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El comienzo del Covid-19 en Michoacán (segunda parte)
Es urgente que, desde este poder nacional, desde el régimen de la 4T se emprenda un programa de reparto de alimentos para toda la población vulnerable.
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“Un pueblo ejemplar es el pueblo de México. Estamos dando una lección al mundo con nuestro comportamiento, sigamos adelante, nos vamos a seguir comunicando, tengan confianza de que estamos haciendo las cosas de manera profesional, con mucha responsabilidad… Se cumplió, distribuimos 42 mil millones de pesos a los adultos mayores que es la población más vulnerable... vamos bien, vamos a salir adelante. Ánimo, mucho ánimo. Esto va a pasar, tendrá que pasar, para bien del pueblo y para bien de nuestra gran nación”, dijo el sábado pasado en un video el presidente Andrés Manuel López Obrador.

“Estamos dando una lección al mundo”, “estamos haciendo las cosas de manera profesional”, “vamos bien”, “esto va a pasar, tendrá que pasar, para bien del pueblo”, ¿cómo tomará el pueblo pobre, el que tiene lo que se ha dado en llamar empleo informal, cuando ya no puede salir a ganarse un peso a la calle y no tiene qué comer?, ¿cómo le caerán estas palabras? Porque no debe caber ninguna duda, la inmensa mayoría de los mexicanos no tiene un salario y muchos de los que tienen salario lo van a perder durante la temporada de reclusión por el Covid-19 ¿de qué van a vivir?, ¿qué van a comer? Nadie lo sabe, pero una cosa sí es absolutamente segura no van a vivir ni van a comer de las palabras del Presidente de la República. Es urgente que, desde este poder nacional, desde el régimen de la 4T se emprenda un programa de reparto de alimentos para toda la población vulnerable, no finjamos, los que tienen ayuda son la minoría y muchos de los que la tienen no alcanzan a comer con ella. Presento ahora algunos casos duros, complicados, que pueden no ser los peores, pero que creo son útiles para lograr que los mexicanos honrados tomen conciencia de la tragedia social, del pozo inmenso al que nos encaminamos.

David Abad Bautista, 70 años de edad, padece diabetes mellitus está, por tanto, claramente ubicado entre la población con más riesgo de agravarse y morir si contrae el virus, es jefe de una familia de artesanos que fabrican sillas, tiene 60 años de vender sillas junto con toda su familia que ahora se compone de sus hijos y sus nietos. Vive en San Miguel Curaguango en el municipio de Maravatío y todos los días sale con su familia a vender sus sillas de casa en casa en varios municipios de los estado de México y Querétaro. Ya no les abren las puertas de las casas porque la gente tiene temor al contagio. “No tenemos para comer ni para pagar el agua y la luz, mi esposa solicitó un préstamo ‘Palabra de Mujer’ pero nunca se le autorizó”. Dice que están pensando en trasladar las sillas cruzando los cerros para poder sacarlas a la venta ya que las autoridades están recogiendo las mercancías. “Si no logramos vender saldremos a recolectar quelites y nopales”, dijo. Tiene apoyo de la tercera edad, hizo el trámite hace un año y apenas le entregaron cinco mil 200 pesos de cuatro meses, le llegará nuevamente hasta agosto.

Irma Sagrero Bello, originaria de Pátzcuaro, tiene 38 años, es comerciante ambulante. Salió a Cuanajo a vender pan y no la dejaron vender por la contingencia, se fue a Pichátaro donde el fin de semana vende agua de frutas y tampoco la dejaron vender, el viernes de tianguis en Pátzcuaro vende pescado dorado, pero esta vez no vendió porque hubo muy poca gente. Tiene que mantener a tres hijos, antes gastaba de 120 a 150 pesos al día en su manutención, ahora gasta de 200 a 220 pesos, subió toda la canasta básica. Su esposo es taxista y como no hay pasaje no contribuye al gasto familiar y, como no tiene ningún apoyo gubernamental, la señora tiene que pedir prestado con familiares para cubrir sus necesidades.

Yolanda Castillo dice que le preocupa mucho la grave situación de más de 200 compañeros comerciantes ambulantes de Morelia, hasta ahora nadie les ha prohibido la actividad, pero las ventas están muy bajas y ganan poco, una venta que llegaba a ser de mil 500 pesos en un día, ahora es de 300 pesos. En el tianguis que se coloca a las afueras del auditorio municipal, hay nueve personas de la tercera edad que no pueden de dejar de vender porque no tienen otro sustento y les va tan mal que en ocasiones hasta el desayuno les tienen que invitar los compañeros porque no venden nada. Algunos ya se están retirando de los lugares de venta, no sin pasar antes a la casa de empeño. Siete compañeros que vendían en el ISSSTE de Charo fueron retirados por el secretario del ayuntamiento de ese municipio sin ningún tipo de apoyo.

Agustín Ocampo Camacho, antorchista de la Nueva Jerusalén, dice que la situación está muy difícil, que tenía trabajo para echar un colado en la semana, pero que no lo echaron porque ya no había cemento en las bodegas de materiales. Algunos tienen material para trabajar unos cuatro o cinco días, añade que se escucha decir que las fábricas de cemento van a regresar a trabajar hasta los primeros días de mayo y que estaría llegando el material a la región el 15 de mayo, eso si las cosas por la contingencia no se agravan. No cuenta con ningún apoyo gubernamental.

Patricia Cristina Bolaños Rocha, 43 años de edad, madre soltera, propietaria de una pequeña estética, ubicada en Tingüindin, su ingreso semanal antes de la contingencia era de mil 500 pesos, en la primera semana de la contingencia bajó a 500 pesos, ahora ya cerró, de ella dependen dos niños, no cuenta con ningún apoyo gubernamental.

María Esthela Alejo Baltazar, 58 años, separada de su marido, sin apoyo, comerciante de pan y tamales en la comunidad de Paracho, municipio de Chilchota, antes de la contingencia sacaba dos mil 500 pesos a la semana, durante la contingencia saca mil pesos y le acaban de notificar que solo podrá vender un día a la semana, dependen de ella tres personas. No cuenta con ningún apoyo gubernamental.

Verónica García Reyes, ama de casa de la Colonia Humberto Gutiérrez de Ciudad Hidalgo, vive con su esposo de 35 años, tiene una hija de 14 que va en 3o de secundaria y una más que cursa el 2o grado de primaria y tiene siete años. En esta semana se empezaron a cerrar los pequeños aserraderos como en el que trabaja su esposo, personal de reglamentos les mando citatorios para que ya cierren, les llega el oficio pero no les dicen cómo les van a ayudar. Les dieron mil 600 pesos por lo de la Beca del Bienestar, pero solo les llegó a principios de febrero y les dijeron que les iban a dar por adelantado dos apoyos por la contingencia, pero no les han mandado nada.

Casos así se pueden encontrar por millones en el país. Y no son los casos más graves. Si no hay apoyo efectivo, un programa nacional de alimentos a la población, que nadie se sorprenda de que, pese a las analgésicas palabras del Presidente, aparezcan manifestaciones de desesperación. 


Escrito por Omar Carreón Abud

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".


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