reformas a la Constitución para acotar los derechos de los mexicanos, la aplicación electorera de los programas de gobierno, la mayoría insuficientes, selectivos e irregulares; la cancelación de proyectos millonarios por simples caprichos y fobias; la inversión pública en proyectos “faraónicos” contra la opinión de especialistas nacionales e internacionales; la negativa rotunda a apoyar con programas alimentarios a las capas pobres de la sociedad y brindar apoyos a las micro, pequeñas y medianas empresas.
A esta lista hay que agregar su torpe, negligente y criminal política para enfrentar la pandemia del Covid-19, en la que destacan la nula inversión extraordinaria para equipar los hospitales y adquirir insumos para proteger al personal médico, que ha aportado un gran número de víctimas, y su criticada metodología para reportar contagios y fallecimientos por el virus. Con esta actitud mentirosa ha pretendido ofrecerse como un eficiente combatiente de la enfermedad, conservar su popularidad pero también satisfacer las demandas del gran capital nacional y estadounidense, que le exigió la reapertura rápida de sus negocios.
Las contradicciones que comenzaron en los años 80 han llegado al punto en que exigen su superación dialéctica, la transformación del viejo y caduco neoliberalismo, altamente expoliador, que se ha dañado a sí mismo al exacerbar la acumulación de la riqueza y la pobreza a niveles tan insoportables que hoy plantean la necesidad de desaparecerlo y sustituirlo por un modelo económico superior, más equitativo y benéfico con su entorno. La debacle social, económica y política mañana será el motivo del caos. De la temprana reacción ante estos fenómenos, dependerá el éxito frente a la crisis terminal del neoliberalismo mexicano. Por eso, como nunca, los sectores progresistas deben formar la fuerza social que permita corregir el rumbo. Es en tiempos de relativa calma cuando podremos dar pasos certeros; mañana será demasiado tarde.
Hasta 2018 había contabilizadas 6 mil 754 personas viviendo en las calles.
En la edición 2020, las 55 variables consideradas para el análisis no reflejaron avances que permitan ubicar mejoras en la vida de los mexicanos.
Las condiciones de los trabajadores no van a mejorar en el sexenio que comenzó el día primero de octubre.
Un contingente de 11 médicos y enfermeras del Hospital 8 del IMSS en Córdoba, bloquearon la avenida 11 de esa ciudad. Una de sus consignas era: “Sí trabajamos, pero bajo protesta. Queremos insumos de protección”.
A tres años de iniciado el gobierno actual, los datos socioeconómicos disponibles no son esperanzadores, sino todo lo contrario.
La política de austeridad ha resultado en una reducción del tamaño del gobierno y una menor capacidad para ejecutar políticas públicas que promuevan el bienestar social.
El gobierno municipal lleva como consigna “no atender las demandas de los tuxtlecos, como el compromiso de ayudar en el drenaje que hoy se nos fue negada” justificó.
Aun con los "históricos" al SM en los años recientes, éste no alcanza todavía el nivel decoroso, digno para que los trabajadores vivan mejor… dichos aumentos no se han visto reflejados en los CCT; al mismo tiempo, se incrementaron la informalidad y la pobreza laboral.
En el último lustro se ha intensificado, en un gobierno que se dice "primero los pobres", la tendencia al empobrecimiento de las mayorías, sobre todo en las entidades menos desarrolladas y más pobres, donde hay mayor informalidad y pobreza laboral.
Las concesiones a particulares para la explotación del agua nacional suman muchos miles en lo que va de un siglo hasta nuestros días.
Demandan se encuentran obras de infraestructura básica como pavimentación de caminos y centros médicos.
El 12 de diciembre sigue siendo una fecha muy arraigada entre los mexicanos, si bien la cantidad de católicos viene disminuyendo.
Aunque el hambre puede evitarse, en 2020, más de 690 millones de personas la padecieron y, este año, en plena era Covid-19, habrá más de 330 millones de hambrientos, privación que se opone a las multimillonarias ganancias de trasnacionales de la industria
Las condiciones estructurales, como la calidad de los empleos y los ingresos, no han mejorado de manera significativa durante el sexenio actual.
Un nuevo informe del Coneval dio a conocer que el porcentaje de la población que obtuvo ingresos por debajo del costo de la canasta básica, alcanzó su mayor nivel al tercer trimestre del 2020, con el 46% de la población.
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Escrito por Dimas Romero González
Estudiante de la maestría en Ciencias de la Educación en la Universidad Anáhuac. Activista social por 20 años en entidades como Quintana Roo, Oaxaca y Guerrero.