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EE. UU.: ganan las oligarquías, pierden las mayorías
Como barómetro geopolítico, esta elección definía el destino de la potencia hegemónica y gran parte de asuntos mundiales.
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Como barómetro geopolítico, esta elección definía el destino de la potencia hegemónica y gran parte de asuntos mundiales. El plutocrático sistema electoral situaba a otro gestor del capitalismo corporativo en la Oficina Oval, que usará al neofascismo para expandirse. México está en la mira y sólo eludirá esa amenaza con visión geopolítica y nuevas alianzas.

La polarizada superpotencia militar llegaba al “día de la elección” en un contexto de guerra multidimensional entre Occidente-Eurasia y la naciente multipolaridad. Al interior, pesaban la débil economía, pobreza al alza y, por tanto, una clase trabajadora elusiva con la candidata demócrata.

La contienda hiperpolarizó el clima político. Se exaltó la supuesta injerencia de hackers chinos y The Washington Post citó fuentes de inteligencia que caracterizaban a Irán, Norcorea, Rusia y grupos extremistas como “amenazas”. USA Today titulaba: Los Estados Unidos de la Ansiedad y atizaba el temor ciudadano.

Con ese trasfondo, el cinco de noviembre, “día de la elección” en Estados Unidos (EE. UU.), dos ejércitos se veían mutuamente en el campo de batalla y ningún sondeo era concluyente. Aunque millones ejercían el voto ciudadano, la presidencia se definiría por los delegados del Colegio Electoral en siete estados.

Los representantes electorales en los estados oscilantes: Pennsylvania, Carolina del Norte, Michigan, Wisconsin, Georgia, Arizona y Nevada, decidirían quién sería el presidente 47 de EE. UU. y, por tanto, la vida de millones de estadounidenses. De ellos dependía superar el umbral de los 270 votos decisivos de los 538 requeridos.

Si bien el dinero prospecta el sentido de las campañas en EE. UU., la de este año confirmó que los electores se inclinaron por la oferta MAGA (siglas en inglés de “Volver a hacer grande a América”, de Trump). Ellos confían en que atienda los problemas del país: economía, inmigración, amenazas a la democracia, atención médica y el crimen.

Debido a la cerrada trayectoria se vislumbran dos escenarios poselectorales. Uno, que Trump rechazaría el triunfo por estrecho margen de Harris e iniciaría una pelea legal, o se proclamaría presidente (seis de cada diez intuían que él no aceptaría su eventual derrota, según Siena College). Y dos, que los demócratas defenderían su triunfo. No fue así.

Rojo sobre azul

La noche del martes cinco de noviembre, el rojo del republicano pintaba el centro, norte y sur del país en el mapa electoral; mientras el azul de la demócrata pintaba al noreste y sureste, a la 1:50 am, Donald Trump avanzaba en los estados vacilantes al sumar 246 votos electorales, y Kamala Harris se retiraba de su centro de control.

A las 2:53 am, el neoyorquino anunciaba su victoria cuando sumaba 265 votos electorales. La noche del siete de noviembre, con un total de 295 votos electorales a favor del candidato demócrata, Kamala Harris reconoció su derrota: “los resultados no han sido los que queríamos”, dijo. Vienen fechas relevantes: el 25 de noviembre es el límite para el recuento de boletas emitidas por correo; y el 11 de diciembre, cada gobernador deberá certificar los resultados y hacer la lista de electores del Colegio. Cumplidos esos requisitos, el 20 de enero, Donald John Trump será el cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos de América.

En cuatro años, Trump se perfiló para ser más asertivo y organizado; aunque sigue exigiendo el control absoluto y lealtad total. Ahora usó su experiencia en el poder y consolidó su heterogénea coalición de simpatizantes, usando su verborrea para transmitir racismo de amplia gama, que va de lo “antinegro” a lo “antiasiático” y “antilatino”.

Exacerbando ese desprecio “al otro”, el neoyorquino atrajo a los cristianos evangélicos que, en 2016, no simpatizaban con él; y ya en 2020, lo apoyaba el 16 por ciento. Les inoculó la idea de que están bajo asedio y por ello disminuyen; y no se equivoca: en el futuro serán menos de la mitad de la población, según el Centro de Investigación Pew.

A este multimillonario lo secundan también la clase trabajadora anglosajona sin estudios universitarios, agrupaciones de policías, bomberos y conductores de transporte. El 49 por ciento de ellos afirma aceptar la diversidad y 19 por ciento no la acepta.

Con su rotundo triunfo, el mundo conocerá a un Trump más agresivo en lo económico-comercial. Propone impulsar la manufactura doméstica y, por ello, amaga a sus rivales económicos, como China, con 100 por ciento de aranceles, estrategia ideada por su asesor Robert Lightizer.

Pragmático, el gran capital lo respaldó. Las grandes tecnológicas apoyan su plan de recortes fiscales (por miles de millones de dólares); las petroleras, por su idea de impulsar la producción energética y el sector manufacturero por su ofrecimiento de aumentar aranceles a China y otros países.

A otros multimillonarios les seduce su idea de reducir tipos de interés. Entre ellos figuran el hombre más rico del planeta, Elon Musk; el cofundador de Palantir Technologies, Peter Thiel; el gestor de fondos de cobertura y consejero de Pershing Square Capital Management, Bill Ackman; y el empresario Shaun Maguire, entre otras personalidades.

Las tecnológicas “no creen” en Trump, pero rechazan las leyes antimonopolio de Biden; inclusive, algunos ven con recelo al magnate inmobiliario, como el cofundador de Vox ha alertado: “Lo que no necesitamos es un presidente que cree un diluvio diario de distracciones y políticas cambiantes”. Otros sugirieron, en The Financial Times, que no respaldan su política antiinmigración ni cerrazón religiosa.

 

Candidata fallida

Kamala Harris fue la inesperada candidata que relevaba a Biden. En su campaña, la exfiscal intentó proyectar la imagen de la afroamericana que llegó a senadora y se superó hasta ser vicepresidenta. No fue así. Nació en Oakland, vivió en Montreal; como abogada fue reclutada por la fiscalía de San Francisco; el fiscal Jerry Brown la introdujo en la élite estatal que luego la fondeó en su campaña para fiscal general.

No tiene consistencia ideológica. En 2014 apoyó la pena de muerte, aunque no se pronunció sobre la recopilación de datos de origen étnico por la policía, ni en la reforma para reducir la población carcelaria. Fue criticada su “despiadada” política municipal en San Francisco; por tal razón, el 59 por ciento no la apoyó en 2023.

En campaña ofreció elevar el salario mínimo, limitar las alzas a alimentos, créditos fiscales a familias con niños recién nacidos, mantener impuestos a quienes ganan menos de 400 mil dólares anuales y “dar más poder” a los sindicatos. Kamala fue una de las 10 senadoras que votaron contra el Tratado México-EE. UU.-Canadá (T-MEC).

Aunque propuso elevar el impuesto en 35 por ciento a multimillonarios y sociedades, contra el 21 actual, Harris pactó con unos 80 empresarios, confiados en alentar su prosperidad. Entre otros,la favorecieron el magnate MarcCuban; el fundador de Evercore, Roger Altman; el director de OpenAO, Sam Altman; y el cofundador de Linkedin, Reid Hoffman.

Exhibió su ambigüedad hasta el último momento. No explicó cómo había votado una iniciativa que buscaba revertir las reformas de justicia penal que, entre otros aspectos, convertirán el robo en tiendas en delito grave en caso de tratarse de reincidentes y aumenta las penas por posesión de fentanilo.

Geopolítica de choque

A partir del 20 de enero de 2025, Donald Trump despachará desde la mítica Oficina Ejecutiva del Presidente (Oficina Oval); desde ahí, él ordenó su primer ataque a Siria y sus antecesores han provocado devastadoras guerras y conflictos internos que sacudieron la política y economía mundiales.

El segundo gobierno de Trump, ya radicalizado, anuncia la ruptura del orden prevaleciente durante 75 años, apunta el analista Jacob Heilbrunn. Por tanto, querrá mostrar su influencia con una “presidencia revolucionaria, en política interna y externa” agrega.

Con un entorno internacional distinto al de su primer mandato (2017-2021), evitará cometer los mismos errores. Además de amagar con aranceles masivos a China, el potentado mencionó que retirará la ayuda a Kiev, acusó a Volodimyr Zelensky de ser “el más grande de los vendedores” por obtener la ayuda militar de EE. UU.; asegura que Rusia está destinada a ganar a Ucrania y afirma que la solución está en las concesiones territoriales.

El empresario no oculta que es prosionista y no planteará recortar la ayuda militar de tres mil 300 mdd a Israel. Recibió a Netanyahu un día después de afirmar que ese Estado debía acabar la guerra “porque le causa mala imagen”. Trump insiste en un Medio Oriente con Israel poderoso ampliando los Acuerdos de Abraham.

Trump presionará a los europeos para incrementar el gasto en defensa en al menos dos por ciento del PIB, dinero que irá directamente a la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Entretanto, aumentará sus exportaciones de combustibles fracking hacia esa región.

En su proyecto de tensar la relación con China, la isla de Taiwán representa una herramienta para que Trump la conserve a su lado, a costa de que Taipei pague por su defensa. Todo indica que el republicano escalará su hostilidad hacia Venezuela, que agudizará el bloqueo a Cuba y presionará a México con la seguridad y control migratorios.

 

Proyecto 2025

Si el mundo debe prepararse para la acometida “trumpista”, los estadounidenses también deben alertarse, pues el nuevo presidente les asestará el Proyecto 24, un programa adoptado en 2023 por el Partido Republicano, ideado por la Fundación Heritage cuyo presidente, Kevin Roberts, considera: “la vía a la segunda revolución estadounidense, será incruenta, si la izquierda lo permite”.

En 900 páginas define los ejes del “Gobierno 47”, que consisten en ampliar el poder presidencial, recortes fiscales radicales, despedir a miles de funcionarios públicos, trastocar el Departamento de Educación y agencias como la Oficina Federal de Investigación (FBI), denominada por él como “agencia arrogante, inflada y cada vez más al margen de la ley”.

Su fundamento ideológico consiste en “restaurar a la familia como núcleo de la vida estadounidense” (por ello propone retirar la pastilla abortiva del mercado); desmantelar el Estado burocrático, defender la soberanía y fronteras y garantizar los derechos “otorgados por Dios para vivir en libertad”.

El eje migratorio propone más fondos para completar el muro fronterizo con México, consolidar las agencias de migración y expandir su poder. Incrementar tarifas a aspirantes para estancias y cuotas a solicitudes de ingreso rápido para indocumentados.

En energía, propone recortar fondos a la investigación e inversión de energías renovables, que el próximo gobierno “detenga la guerra contra hidrocarburos fósiles”, reemplazar la reducción de carbono por más seguridad energética y recortar impuestos a corporaciones.

Trump negó su vinculación y difundió, en su red Truth Social (Verdad Social), que algunas premisas resultaban “ridículas” e ignoraban quién estaba detrás del Proyecto 2025. No obstante, el director Paul Dans fue jefe de personal de la Casa Blanca durante el gobierno del magnate.

Aplique o no ese durísimo programa, desde el 20 de enero asumirá un presidente que ganó el voto popular y el electoral; por tanto, todo indica que también tendrá un Congreso a su favor. De igual modo, Donald Trump será el primer presidente estadounidense en ser condenado por un delito grave, porque fue declarado culpable de 34 cargos de acusaciones graves; y sería el primer presidente en asumir el cargo tras ser sometido a juicio político. 

 

Seducir a los latinos

El triunfo de Donald Trump descansa en los latino-mexicanos en EE. UU., ese gigante silencioso heterogéneo, aunque muestra el cansancio ante promesas incumplidas de los demócratas. También, refleja el abandono de los gobiernos mexicanos con esa comunidad estratégica, que sólo en 2024 había aportado 36 mil 940 mdd en remesas a la economía de sus familias.

La baja participación de ese electorado en EE. UU. no es resultado de la empatía, se debe a que la mayoría no puede cumplir los requisitos que les exige (constancia de trabajo, residencia y licencia de conducir), porque ingresaron al país sin visa. Aun así, esta vez se registraron para votar 36 millones de latinos, más del 15 por ciento con alta presencia en nueve estados norteamericanos: Nuevo México (45 por ciento), California (33 por ciento), Texas (32 por ciento), Arizona (25), Nevada (22), Florida (22), Colorado (17), New Jersey (16) y Nueva York (15 por ciento), según el Pew Research.

Los dos candidatos intentaron seducirlos con ofertas de equidad, pero no para legalizar su estatus, por eso perdieron la fe en los demócratas; “somos ciudadanos de segunda”, respondían los paisanos en sondeos y daban un giro a su voto en estados oscilantes, como Pennsylvania, donde seguían la consigna: “Trump es un poco peligroso, pero sabe de economía.

 

Voto fluctuante

Esta vez, los indecisos se ubicaron en dos zonas: el Cinturón de Óxido: antigua base industrial del país con trabajadores blancos, hoy desempleados, en los estados de:

Pennsylvania (19 votos electorales), que desde 1948 votó por los demócratas y con fuerte presencia de latinos.

Carolina del Norte (16 delegados), con 21 por ciento de afroamericanos, voto republicano, sólo en 2008 votó por Obama y en 2020 sufragó nuevamente por el republicano.

Michigan (15 delegados), con la minoría árabe-estadounidense más representativa del país; en 2020 votó por Biden y hoy lo critica por apoyar la ofensiva de Israel en Gaza y Líbano.

Wisconsin, con 10 delegados.

La otra zona es el Cinturón del Sol, en las costas del sureste con:

Georgia (16 delegados). Ahí, uno de cada tres habitantes es afroamericano; votaba por el republicano, pero apoyó a Biden.

Arizona (11 delegados). Desde 1990 duplicó su población y hoy representa a un tercio de latinos; en 2020 apoyó al demócrata.

Nevada (seis delegados). Con 28 por ciento de latinos y alto desempleo.

En Arizona y Nevada resultó fundamental el tema migratorio: Trump ofreció que un día después de asumir la presidencia, lanzará la mayor Operación de Deportación de indocumentados en la historia de su país.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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