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Las historias de la literatura han consignado solo excepcionalmente las voces femeninas y casi siempre cuando la fuerza y belleza de sus creaciones hizo imposible ignorarlas. Esta omisión de la obra de tantas mujeres es reflejo de relaciones económicas que se reflejan en opresión sexual. Sin embargo, aquí y allá, negándose siempre a ser silenciadas, a través del tiempo, mujeres de todo el mundo han logrado trascender a los impedimentos sociales; gracias a ello, hoy podemos ver, a través de sus ojos, el mundo que les tocó vivir, sus inquietudes, sufrimientos y los muros que rompieron para dejarnos su mensaje.
La primera mujer que citaremos es la princesa Macuilxochitzin, hija del Azteca Tlacaélel; por pertenecer a la nobleza mexica, recibió una esmerada educación; por eso no es extraño que en el único poema que se le puede atribuir con certeza, cante una hazaña bélica de su padre y agradezca por ella al “Dador de la vida”, sin que por ello deje de reflexionar en torno al papel de su canto en el mundo de los vivos:
Elevo mis cantos,
Yo, Macuilxóchitl,
con ellos alegro al Dador de la vida,
¡comience la danza!
¿Adonde de algún modo se existe,
a la casa de Él
se llevan los cantos?
¿O solo aquí
están vuestras flores?,
¡comience la danza!
Decir “poetisas mexicanas” y pensar en la genial Sor Juana es automático. Y no importa si somos conscientes de que antes de ella, una multitud de brillantes espíritus femeninos hubieron de condenarse al silencio para salvar la vida. ¿En perseguirme, mundo, qué interesas? / ¿En qué te ofendo, cuando solo intento / poner bellezas en mi entendimiento / y no mi entendimiento en las bellezas?, dice en uno de sus sonetos más famosos, que denuncia la censura que ya se cernía sobre ella. Pronto, el obispo Manuel Fernández de Santa Cruz, bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz, conminaría a la poetisa a abandonar las letras; el “Fénix de los Ingenios” le respondería, acarreando sobre sí la orden del Santo Oficio de abandonar para siempre las letras:
“Y, a la verdad, yo nunca he escrito sino violentada y forzada y solo por dar gusto a otros; no solo sin complacencia, sino con positiva repugnancia, porque nunca he juzgado de mí que tenga el caudal de letras e ingenio que pide la obligación de quien escribe; y así, es la ordinaria respuesta a los que me instan, y más si es asunto sagrado: ¿Qué entendimiento tengo yo, qué estudio, qué materiales, ni qué noticias para eso, sino cuatro bachillerías superficiales? Dejen eso para quien lo entienda, que yo no quiero ruido con el Santo Oficio, que soy ignorante y tiemblo de decir alguna proposición malsonante o torcer la genuina inteligencia de algún lugar. Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia), sino solo por ver si con estudiar ignoro menos (…) El escribir nunca ha sido dictamen propio, sino fuerza ajena; que les pudiera decir con verdad: Vos me coegistis. Lo que sí es verdad que no negaré (lo uno porque es notorio a todos, y lo otro porque, aunque sea contra mí, me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad) que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones –que he tenido muchas–, ni propias reflejas –que he hecho no pocas–, han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí”.
Distintos peligros hubo de enfrentar nuestra siguiente invitada a esta Tribuna. Muros de orden económico, cultural, espiritual, no consiguieron impedir (aunque Octavio llorara). Que Elena Garro (1916-1998), con su voz rebelde, irreverente, contestataria, rechazara el papel que la misógina sociedad de su tiempo le había asignado y rompiera el silencio, legando a las mujeres del futuro este reto:
A mi sustituta en el tiempo
Cuando ya solo quede de mi pie
el eco en las aceras
cuando de mis ojos solo la torre
que miraron
y de mi lengua ni una palabra girando
en un oído
cuando solo los signos escritos en el aire
por mis manos
cuando en el mar solo el perdido golpe
de las olas
y de esta lágrima no quede rastro
en la memoria
todavía tú, amiga, que me esperas
más allá de este tiempo
encontrarás mi enojo,
mi enojo porque
han vuelto
tan inútil este mundo.
De: Cristales de tiempo
Su repentina muerte impidió a Rosario Castellanos (1925-1974) enfocar sus fuerzas hacia la autoconstrucción de la individualidad femenina expresada en el bellísimo poema Meditacion en el umbral, publicado ahora en nuestra seccion de poesía y que rechaza la imposición de estereotipos. En el siguiente fragmento confiesa una parte de las motivaciones para crear la obra multidisciplinaria, imprescindible para entender el feminismo en nuestro tiempo.
Entrevista de prensa
Pregunta el reportero, con la sagacidad
que le da la destreza de su oficio:
–por qué y para qué escribe?
–Pero, señor, es obvio. Porque alguien
(cuando yo era pequeña)
dijo que la gente como yo, no existe.
Porque su cuerpo no proyecta sombra,
porque no arroja peso en la balanza,
porque su nombre es de los que se olvidan.
Y entonces… pero no, no es tan sencillo.
Escribo porque yo, un día, adolescente,
me incliné ante un espejo y no había nadie.
¿se da cuenta? El vacío. Y junto a mi los
otros chorreaban importancia.
De: Poesía no eres tú
A mí me ha dado en escribir sonetos / como a otros les da en hacer sonatas / lo mismo que si fueran corcholatas / etiquetas, botones o boletos… dice Guadalupe Amor (1918-2000) del momento mágico en que empezó a escribir. Provocadora, escandalizante, junto a su amplio círculo de amistades artísticas llenó la vida cultural de la Ciudad de México en su juventud. Y cerramos esta vez con lo que dice en gozosa apreciación de sí misma:
Shakespeare me llamó genial
Lope de Vega, infinita
Calderón, bruja maldita
y Fray Luis la episcopal
Quevedo, grande inmortal
y Góngora la contrita
Sor Juana, monja inaudita
y Bécquer la mayoral
Rubén Darío, la hemorragia;
la hechicera de la magia
Machado, la alucinante.
Villaurrutia, enajenante
García Lorca, la grandiosa
y yo me llamé la Diosa.
Los relatos del autor denuncian los actos abusivos de los principales protagonistas y la burocracia oficial de la oligarquía que encabezó el dictador Porfirio Díaz Mori entre 1877 y 1910.
Una de las esculturas monumentales más grandes del mundo es el monolito de Tláloc.
Para entender nuestra realidad actual, y saber hacia dónde caminar en la reconfiguración del mundo, con Rusia y China con el mundo multipolar en contra del mundo unipolar del imperialismo, es altamente importante leer esta obra.
La novela se desarrolla en un pequeño poblado llamado Gemello Minore (en la región de Calabria), y busca retratar de manera clara y fiel la situación de pobreza en que viven todos los rincones más apartados del mundo.
Es una de las voces femeninas más importantes en la lírica ecuatoriana de la segunda mitad del Siglo XX.
Es una periodista, poetisa y activista de los Derechos Humanos nacida de ascendencia palestina. La mayoría de sus poemas reflejan el sufrimiento que viven los palestinos desde que el Estado de Israel ocupa ilegalmente su territorio.
En 1895, Diederich Hessling vio al emperador Guillermo II cabalgando sobre un caballo en la Puerta de Brandemburgo, se deslumbró, se quitó el sombrero y lo agitó para rendirle pleitesía mientras pensaba que aquél era el poder mismo:
En Recife hubo un “criadero de negros” en el que incluso se vendían mulatos con ojos azules porque eran hijos de su propietario: un inglés de apellido Reeves a quien los lugareños conocían también con el apodo de El Patriarca.
“¡La gente se extraña cuando entiende la poesía! Es un prejuicio: se piensa que la poesía es incomprensible [...] yo pertenezco a la zona de la poesía-que-se-entiende”, sostiene el poeta, periodista y crítico argentino Eduardo Ángel Romano.
Su autora es perita judicial, Elsa Josefina Zapata Castillo, quien sostiene que la escritura es la “proyección exterior del funcionamiento psicológico del cerebro”, en ella quedan registradas las “vivencias y las formas de ser de un individuo”.
Rojo y negro es la historia de una etapa de la lucha de clases en Francia. “Una novela es un espejo que se pasea por un camino real”, escribió Stendhal.
Es una compilación de ensayos en los que el autor analiza los hechos humanos cotidianos más triviales mediante la aplicación de la llamada “sabiduría popular” o “filosofía casera”.
En Xibalbá, como en el mundo material, también existían las jerarquías; así, cada uno de los miembros del consejo recibe un nombre que sintetiza su rol; algunos de estos nombres muestran con elocuencia las enfermedades y las principales causas de muerte e
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Licenciada en Letras por BUAP.