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Antropoceno es un término popularizado por Paul Crutzen para denominar la época geológica que comienza hace aproximadamente 12 mil años, en la que “la humanidad ha actuado como fuerza geológica”, modificando desde los genes hasta el clima. Es la era del “dominio humano sobre los procesos biológicos, químicos y geológicos de la Tierra”.
Partiendo de ello, el discurso dominante sobre cambio climático y pérdida de diversidad ha estado empapado de referencias a la humanidad como tal, a la naturaleza humana, a la humanidad como un gran villano. La ciencia climática y la política apuntan constantemente a una autoflagelación colectiva indiferenciada y a llamamientos a la población en general para que enmienden sus patrones de consumo, entre otros malabares ideológicos que ocultan el verdadero motor de la catástrofe ecológica de los últimos siglos.
La interacción del hombre con su entorno ha existido siempre; a veces ha sido benéfica y a veces perjudicial para los sistemas y procesos ecológicos. En su obra Colapso, por qué algunas sociedades perduran y otras desaparecen, el antropólogo Jared Diamond ilustra casos de sociedades antiguas como la de la Isla de Pascua, los Anazasi del oeste estadounidense, los mayas, las colonias vikingas en Reino Unido, Groelandia e Islandia, entre otras, que colapsaron en gran medida, o en su totalidad, por que agotaron sus recursos naturales. Sería erróneo, por tanto, recurrir a un romanticismo histórico en el que se señale la relación de los primeros humanos con la naturaleza como una relación idílica, en la que todo era paz y armonía.
Sin embargo, esta interacción se ha dado en distintas direcciones y magnitudes. A raíz de la Revolución Industrial, fase inicial del capitalismo, se duplicaron las concentraciones de gases de efecto invernadero; se disparó la polución, la alteración de hábitats y el incremento de enfermedades y pandemias. Desde entonces, todos estos cambios han ocurrido aceleradamente; exterminando a gran parte de nuestra especie –aquélla sin recursos para aislarse de las pandemias en sus casas de campo–, y a alrededor de 150 especies diarias en los últimos años.
Las máquinas de vapor que potenciaron la Revolución Industrial no nacieron como tales de la naturaleza. La elección de un motor para la producción de mercancías no era una prerrogativa de la especie humana, ya que presuponía la institución de mercancías y del trabajo asalariado. Fueron los dueños de los medios de producción, una fracción ínfima de la humanidad (todos hombres blancos), quienes instalaron el nuevo motor principal desde finales del Siglo XVIII.
Cuando los imperialistas británicos penetraron en el norte de la India en el Siglo XV, tropezaron con vetas de carbón que ya eran conocidas por los nativos. Los indios tenían los conocimientos básicos de cómo excavar, quemar y generar calor a partir del carbón; sin embargo, no les importaba nada el combustible. Por el contrario, los británicos, querían desesperadamente el carbón del suelo para impulsar los barcos de vapor por los que transportaban las materias primas extraídas de los campesinos indios hacia la metrópoli, así como sus excedentes de productos de algodón hacia los mercados del interior.
Las industrias del petróleo y del gas han sido las principales causantes de la catástrofe ecológica. El espíritu del capital fósil fue expresado claramente por Rex Tillerson, presidente y CEO de ExxonMobil: “Mi filosofía es hacer dinero. Si puedo perforar y hacer dinero, entonces eso es lo que quiero hacer”. La mayor parte de la explosión de emisiones del Siglo XXI se origina en China. Pero más que el crecimiento de la población china y su consumo doméstico, el motor de dicha explosión ha sido la expansión de la industria manufacturera, implantada en China por el capital extranjero para extraer plusvalía de la mano de obra local, percibida como extraordinariamente barata y disciplinada.
Explicar relaciones sociales como propiedades “naturales” de la especie humana no es nada nuevo. Como establece Andreas Malm, investigador de Ecología Humana en la Universidad de Lund, “deshistorizar, universalizar, eternizar y naturalizar un modo de producción específico de un determinado tiempo y lugar son las estrategias clásicas de legitimación ideológica”, “la humanidad es una abstracción demasiado delgada para llevar la carga de la culpabilidad”.
El pequeño Pablo contó con la asesoría de la profesora Laura Julia Sánchez; su proyecto se centra en la conservación de una especie crucial para la biodiversidad y los ecosistemas acuáticos de las barrancas de Cuernavaca.
“Estamos cerca de crear lo que se llama oncovacunas, vacunas contra el cáncer y medicamentos inmunomoduladores de nueva generación", afirmó el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
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Desde hace más de un par de siglos el electorado estadounidense está dividido en tercios: uno republicano inamovible, otro demócrata igualmente invariable y otro 33 por ciento inerte.
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Escrito por Citlali Aguirre Salcedo
investigadora