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Atrapado hace décadas en el fuego cruzado de conflictos regionales y una tortuosa guerra civil de 15 años, ese Estado mediterráneo ha sido un constante polvorín. La aún inexplicable explosión del cuatro de agosto de dos mil 750 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut, dejó más de cuatro mil heridos e incontables muertos.
En un parpadeo, más de 500 mil personas perdieron casas, escuelas, hospitales, negocios y todo el país perdió el grano almacenado para alimentar a su población. Mientras los libaneses viven ese doloroso trance, las potencias afinan sus intereses geopolíticos sobre ese estratégico país. Pero no les será fácil, pues la sociedad –que en octubre estalló contra la corrupción de su clase política y que resiste valiente la agresiva pandemia del Covid-19– no está dispuesta a perder sus logros democráticos.
Es cierto que los accidentes suceden incluso en países bien gobernados; sin embargo, la ola expansiva de la explosión del cuatro de agosto, sea intencional o fortuita, amenaza con romper el frágil equilibrio de la quebrantada gobernabilidad libanesa, en un país donde la economía colapsó hace tiempo. Es una catástrofe que cierra la vía a la recuperación de Líbano.
Las circunstancias que causaron la detonación de dos mil 750 toneladas de un material que no debía estar en ese puerto estratégico reflejan la letal combinación de negligencia e incompetencia en la una vez llamada Suiza del Mediterráneo.
Aunque la sangrienta guerra civil tiene tres décadas de haber concluido, hace meses que Líbano llegó a su punto de quiebre: la economía colapsó y el gobierno funciona con apuros. Se atribuye a las élites sectarias la devaluación, su crisis fiscal y bancaria, una deuda impagable, quiebras masivas de negocios y pérdida de empleos.
Y pese a tener una buena proporción de mano de obra calificada similar a la europea –la más alta entre países árabes– la desigualdad es enorme. Líbano alberga a más de 140 bancos de todo el mundo, pero su deuda supera los 92 mil millones de dólares y solo entre 2005 y 2007 se perpetraron 12 atentados contra figuras políticas del país.
Esas condiciones gestaron la inconformidad y en octubre, cuando el gobierno intentó poner un impuesto a las llamadas por WhatsApp , estalló la revolución. Tanto en barrios pobres como en lujosas zonas turísticas, miles de libaneses gritaban: ¡se robaron nuestro futuro, corruptos, ladrones!
Las protestas siguieron hasta febrero y se reanudaron en junio; ahora para denunciar al gobierno tecnócrata de Hasán Diab, quien asumió este año. “La calle no confía en la marioneta de las élites” eran los lemas de las manifestaciones. Los nuevos ministros carecen de credibilidad para acabar con el dominio de la clase dominante, señaló el historiador Makram Rahab.
Rehén geopolítico
Hace más de seis décadas que Líbano intenta sortear la agitación geopolítica regional, la omnipresencia de Francia –su exmetrópoli–, la avaricia estadounidense y los conflictos de sus vecinos Siria, Libia e Irak. Líbano lidia con el imparable expansionismo israelí –que lo ocupó desde 1978– y libra, en suelo libanés, su feroz pugna con Irán.
Ese afán expansivo de Israel estuvo detrás de la cruenta guerra civil de 15 años en Líbano. Además de paralizar las instituciones libanesas, trastocó para siempre la convivencia interreligiosa local.
Tras ese conflicto y pese a su política pública de no beligerancia, la élite libanesa autorizó la permanencia en su territorio de contingentes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de otras naciones.
El Instituto Internacional para la Investigación de la Paz, indica que hoy en Líbano hay tropas de Alemania, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, España, Jordania, EE. UU., Francia, Grecia, Hungría, Irlanda, Países Bajos, Polonia, Italia, República Popular China, Rumania, Rusia, Reino Unido y de la Liga Árabe.
En 2016, elementos de la Guardia Costera y Marina de EE. UU. y el Ejército libanés realizaron los ejercicios conjuntos “Respuesta Decidida” en la base naval de Jounieh, próxima a Beirut. Según Orient Monitor, en abril de 2019 EE. UU. financió con 11 millones de dólares al Ejército libanés para adquirir seis aviones no tripulados.
El llamado País de los Cedros no siempre vivió en crisis. Aunque lo ocuparon 16 naciones (hititas, asirios, babilonios, persas, Alejandro Magno, el Imperio Romano-Bizantino, los cruzados, otomanos, franceses e israelíes), ahí nació el alfabeto y los fenicios construyeron los primeros barcos que navegaron las costas regionales.
Francia, nuevo colonialismo al acecho
Aprovechando la ira de los libaneses contra la incompetencia de su cúpula política, el presidente francés Emmanuel Macron fue el primer jefe de Estado extranjero en visitar a los residentes de la zona afectada. Cercano al cráter de 140 metros de diámetro que dejó el estallido de nitrato de amonio, rodeado de una multitud esperanzada en recibir cualquier tipo de ayuda, Macron propuso “un nuevo pacto político” entre las fuerzas libanesas y ofreció retornar en septiembre. “Y si no lo han logrado, asumiré mi responsabilidad política, dijo a la multitudˮ.
Francia, exmetrópoli de Líbano, hizo notar su interés con el viaje a Beirut del presidente Emmanuel Macron dos días después. Entretanto, la Oficina del Procurador de París inició su propia indagatoria por las heridas sufridas por 21 franceses.
Líbano, puente estratégico entre Europa y Medio Oriente, tiene la población más alfabetizada (99 por ciento) y con la mayor pluralidad religiosa de Medio Oriente. La paradoja es que, a pesar de que su población residente asciende a 3.5 millones de personas, más de 10 millones de libaneses residen en el extranjero. México acoge la mayor comunidad con más de 450 mil personas.
Hasta los años 70, el gobierno libanés era relativamente liberal, con numerosos centros culturales en medio de una región muy conservadora. Su desarrollo comercial-financiero, así como la presencia de un turismo multinacional y cosmopolita, le ganó el calificativo de la Suiza de Medio Oriente.
La tragedia
Hoy se sabe que desde 2014, en el local número 12 del puerto de Beirut se almacenaban –sin mayores medidas de seguridad– dos mil 750 toneladas de nitrato de amonio. Aunque el gobierno beirutí no lo ha confirmado, fuentes diversas informan que ese material –usado como fertilizante y para fabricar explosivos– fue incautado desde 2013 al buque MV Rhosus, que atracó de emergencia en Beirut por problemas técnicos.
El buque Rhosus trasladaba esa sustancia desde puerto de Batumi, en Georgia con destino a Mozambique, pero no consiguió retornar a su ruta porque, al no pagar las tarifas portuarias en Líbano, se le prohibió retornar, según denunció la red legal Shiparrested.
Tras la tragedia, Radio Libertad, de Siberia, entrevistó al antiguo capitán del Rhosus, Boris Prokoshev, quien explicó que el ruso Igor Grechushkin era dueño de la nave, pero no atendió los llamados de abogados ni tripulantes para liquidar las deudas y seguir el viaje.
Tras incautar la carga, las autoridades depositaron el nitrato de amonio en un contenedor. En las primeras averiguaciones se conoció que, entre 2014 y 2017, el director de Aduanas, Badri Daher y el responsable del puerto, Hassan Koraytem advirtieron, en sendas cartas dirigidas al sistema judicial, del peligro de explosión de esa sustancia por sus inseguras condiciones.
Para las víctimas libanesas esa negligencia, que se nutre de la corrupción rampante e ingobernabilidad, está detrás de la explosión, pues hace años se pedía la remoción de esa carga peligrosa. Hoy, más de 100 oficiales portuarios se encuentran bajo investigación y una docena está en arresto domiciliario.
La investigación del caso debiera determinar si la explosión fue deliberada o fortuita, aunque de inmediato surgieron hipótesis de agresión interna y externa. Se especula desde un ataque con bomba nuclear hasta sabotaje de EE. UU. ya sea para doblegar a Hezbolá o porque el puerto de Beirut está integrado a la Ruta de la Seda de China, como afirma la revista Mehr News.
La explosión masiva de nitrato de amonio destruyó casi toda la zona portuaria de Beirut y extendió su ola destructiva hasta la mitad de la capital, al mismo tiempo que arrasó con la ya precaria economía libanesa.
Un primer balance estimó el daño entre 10 mil millones de dólares y 15 mil millones de dólares y al menos 500 mil personas quedaron sin hogar indicó el gobernador beirutí, Marwan Abboud.
La reacción internacional llegó en distintas formas. El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo ofreció: “estamos atentos para asistir al pueblo de Líbano para que se recuperen de esta horrible tragedia”.
Rusia, a través del Ministerio de Emergencias, envió de inmediato cinco aviones con equipos médicos y horas después desplegaba en un estadio el hospital móvil de campaña Tsentrospas, primero en atender a las víctimas de la explosión. El gobierno moscovita envió a médicos del Instituto de Cirugía y Traumatología Infantil de Urgencias para atender a los niños afectados.
Irán, que es y ha sido aliado clave de Líbano, aprovisionó barcos con ayuda humanitaria y un hospital de campo con 37 médicos generales, ortopedistas, pediatras, enfermeras especialistas y cirujanos. Pese a sufrir las sanciones occidentales, Irán donó alimentos y equipos médicos y en Twitter, el líder supremo Ayatola Ali Jamenei aseguró que Irán “permanece con ellos en esta penosa tragedia”.
La historia trágica de Hariri
El cuatro de noviembre de 2017, el primer ministro libanés, Saad Hariri, desató una crisis política. Durante su estancia de tres semanas en Arabia Saudita, dimitió; alegó la creciente influencia regional de Irán y del partido chita Hezbolá y sostuvo que temía su asesinato.
El día seis, el reino saudita denunció que Líbano le declaró la guerra, hecho que negó Beirut. Sin embargo, el día nueve, Arabia Saudita, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait piden a sus ciudadanos abandonar Líbano.
Para el presidente libanés Michel Aoun, la renuncia de Hariri se presentó bajo coerción del gobierno saudí, quien lo retuvo como rehén. Para Hezbolá y otros analistas, fue un pretexto de guerra contra Irán; y el jefe de la inteligencia israelí, Yisrael Katz, consideró que no era oportuna esa dimisión para aislar y presionar a Hezbolá.
Incluso la precaria Palestina respondió. El presidente Mahmud Abbas anunció Día de Luto nacional en solidaridad y ofreció su apoyo a las víctimas. Pese a la dimensión de la catástrofe, los libaneses recordaban a la prensa extranjera que a Beirut se la compara con el Ave Fénix porque ha sido destruida y reconstruida siete veces.
Ambición externa, crisis interna
1943: Independencia de Líbano. Las tropas francesas salen del país hasta 1946.
1975-1990: Guerra civil de 15 años. Chocan milicias cristianas, fuerzas de izquierda, nacionalistas árabes, musulmanes y palestinos. Ingresan tropas sirias, una línea sobre la calle Damas divide a Beirut para separar a cristianos y musulmanes. 45 mil muertos el primer año.
1978-1982: Israel invade el sur de Líbano y llega a Beirut. Lo combate el Frente Libanés de Resistencia Nacional (fuerzas comunistas).
Septiembre de 1982: El Ejército israelí que ocupaba Beirut, permitió que la milicia falangista cristiana irrumpiera en los campos palestinos de refugiados de Sabra y Chatila, donde asesinaron a unas dos mil personas.
1990: Fin de la guerra; huye el general y líder cristiano Michele Aoun. René Moawad es electo presidente, pero es asesinado 17 días después.
2000: Hezbolá logra presencia significativa en el Congreso.
2005: Rafik Hariri asume como Primer Ministro (gobernó dos veces: 1992-1988 y 2000-2004), muere en un ataque con bomba.
Julio de 2005: Explosión al norte de Beirut deja dos muertos y doce heridos, entre ellos el ministro de Defensa libanés, Elias Murr, y Patricia Puente, esposa del embajador mexicano en Beirut.
2006: Segunda Guerra de Líbano. Israel ataca posiciones de Hezbolá, bombardea el aeropuerto de Beirut. Mueren civiles y hay 522 mil desplazados. La ONU demanda el cese de las hostilidades. Israel viola el cese al fuego. George W. Bush da 230 millones de dólares para reconstruir el país. Francia despliega dos mil soldados; Italia, dos mil 600; España, mil 100. La prensa occidental acusa a Israel de lanzar bombas de racimo y abandonar muchas en Líbano. El viceministro israelí de defensa, Efraim Sneh, admite que fue “un errorˮ emplear esas armas.
2007: Concluye gestión de Emile Lahoud y el país queda sin jefe de Estado.
2013: El ataque de Occidente contra el presidente de Siria, Bashar al-Assad, detona un conflicto que desplazó a más de 4.5 millones. Hoy viven en Líbano 1.5 millones de sirios refugiados.
2017. Conflicto Líbano-Arabia Saudita.
Enero de 2019. Gobierno de unidad, tras nueve meses de negociaciones.
Octubre de 2019. Protestas contra el Primer Ministro.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.