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Samih Al-Qasim
Fue un poeta y escritor palestino de origen druso, A pesar de las dificultades y la censura, siempre escribió y abogó por los derechos de los palestinos. Su obra se distingue por su compromiso político y su enfoque en las cuestiones humanas.
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Nació el 11 de mayo de 1939. Fue un poeta y escritor palestino de origen druso, nacido en Zarqa, Jordania. Su familia se trasladó a la aldea de Rama, en la región montañosa de Galilea, Palestina, cuando él era un niño. Creció en un entorno marcado por la ocupación y la lucha por los derechos de los palestinos. A lo largo de su vida, desempeñó varios roles incluido el de periodista y activista político. Comenzó su carrera como periodista en la década de 1950, escribiendo para varios periódicos árabes. Su poesía, a menudo considerada un testimonio lírico de la experiencia palestina, abordaba temas de resistencia, libertad y justicia social. En 1966 fue arrestado por las autoridades israelíes y pasó cerca de un año en prisión bajo la acusación de actividades políticas consideradas subversivas. A pesar de las dificultades y la censura, continuó escribiendo y abogando por los derechos de los palestinos. También fue un crítico social y cultural, y su obra se distingue por su compromiso político y su enfoque en las cuestiones humanas. Publicó numerosas colecciones de poesía a lo largo de su carrera, algunas de las cuales incluyen Una noche en mi historia, La flor de las ciudades y Los cuartetos del amor y la Gazela. Además de la poesía, Samih Al- Qâsim escribió ensayos y artículos sobre política y cultura. Su obra ha sido traducida a varios idiomas, permitiendo que su voz y su mensaje lleguen a audiencias internacionales. Falleció el 19 de agosto de 2014, dejando un legado significativo en la literatura árabe y la resistencia cultural palestina.

 

Así

Como se planta una palmera en el desierto.

Como mi madre imprime, sobre mi dura frente, un beso.

Como mi padre quítase la capa beduina

y deletrea las letras a mi hermano.

Como arroja los cascos de guerra un pelotón.

Como el tallo de trigo se alza en la tierra estéril.

Como ríe una estrella al enamorado.

Como seca una brisa el rostro fatigado del obrero.

Como entre nubarrones se levanta una fábrica, soberbia.

Como un grupo de amigos comienza a cantar.

Como un extraño a otro sonríe afectuosamente.

Como un pájaro torna al nido del amado.

Como un muchacho lleva su cartera.

Como el desierto nota la fertilidad.

¡Así pulsa en mi alma el arabismo!

 

Canciones de los caminos

Yo, desde hace siglos,

jamás aparté de mi puerta a un visitante.

Cierta mañana abrí los ojos

y vi que me habían robado la cosecha,

que la compañera de mi vida había sido

estrangulada,

y que en la espalda de mi pequeño había una herida.

Reconocí a mis traidores huéspedes,

sembré ante mi puerta minas y puñales,

y juré por las cicatrices que dejan los cuchillos

que jamás cruzaría ninguno de ellos el umbral de mi casa

en el siglo veinte.

Yo, desde hace siglos,

sólo era un poeta

en las tertulias de los probos,

pero soy un volcán ardiendo

en el siglo veinte.

 

Carta desde el zoco de los cesantes

Tal vez pierda, como pretendes, mi sustento.

Tal vez haya de poner en venta mis ropas y mis muebles.

Tal vez tenga que trabajar como cantero,

como mozo de cuerda

o barrendero.

Tal vez sirva en los vertederos de las fábricas.

Tal vez por los corrales busque granos.

Tal vez vaya apagándome, famélico y desnudo.

¡Enemigo del Sol!

Mas no transigiré.

Resistiré

hasta el último pulso de mis venas.

Tal vez me puedas arrancar hasta el último palmo

                                          [de mis tierras.

Tal vez mi mocedad alimente la cárcel.

Tal vez robes la herencia de mi abuelo:

los muebles,

las vajillas

y los cántaros.

Tal vez quemes mis versos y mis libros.

Tal vez mi carne arrojes a los perros.

Tal vez en nuestra aldea permanezcas

como una espantosa pesadilla.

¡Enemigo del Sol!

Mas no transigiré.

Resistiré

hasta el último pulso de mis venas

Tal vez apagues la antorcha de mi noche.

Tal vez me falte el beso de mi madre.

Tal vez insulte un niño, y una niña,

a mi pueblo y mi padre.

Tal vez mi historia la falsee un cobarde,

y transforme en arañas mis corderos.

Tal vez dejes privados a mis hijos de su traje de fiesta.

Tal vez a mis amigos les engañes con un rostro prestado.

Tal ves alces, rodeándome,

muros, muros y muros.

Y tal vez contra viles visiones crucifiques mis días.

¡Enemigo del Sol!

Mas no transigiré.

Resistiré

hasta el último pulso de mis venas.

¡Enemigo del Sol!

Los puertos se engalanan, y hay presagios de albricias,

albórbolas y fiestas,

clamores y bullicio,

heroicos himnos brillan en las gargantas.

Y allá, en el horizonte,

desafía una vela al viento y el oleaje,

atraviesa los riesgos.

Es la vuelta de Ulises

desde el Mar Tenebroso.

Es la vuelta del Sol, de mi hombre emigrado.

Y juro por los ojos de los dos

que no transigiré.

Que hasta el último pulso de mis venas,

resistiré.

¡Enemigo del Sol!

¡Resistiré!

 

El Sacre de Quraish

Adiós.

Adiós, mis gentes.

El dolor lacerante de las frescas heridas

va con mi corazón,

mientras exista.

Mi alma,

como las altas cumbres poderosas,

lleva ligera el peso de la enorme tragedia

de un continente a otro,

buscando en los rincones de las sombras

un destello de aurora.

A mi alma, gentes, mías,

la combate

el anhelo de vuelta del verso.

Mi alma intuye,

a pesar de lo amargo del errar,

de este fatal destino que separa,

a pesar del exilio y del viento,

mi alma intuye el camino

Si pudieran cumplirse los sueños.

Si me brotaran alas de repente

y montara en la nave de los vientos.

Si cayera de pronto en la guarida, antes de la batalla,

iría de árbol en árbol

saltando, a la trinchera;

alerta a un resplandor, al menor movimiento...

 

Gritaré

Mientras me queden algunas pulgadas de tierra,

mientras me reste un olivo,

un naranjo,

un pozo... un bosquecito de cactus.

Mientras me queden recuerdos,

una pequeña biblioteca,

la foto de un antepasado... un muro.

Mientras haya en mi país palabras árabes

y cantos populares.

Mientras queden manuscritos de poemas

y los cuentos de Antar al’absi,

las guerras en las comarcas de Roma y de Persia.

Mientras tenga ojos,

libros,

manos.

Mientras tenga aliento,

gritaré de frente al enemigo,

gritaré una declaración de guerra

en nombre de los hombres libres,

obreros, estudiantes, poetas.

Gritaré... y que los parásitos

y los enemigos del Sol

se harten del pan de la vergüenza.

Mientras tenga aliento

y aliento me quedará

mi palabra será el pan y el alma

entre las manos de los guerrilleros.


Escrito por Redacción


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