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Morir de hambre, morir por el capitalismo
La hambruna, en un sistema que produce un arsenal de mercancías, es su cara más criminal. Más de 50 millones de personas se hallan en inseguridad alimentaria, según la FAO y el Programa Mundial de Alimentos.
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El capitalismo es un sistema económico depredador para la mayoría de la población en el mundo, esta característica se acentúa mucho más en situaciones de crisis. La hambruna, en un sistema que produce un arsenal de mercancías, es su cara más criminal. Más de 50 millones de personas se hallan en inseguridad alimentaria, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos.

De acuerdo con un estudio, en gran parte de la población mundial la inseguridad alimentaria se encuentra en la fase tres de las cinco que integran tal clasificación. El mismo informe revela que un de los 50 millones uno en la fase cinco, la más alta y la que se define precisamente como catástrofe alimentaria. Es decir, en los próximos meses, un millón de personas estará en riesgo de morir de hambre.

El informe ubica a estas personas en 19 países considerados como “puntos calientes” del hambre, entre los que se encuentran Afganistán, Yemen, Etiopía, Nigeria, Sudán del Sur y Somalia. Su situación es 10 veces peor a la de hace seis años y no se debe a causas naturales, sino al predominio del sistema capitalista, donde unas cuantas personas aumentan sus ganancias a costa de las demás.

Desde sus orígenes, el éxito del capitalismo se dio gracias a la expropiación de materias primas en otros países “descubiertos” por ciertas naciones europeas. En los Países Bajos nació con la industria textil, mientras Inglaterra solo se encargaba de proveer lana; sin embargo, el Reino Unido rápidamente notó que vender tejidos era mejor negocio y desarrolló su propia industria textil. Al adquirir un gran tamaño, velocidad de circulación y dominación del mercado mundial, se apoderó del algodón proveniente de América y África; hasta ese momento Inglaterra pudo disponer de materias primas en grandes cantidades, baratas y de buena calidad suficientes para inundar el mercado mundial y dominarlo.

El crecimiento del capitalismo industrial exigió más y más materias primas baratas y seguras y un mercado cada vez más grande para su producción. Para ello empleó todo tipo de métodos de dominio y control sobre los territorios de América, África y Asia, cuyos países pagaron el desarrollo del capitalismo, produjeron y aún generan mucha riqueza para pocos mientras cientos de millones de sus habitantes pasan hambre al punto de la inanición y la muerte.

Además, el capitalismo corporativo controla con mano dura las leyes de comercio desarrolladas por las trasnacionales que producen, distribuyen y venden alimentos. Las 12 empresas más influyentes –entre ellas Cargill, Monsanto, Nestlé, Coca Cola, Kraft Foods, Danone y Marte– controlan el 27 por ciento del mercado mundial de alimentos a través de 100 cadenas de distribución, mientras unas 100 cadenas de venta y distribución controlan el 40 por ciento de las rutas. Estas corporaciones agroalimentarias también especulan en las bolsas de valores de los principales centros financieros del capitalismo global con las cosechas futuras de trigo, maíz, arroz y otras materias primas.

Mientras tanto, el sistema económico colapsa debido al agotamiento de los recursos naturales, incluidos los humanos. La destrucción del planeta se ha convertido en algo estructural; de tal modo que mientras exista capitalismo, seguirán existiendo millones personas pobres y hambrientas. Por ello no basta poner como “Objetivos del Milenio de 2030” erradicar el hambre; el objetivo principal debe ser acabar con el capitalismo y construir una sociedad más solidaria basada en el respeto a todas las personas y al medio ambiente.


Escrito por Samira Margarita Sánchez

Columnista


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