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Hacienda Humboldt, la colonia bóer de Chihuahua
En Chihuahua casi nadie sabe que en 1903 se asentó un pequeño grupo de guerreros bóers sudafricanos en esa región, que en la última década del S. XIX resistieron a la colonización de sus naciones.
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Salvo los habitantes de los municipios ribereños del río Conchos, Meoqui y Julimes en el estado de Chihuahua, casi nadie sabe que en 1903 se asentó un pequeño grupo de guerreros bóers sudafricanos en esa región, que en la última década del Siglo XIX resistieron a la colonización de sus naciones contra el imperialismo de la Gran Bretaña.

En la segunda mitad del Siglo XIX, los habitantes de la Colonia del Cabo, de ascendencia y habla holandesa (neerlandesa), habían fundado y logrado su reconocimiento internacional como estados independientes: la República Sudafricana (o de Transvaal) y el Estado Libre de Orange; pero ambos desaparecieron después de la Segunda Guerra de los Bóers, que perdieron; lo cual originó que sus territorios se anexaran a la Gran Bretaña y posteriormente a la Unión Sudafricana.

 

 

Al consumarse la derrota de los bóers, dos de los personajes más destacados en la contienda bélica se negaron a jurar fidelidad a los invasores ingleses, Willem Didrick Snyman y Benjamin Johannes Viljoen, quienes prefirieron expatriarse y buscar un destino diferente fuera de África. En 1902, Snyman inició la búsqueda de tierras propicias para la agricultura en México; y fue en 1903 cuando él y Viljoen, ya juntos, se entrevistaron con el presidente Porfirio Díaz, quien les sugirió explorar terrenos federales en el Valle del Yaqui en Sonora y en la región centro-sur de Chihuahua.

Después de una visita de reconocimiento, en compañía del ministro de Gobernación, José Yves Limantour, eligieron la segunda; y éste les entregó la Hacienda de Santa Rosalía, donde confluyen los ríos San Pedro y Conchos, con una franja de tierras fértiles ubicada en el municipio de Julimes.

Compraron a crédito con un prepago en efectivo de 500 mil pesos (enorme entonces) y empezaron a regar sus terrenos con el agua de una acequia derivada de una represa que ahora lleva el nombre de Hacienda Humboldt, instalada kilómetros río arriba del Conchos, y poco antes de que éste se uniera al río San Pedro. Nadie sabe quién le puso ese nombre, pero sí que fue alusión al famoso viajero y naturalista alemán que recorrió y exploró gran parte de México.

 

 

El contrato de colonización implicó el uso de propiedad de 83 mil acres (205 mil 140 hectáreas); y programaron el traslado de 50 familias que llegarían en un lapso de tres años. Algunas de las familias bóers llegaron por Texas, Estados Unidos (EE. UU.) y se trasladaron a la región en el Ferrocarril Central Mexicano, que iniciaba su recorrido en Ciudad Juárez, hasta acceder a la Estación Ortiz, distante unos 20 kilómetros al noreste de la hacienda.

En un año se asentaron 37 familias. El tres de septiembre de 1905, la prensa de Pittsburgh, Pensilvania, publicó un reportaje en el que se informaba que los generales Snyman y Ben Viljoen, “quienes lucharon galantemente contra los británicos en Sudáfrica”, habían fundado una colonia agrícola bóer “más que floreciente”, ya que contaba con un vecindario de 150 personas que tenían cultivos de 300 acres, principalmente de grano (La cita es de Lawrence Douglas Taylor en el ensayo La colonización bóer en Chihuahua y el suroeste de Estados Unidos, 1903-1917).

 

 

Flor de un día

Hay testimonios que atestiguan los esfuerzos de los colonos por comunicarse; porque únicamente hablaban su lengua natal, el afrikáner, algo de inglés y no asimilaban el español. Para entenderse con sus peones mexicanos, recurrían a una mixtura de “mexafrikanglish” como la siguiente: Keer die maranas daar, and ponga them back in the kraal (“Traiga esos cerdos acá y póngalos de vuelta en el corral”).

Hay constancia de que la colonia duró poco porque la hacienda fue abandonada, primero por Viljoen en 1906, cuando se trasladó al sur de EE. UU. y dos años después lo acompañaron “entre 20 y 30 familias”. En la región de La Mesilla, Nuevo México, fundó otras colonias porque encontró mejores condiciones para su desarrollo comercial. Los seguidores y familiares de Snyman, en cambio, se mudaron a un sitio más cercano y se establecieron en un rancho de nombre La Regina, que aún existe en el municipio de Julimes.

 

 

 

Pero ¿por qué abandonaron los sudafricanos la Hacienda Humboldt, a pesar del ingente esfuerzo por trasladar sus menajes de casa, herramientas, maquinaria y la inversión monetaria para habilitar las tierras de esa región de Chihuahua para uso agropecuario? Primero hubo una causa devastadora: en 1904, una creciente del río Conchos destruyó medio millar de hectáreas sembradas con granos y mil 500 árboles frutales. Este desastre obligó a la mitad de las familias colonizadoras a abandonar la hacienda.

Dos años después, las tierras fueron compradas por la compañía alemana Ketelsen y Dagetau Sucesores, con sede en Chihuahua, por mediación de Pablo Hoffman. Luego vino una desbandada mayor, cuando se multiplicaron las gavillas que asolaban y saqueaban las haciendas, las cuales presagiaron a la Revolución Mexicana de 1910, escribió Douglas Taylor.

 

 

Hay un hecho histórico: el general Benjamin Johannes Viljoen fue consejero bélico de Francisco I. Madero; y fue “comisionado oficial del Gobierno Federal en las negociaciones de paz con los yaquis”. Taylor ofreció información, al inicio de 1914, en torno a que insurrectos encabezados por Francisco Villa confiscaron el rancho de Snyman por sospechar que había sido enemigo de la causa constitucionalista” (prensa de Pittsburgh, 1915).

 

Una empresa capitalista

“Para mí, que los bóers no hicieron nada”, asegura Pablo Hoffman, nieto del personaje del mismo nombre que administró estas tierras luego del fracaso de los sudafricanos. “Los bóers estuvieron dos años nada más”, afirma Hoffman 2°.

“A mi abuelo, que tenía el mismo nombre que yo, y era alemán, lo mandaron traer para que administrara y desarrollara la tierra cuando los bóers se hubieron ido. Mi padre era Manuel Porfirio Hoffman, su hijo”.

El gobernador Enrique C. Creel “vio que mi abuelo estaba haciendo unos experimentos en el Departamento de Agricultura, y le propuso que se viniera a Chihuahua, a escoger un terreno donde pudiera seguir haciendo sus estudios. Y escogió éstos, precisamente en las márgenes del Conchos, porque tenían un clima y una altitud idóneos”.

Pablo Hoffman vio que era muy bueno el microclima para el durazno y plantó inicialmente 12 mil árboles; también espárragos, calabaza, chiles. Todo se desarrolló muy rápido, y enlataron frutas en solo tres años, cuando entró la nueva administración de la Hacienda.

 

 

Cuando se dio la entrevista de los presidentes Porfirio Díaz y William Howard Taft, de EE. UU., en Ciudad Juárez y El Paso, Texas, el 16 de octubre de 1909, se presentó y efectuó una muestra de los productos agroindustriales de México, entre los que hubo enlatados de la Hacienda Humboldt. Aún hoy, Pablo Hoffman, nieto, conserva algunas de las etiquetas de las frutas enlatadas que produjo la Hacienda, sumamente atractivas a la vista.

El dos de diciembre de 1906, un periódico de la Ciudad de México (CDMX), The Mexican Herald Sunday, publicó una extensa entrevista que le hizo a Pablo Hoffman, “el científico alemán en la agricultura, encargado de la Hacienda Humboldt y que está hospedado en el Hotel Palace”.

El entrevistador informó que Hoffman realizaba varios experimentos agrícolas en una estación moderna bien equipada y con 70 trabajadores que estaban obteniendo resultados positivos. De acuerdo con Hoffman, solo en ese año había gastado “alrededor de 50 mil dólares en experimentos”.

Hoffman exhibió un error cometido por la mayoría de los agricultores chihuahuenses, porque sembraban trigo de invierno durante la estación seca; y aclaró que “el trigo se debería sembrar en el verano, durante la temporada de lluvias”; además experimentó con manzanas, duraznos y vides.

 

 

Entre otros ejemplos sobre la calidad de las investigaciones realizadas por este avanzado agricultor en la Hacienda Humboldt, destaca la aprobación de 40 “variedades de semillas de frijol” para su exportación a California, Francia, Alemania y otros países.

 

La segunda debacle

Pablo Hoffman 2° es veterinario, vive y tiene su casa y rancho en una plantación de nogales, en Los García, a 20 minutos de La Hacienda y en la orilla de la carretera que forma el famoso conglomerado lineal conocido como La Cordillera, que en realidad configura un Rosario de 11 pequeños poblados con apenas una hilera de casas a cada lado de la carretera y una casa de fondo antes de las tierras de cultivo y los establos.

Hoffman tiene su propia versión de los hechos que dieron fin a la Hacienda Humboldt, a la que está ligado de por vida. Cuenta que en la región se pensó por muchos años que la Hacienda había sido incendiada por los orozquistas; “pero después supimos que fueron unos tales Aragonés de por aquí los que atacaron la Hacienda y que se hicieron pasar por partidarios de Pascual Orozco para cometer sus tropelías”.

Cuando se produjo el violento ataque, don Pablo –su abuelo– no estaba en el lugar; cuando se enteró del trágico suceso, se escondió para salvarse; estuvo a la orilla del agua, agazapado y en silencio. Casi en la noche, sus vecinos le prestaron un caballo para que se fuera a Estación Ortiz, donde pasaba el tren.

En Chihuahua capital consiguió un pelotón militar, pero ya era demasiado tarde para evitar la devastación y la desgracia que derivaron directamente en la segunda desaparición de la Hacienda. “Mi abuela, su esposa, estuvo prácticamente sola y sin protección con dos niños: Porfirio, de dos años, y mi tía Ana María, de meses”.

 

 

Ella también huyó, y de puro milagro los bandidos no le tocaron ni un pelo, ni a los hijos. Ante la ausencia de su marido, decidió distanciarse; y meses después terminó en Veracruz. Sobre don Pablo, cuentan que a partir de 1913 “ya no se levantó”, es decir ya no volvió a Chihuahua.

Se gestaba la Primera Guerra Mundial y el agrónomo reconocido, quien quedó lastimado de la cabeza, se regresó a su tierra natal. En 1932 mandó por los niños, porque la esposa se le había casado con otro hombre, después de que mi abuelo se repatrió en Alemania. Fue en 1921 cuando la Hacienda se convirtió en ejido.

Alicia Quiñónez, doña Licha, la dueña de una tienda del pueblo, informó con base en lo que su padre le contaba sobre el origen de la Hacienda, y reportó que aún pueden verse en pie unos muros de mampostería, en cuyo interior se hallaba la “enlatadora” mecanizada de frutas. Su papá nació en 1910, era muy chico durante el auge productivo de la empresa; pero sí tiene recuerdos muy frescos.

En esta región de Chihuahua, los “alemanes” son una referencia cotidiana y la gente no sabe de la colonia bóer inicial y la posterior conversión de la Hacienda en empresa de capital alemán y mexicano. Uno de los atractivos turístico del pueblo es precisamente “el pino alemán de Julimes”, un ejemplar portentoso cuya especie no ha sido identificada, pero de la que muchos afirman que es del género Abies.

 

 

Armando Navarrete, el finado cronista de Meoqui, responsabilizó al movimiento revolucionario de la corta duración de la bonanza en la Hacienda Humboldt, advirtió que fue atacada en diciembre de 1913 por un grupo de alzados, en lo que coincide con Pablo Hoffman nieto. Cuenta que la violencia obligó a los administradores alemanes a abandonar la colonia, cuyas huertas se secaron; y que la maquinaria industrial fue desmantelada paulatinamente hasta reducirse a fierro viejo.

Otro habitante de la Hacienda, Ricardo El Chapo Ontiveros, reveló que su padre le contaba que había aquí un señor de la edad de él, a quien llamaban El alemán, pero su nombre de pila era Secundino García. Ese señor, cuando se emborrachaba, afirmaba que era “holandés: tengo sangre holandesa... ¿por qué creen que soy así de valiente? Pues por mi sangre”.

En la población hay unos arcos de piedra y unos tramos de muralla; la gente cuenta que son las ruinas del “torreón” porque, como lo indica su nombre, en el pasado fue construido con funciones militares, ya que era alta, tenía una escalera, torretas de protección y mirillas.

 

 

Asunción Baquera y Rogelio Mata habitan la última casa que se halla en la salida a la cabecera municipal; cuentan que llegaron aquí en 1925 y que para entonces la Hacienda de los alemanes ya no funcionaba como empresa; en ese tiempo surgió el ejido, al que ellos se integraron.

En ese mismo año, todo el complejo industrial estaba en ruinas. Del Torreón algo quedaba en pie; pero en 1950, lo derrumbaron totalmente. Lo que aún subsiste, y no es poca cosa, es una progresista, buenhumorada y optimista población de trabajadores, orgullosa de la historia y las tradiciones de su comunidad, que hoy oficialmente se llama Ex Hacienda Humboldt.


Escrito por Froilán Meza

Colaborador


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