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El hambre incrementará la sed de justicia
En los días que corren, la pandemia amenaza la vida de millones de habitantes del planeta.
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La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha definido que se puede considerar que hay hambruna, cuando al menos el 20 por ciento de los hogares de una determinada zona presentan y se enfrentan a una grave falta de alimentos, cuando las tasas de malnutrición son agudas y superan el 30 por ciento y cuando mueren 2 o más personas por cada 10 mil.

En los últimos 100 años, así lo confirmaron en su momento agencias de la Organización, las hambrunas más fuertes fueron: la de Somalia, en 2011, que mató a 260 mil personas; la de Corea del Norte, entre los años 1995 y 1999, donde murieron entre unos 3.5 millones de personas; la de Etiopía, de 1984 a 1985, donde murió un millón de habitantes; Camboya, entre 1970 y 1975, fue otro de los países que perdió al menos 2 millones de personas; China, hoy una potencia, a finales de 1950 también fue víctima por la muerte de al menos 10 millones de personas.

El recuento de estas hambrunas ocasionadas en el último siglo de la historia, tiene el objetivo de poner en primer plano, que uno de los principales problemas que todo ser humano puede padecer es no tener qué comer y que puede generar caos e inconformidad que desemboquen en otro tipo de conflictos o, incluso, modificar la vida política y económica de los pueblos. Los daños políticos para los gobernantes pueden ser de altísimo costo si esto llega a suceder.

El ser humano y sus familias pueden soportar, -como ya se ha visto en países del tercer mundo con autoridades ebrias de demagogia, nepotismo y ambición de poder-, que no les den vivienda, educación, empleo o apoyos para el campo o que, incluso, arriben al poder políticos con discursos populistas como Ecuador y México. Lo que la humanidad no soporta, y esto debería ser denunciado por todas las vías a nuestro alcance, es que no tenga qué comer, que no tenga un par de tortillas o un plato de frijoles para llevarse a la boca; morir de hambre es lo más cruel que puede pasarle al ser humano.

En el mes de noviembre del año anterior, en su reporte del Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés) dio a conocer que México era ni más ni menos que el segundo país, después de Haití, en donde viven más habitantes en condición de subalimentación de Latinoamérica, con 4.7 millones de personas; otro dato del mismo estudio asegura que en Latinoamérica 42.5 millones de personas viven sin poder alimentarse suficientemente, de ese total, una de cada 10 personas son mexicanas.

Baste recordar como el 29 de septiembre, indígenas rarámuris fueron a Bocoyna, Chihuahua, a un evento de López Obrador, que, con el rostro de angustia y el estómago vacío, mostraron pancartas con la leyenda de "Tenemos hambre". De acuerdo a la última medición de carencia alimentaria, del Coneval, el 8.7% de los mexicanos vive con inseguridad alimentaria severa siendo Tabasco, Guerrero y Michoacán los que tienen el mayor porcentaje de mexicanos en esta condición.

En los días que corren, la pandemia amenaza la vida de millones de habitantes del planeta; oficialmente ya son más de 1 millón 495 mil casos positivos de Covid-19 en el mundo y 87 mil 469 muertos; en México existen 2 mil 785 contagiados y 141 personas fallecidas, sin considerar que aún estamos en la fase 2. Lo más difícil vendrá en las últimas dos semanas de abril y las primeras de mayo.

Ante este panorama, ¿qué vemos en el gobierno de López Obrador? Sólo acciones tardías de prevención, un sistema de salud ineficiente y muy lento con la falta de médicos en todas las entidades del país y escasez de todos los insumos médicos, empezando por las pruebas para el Coronavirus; o la falta de ventiladores, como en la zona del Istmo de Oaxaca que tienen una población de entre 600 y 700 mil habitantes, y que solo cuenta con uno para atender la problemática, información proporcionada por el director del Hospital General "Dr. Macedonio Benítez Fuentes", al parecer, la más importante de toda la región.

Al gobierno mexicano, que está en las manos de López Obrador, le urge echar a andar un programa nacional de despensas (con cualquier mecanismo) y de ayuda alimentaria para la población, un programa que llegue a las familias y las ayude a sobrevivir. Si la crisis más fuerte en México está por llegar, el gobierno aún está a tiempo de hacerlo y evitar así que, además de los muertos masivos que tenga por la infección, también tenga que cargar con los muertos por hambruna nacional.

Si no se hace algo y el hambre entre la población se incrementa, ni el gobierno ni los empresarios deberían dudar, que la sed de justicia de las masas empobrecidas, también aumentará y quizá no tenga más opción que cobrar la factura en el 2021 como señaló ayer el Consejo Coordinador Empresarial; pero antes, la gente podría salir a las calles, en busca de alimento para no morir de hambre.

El clímax no político...

Y en esa zona del Istmo, en el municipio de Matías Romero Avendaño, hay comunidades como "La Cumbre", "Las Maravillas", "Otilio Montaño", donde los habitantes, además de haber sufrido ya por décadas la falta de luz, piso firme, agua potable o techados, parece que las autoridades municipales, se niega a otorgar apoyos a esas comunidades; la peor gasolina, en estos días y horas, es no escuchar y atender a la población.

Sin duda, otra de las entidades que mayor sufrimiento tendrá es Guerrero pues ocupa el segundo lugar con la mayor población de pobres (66.5%) de la República Mexicana, el 58% de los guerrerenses no cuenta con servicios básicos en la vivienda, el 35% carece de acceso a la alimentación y 54 municipios de la entidad tienen más del 70% de su población en algún grado de pobreza, según datos Coneval. Al 5 de abril la Secretaría de Salud estatal que había 3 muertes, 30 casos confirmados, 160 casos negativos y 112 casos sospechosos de este peligroso virus; los decesos se han presentado uno en Chilpancingo, uno en Huamuxtitlán y otro en Acapulco; en algunos lugareños las frases como “el calor acabaría con él”, “si llega el bicho aquí se muere” quedaron en el pasado y hoy sólo esperan que su gobierno estatal y el de la Cuarta Transformación los apoye con insumos médicos y con despensas para sus familias que por décadas han padecido hambre y miseria. Por el momento, querido lector, es todo.

 


Escrito por Miguel Ángel Casique Olivos

Colaborador


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