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Hace unas semanas se concretó el plan del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) esbozado en su libro A la mitad del camino, publicado en agosto de 2021: ahora el IMSS-Bienestar atenderá a la población sin seguridad social, que en los sexenios anteriores estaba afiliada al Seguro Popular (SP). Con esta decisión y sin aclararlo, AMLO aceptó que el Instituto Nacional de Salud para el Bienestar (Insabi) no funcionó y ahora se le relega a la tarea de abastecedor de equipo médico. Surge otra vez la pregunta: ¿es el cambio que nos permitirá tener un sistema de salud como el de Dinamarca, en las palabras del Presidente, o se trata de otro timo a los mexicanos basado en verdades a medias?
Desde su campaña, AMLO se había planteado el objetivo de construir un sistema de salud universal, con medicamentos gratuitos para todos. Por ello, en 2020 eliminó el SP con el argumento de que “ni era seguro ni era popular” y lo sustituyó por el Insabi. Desde el arranque de esta nueva institución, nunca se hizo un diagnóstico detallado de las fallas y carencias del SP, más allá de las acusaciones de ser una institución “neoliberal” y “corrupta”. El Insabi nunca contó con reglas de operación claras para el financiamiento, la coordinación con los estados y con las instituciones de alta especialidad; mucho menos una discusión seria del pobre presupuesto que año con año reciben las instituciones públicas de salud.
El proceso de la conversión se paralizó con la pandemia y su improvisación ha tenido dos consecuencias relevantes. La primera es que hay un menor acceso efectivo a los servicios de salud. El Coneval indica que, en 2020, casi un tercio de los mexicanos tenía “carencia por acceso a la salud”, lo que significa un aumento de 15.6 millones de personas en dos años (20.1 millones en 2018, a 35.7 millones de personas en 2020). Ello también se refleja en que, entre 2019 y 2021, las consultas en los centros del Insabi disminuyeron 69 por ciento. La segunda es que el Insabi tuvo subejercicios importantes, pero que se escondieron mediante la simulación de gasto público con transferencias en los últimos meses del año al fideicomiso Fondo de Salud para el Bienestar. Estas simulaciones alcanzan casi el 50 por ciento del total ejercido durante los dos años de operación, según investigaciones de México Evalúa.
El mal desempeño del Insabi y la escasez generalizada de medicamentos fueron determinantes para la decisión de sustituirlo por el IMSS-Bienestar. El objetivo es federalizar los servicios de salud mediante la centralización de los hospitales estatales. Es decir, hoy, todo el sistema estará coordinado por el IMSS, para atender a las personas con seguridad social y sin ella. La ampliación de las responsabilidades sanitarias de esta institución tiene los mismos errores de su antecesor, con ciertos agravantes: el programa ya está en marcha sin tener el presupuesto suficiente aprobado por la Cámara de Diputados; el IMSS-Bienestar atiende enfermedades de primer y segundo nivel, pero no del tercer nivel, precisamente las más graves y costosas; la muerte del Insabi ya estaba declarada en enero pasado, pero nunca se informó a la población, por ello el gasto efectivo y las consultas para los pacientes con enfermedades crónico-degenerativas han caído drásticamente, ¿seguirá ocurriendo hasta que se extienda al 100 por ciento el programa del IMSS-Bienestar?
En sus condiciones actuales, el IMSS no tiene capacidad para hacerse cargo de la población sin seguridad social, que asciende a más de 60 millones de personas. Es un sistema saturado, con subejercicios importantes, sin la infraestructura médica y asistencial suficiente y con una inversión per cápita muy baja, similar al extinto SP. Además, durante los dos últimos años mostró ineficiencias claras, entre las que destacan la caducidad de medicamentos y vacunas con un valor superior a 18 mil millones de pesos; durante la pandemia, muchos niños no recibieron el esquema básico de vacunación; y que, de 24 millones de recetas no surtidas en 2021, 22. 1 millones corresponden al IMSS.
Es cierto que uno de los problemas del sistema de salud mexicano es su segmentación, pues la atención médica depende de si se es trabajador formal o informal. Por ello, la necesidad de un sistema de salud universal que garantice el derecho a la salud sin importar tal condición no está a discusión. Pero ése es solo uno de sus múltiples problemas. La sola centralización del sistema no mejorará el acceso a la salud de los mexicanos si no se resuelven otros problemas como el del bajo gasto público, la escasez de medicamentos, la desigualdad regional, o la falta de personal médico y de infraestructura clínica y hospitalaria. El sistema IMSS-Bienestar no es más que otra improvisación peligrosa, pues se está jugando con la vida de los trabajadores mexicanos.
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Escrito por Gladis Eunice Mejía
Maestra en Economía por la UNAM.