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De acuerdo con los filósofos soviéticos Bonifati Mijáilovich Kédrov y Aleksánder Geórguievich Spirkin, la ciencia es un sistema de conocimientos en desarrollo sobre los fenómenos de la naturaleza, que permite al hombre prever y transformar la realidad en beneficio para la sociedad. En efecto, una sociedad honesta, noble e inteligente que tiene la ciencia en las manos, puede dominar la naturaleza, producir bienes materiales y transformar sus relaciones sociales. Pero, sobre todo, puede liberarse de prejuicios y supersticiones y perfeccionar sus facultades mentales y convicciones morales.
En México, sin embargo, la juventud está muy alejada de las prácticas científicas, y muchos profesionistas que laboran en las mejores universidades públicas y privadas del país las desdeñan. Incluso hay profesionistas que aún se hallan influidos por prejuicios y supersticiones; algunos consideran, por ejemplo, que la corrupción es la causa de la desigualdad y pobreza que padecemos. Es decir, no están acostumbrados a reflexionar y analizar. Pero eso no es todo. De acuerdo con un análisis de la encuestadora Parametría (1° de julio de 2018), 65 por ciento de los que votaron por el Presidente actual tiene escolaridad universitaria, es decir, con niveles de licenciatura, maestría y doctorado.
Pero estos resultados no deben sorprenderlo, amigo lector, porque son efectos de una causa mayor. Para orientarnos, citemos algunos hechos que explican esta situación: en las universidades mexicanas, incluidos sus posgrados (maestría y doctorado) no se imparten filosofía, historia y pedagogía de la ciencia, como sí ocurre el sistema educativo ruso. En las universidades de México tampoco se estudia el español, como sí lo hacen las de Rusia con su propia lengua; los estudiantes rusos que estudian química, ingeniería, matemática, etc., en el curso de toda su carrera estudian el idioma ruso; incluso cuando hacen su maestría o su doctorado.
En el nivel medio superior, los estudiantes mexicanos no estudian teoría de conjuntos y lógica matemática; no hacen demostraciones matemáticas y menos aplicaciones de ellas. Se dedican solamente a memorizar las fórmulas y a resolver problemas matemáticos en el papel. En cambio, los estudiantes rusos no solo dominan todas estas herramientas matemáticas, sino también las combinan con la práctica yendo a laboratorios, centros aeroespaciales y de aviación, etc. Cursan cabalmente; además, el cálculo diferencial e integral, mientras que en México más de 65 por ciento de las escuelas no imparten esa materia y, de acuerdo con los resultados de la Evaluación Nacional del Logro Académico (Enlace), 63.7 por ciento de los estudiantes de bachillerato tienen conocimientos insuficientes en matemáticas. En cambio, los estudiantes rusos de nivel medio superior toman cursos de astronomía, física nuclear y cuántica; manejan lenguajes de programación entre los que destacan Java, C, C++, Pyhton, Visual Basic, JavaScript y Assembly Languaje (ASL). En los temarios de la Secretaría de Educación Pública (SEP) de México ni siquiera están contempladas estas materias.
De acuerdo con el Ministerio de Educación de la Federación Rusa más de 50 por ciento de los alumnos rusos que cursan el tercero de secundaria y 60 por ciento de los que estudian el cuarto año de primaria (educación básica) obtienen un nivel alto en las matemáticas y ciencias naturales. En México, en cambio, solo 0.3 por ciento de los jóvenes de esos grados obtienen un nivel de excelencia en las matemáticas, de acuerdo con la información proporcionada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2015).
Pero eso no es todo. En Rusia, el estudio de las ciencias de la computación comienza en el quinto año de primaria e incluye sistemas, lenguajes y programación, computadoras y la historia de la tecnología informática. En el nivel básico la enseñanza del juego de ajedrez es obligatoria, ya que de acuerdo con los expertos en el área, el ajedrez desarrolla el pensamiento lógico y ayuda al niño a crear estrategias y a pensar unos pasos más adelante. En México no se enseña el ajedrez de manera obligatoria, tampoco se enseña computación a los niños de quinto grado.
Lo descrito arriba influye, de una u otra manera, en la forma de pensar, analizar y discernir del estudiante sobre un fenómeno o un problema. Para lograr este cometido e impulsar que el estudiante mexicano haga ciencia, no queda más que hacer grandes inversiones económicas en educación, revisar urgentemente el programa educativo y elevar la calidad de los profesores en todos los niveles educativos.
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Escrito por Romeo Pérez
Doctor en Física y Matemáticas por la Facultad de Mecánica y Matemáticas de la Universidad Estatal de Lomonosov, de Moscú, Rusia.