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México supera los dos millones de contagiados y casi llega a los 200 mil muertos por Covid-19; el servicio médico público está rebasado; el constante incremento de enfermos y la escasez de medicamentos y camas en los hospitales públicos provoca que los contagiados deban curarse por su cuenta ante los riesgos que ello implica, lo que ha causado grave daño a la economía de las familias mexicanas.
“Cuando se tiene la sospecha de ser un paciente de Covid-19, lo ideal es primero ir al médico y que éste, dependiendo de los síntomas del paciente y de los posibles días que lleve infectado, mande hacer pruebas químicas; pueden ser pruebas rápidas como la IgG/IgM y la PCR, que son para la detección del SARS-COV2 o una antígena”, explicó a buzos Israel Torres Morales, director médico de ambulancias AMBUMED.
Según una investigación de Nayeli Roldán, a principios de año había 87 mil 905 personas que esperaban el resultado de sus pruebas de laboratorio en México, sea para descartar o confirmar la presencia del virus en sus cuerpos. La respuesta normal en el Sector Salud gubernamental se emite de dos a cinco días después; pero la saturación de estos servicios puede extender la espera a más de una semana, por lo que muchas personas prefieren pagar laboratorios privados.
Por la misma razón, las personas ya confirmadas como pacientes de Covid-19 optan por atenderse en consultorios privados, pese a ser derechohabientes del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) u otra institución pública, prefieren desembolsar, vender sus pertenencias o endeudarse para pagar las consultas, pruebas de laboratorio, tratamientos, aparatos especiales y tanques de oxígeno, a tener que esperar que haya un lugar en alguno de los 949 hospitales públicos capacitados para atender a pacientes con SARS-COV2.
Cifras oficiales aseguraron que, hasta la segunda semana de enero, se tenía disponible el 59 por ciento de las camas en el país. El director general de Promoción a la Salud, Ricardo Cortés, reveló que los hospitales más saturados son los de la Ciudad de México (CDMX), con una ocupación del 88 por ciento y le siguen el Estado de México (Edomex), con el 84 por ciento; Guanajuato e Hidalgo, con el 83; Nuevo León, con el 78; y Puebla, con el 77 por ciento. Ninguno estaba a su límite, según la Secretaría de Salud (SS).
En la segunda semana de febrero, José Luis Alomía Zegarra, director general de Epidemiología, informó que solo el 38 por ciento de las camas de los hospitales generales en el país estaba ocupado. Explicó que de las 32 mil camas sin soporte de respiración asistida, 12 mil 267 estaban ocupadas y 19 mil 733 seguían disponibles. Afirmó también que ninguna entidad federativa ha registrado la ocupación de camas por arriba del 70 por ciento.
Pero las historias que se hallan a pie de calle y las que recogen los noticieros de televisión, radio y diarios impresos distan considerablemente de esos números, pues revelan que muchos pacientes en busca de atención en el sistema público de salud recorrieron varios hospitales, incluso de otros estados, antes de encontrar una cama disponible; y que otros muchos no tuvieron la misma suerte, porque fallecieron en ese peregrinaje.
Ése fue el caso de doña Gabina, quien murió en enero pasado, luego de esperar sin éxito una cama con ventilador en la Unidad de Infectología del Hospital Centro Médico Nacional La Raza, del IMSS de la CDMX. Así como el de ella, la desgracia de muchos otros pacientes de Covid-19 solo alcanzó “acomodarse” en la prensa con estos titulares: “Murió buscando un hospital donde atenderse”; “Mujer muere por Covid-19 mientras buscaba una cama”; “Muere por Covid-19 tras recorrer siete hospitales: “Murió en las afueras de un hospital Covid-19”.
“El hospital en el que trabajo está viviendo una situación muy crítica que jamás había visto. No hay espacio en el hospital, no hay tomas de oxígeno, no hay medicamentos suficientes. México está sobrepasado por la pandemia desde hace ya varias semanas”, contó a la BBC de Londres, la doctora María de los Ángeles Bolaños, médica del Hospital Regional General 72 de Tlalnepantla, Edomex, ahora acondicionado para atender enfermos de Covid-19.
Hasta enero de 2021, nueve de cada 10 camas para atender pacientes con el virus estaban ocupadas. En la misma situación se encuentran las camas con ventilador, con el agravante de que México solo cuenta con 10 mil 576 para los casi 56 mil 545 casos activos que se habían registrado hasta el 17 de febrero.
La flemática atención oficial
El Censo de Población y Vivienda 2020 diseñado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) evidenció que los servicios médicos públicos (IMSS e ISSSTE, entre otros) solo cubren la atención médica del 60 por ciento de la población, y que cinco de cada 10 derechohabientes de estas instituciones prefieren pagar atención sanitaria privada con cargo a sus bolsillos.
En este caso se encuentra Ricardo Ochoa, pensionado por el IMSS y vecino de la colonia Prados Verdes de Morelia, quien enfermó de Covid-19 en 2019 y decidió recurrir a un médico particular.
“Me enfermé el año pasado. Cuando empecé con malestar; fui con mi doctor del IMSS y me mandó hacer estudios por sospecha del virus. Me los hice ahí mismo y salí positivo; lo supe porque recibí una llamada del Seguro, pero tardaron varios días en darme ese resultado. Así que cuando supe, preferí ir con un particular; no por rico, porque no lo soy, sino porque he visto estudios, y la atención medica privada es muchas veces más rápida que la gubernamental”, denunció ante buzos.
Ochoa no es el único que ha recurrido al sistema privado ante el temor de perder la vida por no ser atendido con urgencia en su hospital correspondiente. “Gasté más de 11 mil pesos, los ocupé en obtener rápido los resultados de placas y de sangre y para comprar medicamentos. Si me hubiera esperado a que el seguro me ayudara a solucionar, de todos modos me hubiera tocado comprar por fuera la medicina, porque rara vez me las dan en el hospital; y las pruebas de laboratorio normalmente tardan en darlas”, lamentó.
En Morelia, el precio de una prueba rápida de IgG/IgM oscila entre 170 y mil 650 pesos; una de antígenos va de 250 a mil pesos; y una PCR (Reacción en Cadena de la Poliomerasa), cuesta entre 800 y tres mil 840 pesos.
En otras entidades, los costos suelen ser más elevados por el drástico incremento de la demanda de atención médica. En el Edomex, por ejemplo, una clínica privada cobró a Alberto Hernández seis mil 250 pesos por una prueba PCR y una tomografía. Aparte, le recetaron Omeprazol, Azitromicina, Paracetamol e Ivermectina para controlarse desde casa.
Pero no todos presentan síntomas leves y pueden curarse en casa. Para quienes se complican por neumonía y necesitan oxigeno o intubación, los costos son mucho más elevados. En la capital del país, una hospitalización en nosocomios de nivel medio cuesta 350 mil pesos mínimamente, según la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS).
Seguramente, el médico ordenará diversos estudios complementarios para la persona enferma, y analizará cómo o cuáles órganos está afectando el virus. El director médico de AMBUED, explicó a buzos: “Lo mejor es sacar una radiografía y una tomografía de tórax para ver las características propias del virus en el cuerpo del paciente; después, estudios complementarios como una biometría hemática, una química sanguínea de seis elementos, un examen general de orina, tiempos de coagulación, entre otros. Esto sucede porque hay pacientes que tienen una enfermedad crónica como hipertensión o diabetes; y necesitamos saber si tiene anemia, si aumentaron o bajaron los leucocitos por el proceso infeccioso; cómo están sus plaquetas, su glucosa, cómo funcionan sus riñones; si ocupará anticoagulantes o no; y poder brindar al paciente lo mejor para su estado actual”.
Estos estudios cuestan entre mil 500 y tres mil pesos en laboratorios “económicos”; pero, en los más especializados, el costo sobrepasa los 10 mil pesos. Los estudios de los pacientes en estado más crítico suelen ser más caros, aunque sus costos dependen del laboratorio.
El médico Israel Torres M. comentó a buzos que la inversión inicial de los tratamientos rebasa fácilmente los mil pesos y pueden alcanzar precios muy altos. “Por ejemplo una persona que, en el transcurso de la enfermedad, requiere algún anticoagulante, normalmente, uno de los varios medicamentos que se le receta es la enoxaparina; pero una sola ampolleta puede valer entre 800 y mil 100 pesos. Eso solo por mencionar un medicamento de los que un paciente debe tomar”.
Los precios para curarse de Covid-19 son elevados para el salario del mexicano promedio. De acuerdo con datos de la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE) 2020, el 61 por ciento de los trabajadores mexicanos gana entre uno y dos salarios mínimos. El promedio de ingresos de éstos oscila entre tres mil 696 y siete mil 393 pesos mensuales. Un estudio de PCR y una tomografía cuestan el salario mensual íntegro de un trabajador promedio. Pero, además, estos análisis no vencen al virus, y el paciente debe adquirir los medicamentos y aislarse en casa dos semanas.
Si sus síntomas son graves, el paciente requerirá hospitalización; los gastos en un nosocomio privado son muy altos. En la CDMX, los hospitales más prestigiosos y exitosos para curar a pacientes graves cobran entre 700 mil y un millón de pesos, según la AMIS. Por eso, muchos enfermos se ven obligados a deambular por los hospitales públicos hasta encontrar lugar en alguno de ellos. Otros han vendido hasta su casa para reunir el dinero necesario y atenderse en clínicas u hospitales privados.
Elena Solchaga, exenfermera del ISSSTE y derechohabiente de esta institución, informó a buzos que en enero pasado contrajo el virus y, dada la gravedad de los síntomas que presentaba, decidió pagar varios estudios, medicamentos y comprar un concentrador de oxígeno.
“Cuando supe de mi contagio fui a una consulta general en el ISSSTE, pero para saber más rápido el resultado, opté por hacerla de forma particular por la rapidez de entrega de resultados y así continuar todo de forma privada, menos la atención médica, ahí sí la doctora me siguió atendiendo, ya no de forma presencial, pero sí por teléfono.
“Entre medicamentos, estudios de sangre, placas, oxímetro, cánulas nasales y cosas que requería el oxígeno que renté, tuve que gastar entre 12 mil y 13 mil pesos. Ya me acabé mis ahorros y ahora necesito conseguir más dinero, porque sigo siendo positiva a Covid-19, me faltan tratamientos y estudios para asegurar, en unos días, que el virus ya no esté en mi cuerpo. Entonces el gasto seguirá creciendo”, explicó.
Por su parte, la contadora Elizabeth Aguado Durán contó a buzos que para atenderse del contagio ha tenido que cubrir el costo de cuatro recetas para evitar que el Covid-19, que mató a sus dos padres, vuelva a infectarla. “De dos recetas fueron más de mil 400 pesos por cada una; hubo otra de 400 y otra de 800 pesos. Estamos hablando de más de cuatro mil pesos sin contar gastos extra como el pago de consultas a domicilio, que no son económicas; oxígeno, cánula nasal; sueros orales para evitar la deshidratación, diferentes tés, oxígeno, concentrador de oxígeno, algunos remedios caseros y gastos que, por pequeños o grandes, incrementan más y más la cuenta”.
Se eleva el costo
Los tanques de oxígeno escasean por una causa sencilla: cada vez aumenta más el número de población infectada. Antes de la llegada del Covid-19, la renta de un tanque de oxígeno oscilaba entre mil 500 y dos mil pesos; pero tras el incremento en el número de enfermos, sus proveedores elevaron los precios y, ahora, el arrendamiento de un cilindro está en aproximadamente seis mil 500, dependiendo de la voracidad de las empresas.
Esta situación ha obligado a muchas personas a comprar o rentar concentradores de oxígeno, cuya principal diferencia con un tanque radica en que éste cuenta con una cantidad finita de oxígeno comprimido y no lo produce como el concentrador, siempre y cuando el aparato esté conectado a la electricidad o tenga una batería.
El problema del concentrador está en el costo de la renta, que oscila entre cinco mil y 13 mil pesos mensuales, dependiendo de las personas o empresas que lo renten. Su precio es también variable según la cantidad, que puede ser de cinco a nueve litros, con precios de 39 mil, 45 mil o 50 mil pesos. Además, en la renta de tanques y concentradores de oxígeno se piden depósitos que van de tres mil a seis mil pesos.
La suma total de un tratamiento anti-Covid-19, con la medicina más económica, puede ascender a 12 mil 870; pero este costo se proyectó con base en una consulta médica de farmacia de 50 pesos; una prueba PCR de 800 pesos; con los medicamentos iniciales cuyos precios oscilaron entre mil y tres mil pesos; más otros tres mil que costaron los siguientes; y un oxímetro de 120 pesos y con la renta de un concentrador de oxígeno por cinco mil pesos mensuales y un depósito de tres mil pesos.
Pero si el paciente no logra sobrevivir, los costos funerarios también están a la alza. Un informe de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) difundió que estos servicios deben incluir la cremación y la inhumación. Un “paquete básico de inhumación” consiste en la recuperación, preparación, servicio de arreglo estético, embalsamado y traslado del cuerpo en el ataúd para su destino final.
Los costos pueden variar desde los ocho mil pesos y sobrepasar los 38 mil pesos. En cuanto a la cremación, el paquete básico debe incluir el mismo proceso que el de la inhumación, pero debe agregarse la entrega de una urna para depositar las cenizas del fallecido. Estos paquetes pueden costar entre 10 mil y 40 mil pesos.
Los deudos de las personas fallecidas a causa del SARS-COV2 deben saber que éstas deben ser incineradas y que, en el costo del servicio funerario, debe estar incluido el nicho o gaveta donde serán dispuestos los restos, que regularmente no están considerados en los paquetes básicos. También deben estar enterados que estos trámites cuestan 750 pesos en el Registro Civil y con ello deben incluir los gastos en copias, gasolina o transportes.
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Escrito por Laura Osornio
colaboradora