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Se sabía que Donald John Trump privilegiaría la eliminación progresiva de la inmigración; hoy confirmamos su xenofobia cuando se afana en expulsar a los llamados dreamers (soñadores), que residen y trabajan temporalmente con permisos (DACA) que les concedió Barack Obama. Son 800 mil jóvenes adultos, todos clave en el desarrollo de la superpotencia y cuyo futuro está en un limbo jurídico, pues la Corte Suprema (CS) decidirá si permanecen en Estados Unidos (EE.UU.) o los deporta. La mayoría son mexicanos que viven desde niños en ese país, donde tienen lazos y proyectos de vida. Su relación con México es muy débil y no desean vivir aquí, pues nada les ofrece; aun así, su protección del abuso imperial es responsabilidad del Ejecutivo federal.
Hoy se produce una paradoja: que EE.UU., el país más imperialista del mundo, es en esencia antiglobalizador por la decisión del presidente Trump. Y aunque por definición el capitalismo resulte inherentemente expansivo, el magnate se dispuso a “reconstruir el mercado” estadounidense para enfrentar la pérdida de empleos debida a la deslocalización de algunas de las grandes empresas de ese país hacia otras naciones.
Del lado correcto de la Historia
José López, de 23 años, se graduó en la universidad y trabajó como pasante con el congresista Espaillat. Nacido en República Dominicana, llegó indocumentado a EE.UU. a los cinco años de edad, con su madre y hermana. Dice que “sería cruel que el Supremo no se ponga del lado correcto de la historia”.
Otro ‘soñador’, el veracruzano Antonio Alarcón, explica: “Donald Trump tiene razón: ya no somos los DACA kids, sino adultos. Ya somos con familias a las que sostenemos y le digo al presidente de este país que no somos criminales, sino personas trabajadoras”. Ese neoyorquino de 25 años marchó con miles de personas en la misma situación hacia el Capitolio como apoyo a la demanda que presentó su compatriota Martín Batalla Vidal, la que ahora se discute en la Corte Suprema. Como ellos, más de 700 mil personas esperan que los magistrados decidan su futuro.
En su lógica antiglobalización, Trump formuló dos prioridades: renegociar el acuerdo comercial trilateral EE. UU.-Canadá-México (TLCAN, hoy T-MEC) para proyectar su poder y controlar la inmigración latina, a la que sus bases sociales, los supremacistas blancos, ven como amenaza demográfico-racial.
En el trasfondo de esas acciones, está la presión del capital financiero sobre el magnate-presidente, de ahí su “torpe manejo político, excesivamente excéntrico y autoritario en el uso y ejercicio del poder”, señala el académico Dídimo Castillo. Y es que con su “reconstrucción del mercado estadounidense” para enfrentar la pérdida de empleos por la deslocalización de empresas hacia otros países, el mandatario sobreexplota el trabajo de los mexicanos en su país, afirma el analista Adrián Sotelo.
En esa geopolítica de la precariedad tienen responsabilidad los republicanos y los demócratas. Ambos partidos, confrontados por la petición de juicio político contra Trump, tienen en la migración un nuevo campo de batalla. En particular, sobre el destino de los beneficiarios del Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA).
Mientras el Ejecutivo mantiene su estrategia expulsora, los demócratas asumen su defensa. Sin embargo, la Corte decidirá el futuro de esos miles de “soñadores” y, a la vez, el curso de la pugna entre republicanos y demócratas.
Los llamados jóvenes o kids DACA han pasado gran parte de su vida en la sombra, pues ingresaron a EE. UU. siendo niños sin documentos migratorios. Han sido discriminados y privados de las oportunidades que los anglosajones disfrutan. Se les llama “soñadores” porque la DACA que promulgó Barack Obama les otorgó permisos de trabajo y protección contra la deportación a cambio de severos requisitos, y porque sueñan en vivir con plenitud en la gran potencia.
Con la DACA Obama intentó corresponder al gran sustento que la comunidad latina dio a sus gobiernos; pero con los republicanos en Washington quedó al aire su agenda liberal, es decir, el fortalecimiento de sus derechos civiles, a la salud y la virtual “amnistía”.
Puerta abierta, puerta cerrada
2010 Nace el Tea Party en el Partido Republicano (PR) contra la apertura de fuerzas globalistas-neoliberales que propicia la candidatura de Barack Obama.
15.VI.2012 Obama crea el programa DACA.
5.IX.2017 Trump decide acabar este programa.
9.I.2018 Inicia la lucha Judicial entre el Ejecutivo y las Cortes para mantener el DACA. La Corte federal de California ordena restablecer el plan migratorio.
16.I.2018 Departamento de Justicia anuncia que iría ante el Tribunal Supremo para recurrir el fallo de un juez en California.
13.II.2018 Corte federal en Nueva York frena la decisión de acabar con el DACA, en respuesta a la demanda de cinco dreamers.
26.II. 2018 El Tribunal Supremo no admite el caso, y rechaza la petición del gobierno de que esa instancia sentara precedente nacional para acabar con el DACA.
5.III.2018 Entra en vigor el decreto de Trump.
24.IV.2018 El juez federal John D. Bates ordena al gobierno seguir con ese programa y aceptar a nuevos solicitantes.
3.VIII.2018 Bates refrenda su orden de reactivar el DACA y rechaza la apelación del Ejecutivo.
8.XI.2018 La Corte de Apelaciones en San Francisco, California mantiene el DACA.
12.IX.2019 La Justicia de EE.UU. avala la agenda antiinmigrante de Trump. Es un revés para los solicitantes de asilo como refugiados.
Donald Trump, elegido por el descontento de la clase trabajadora blanca del medio este, prometió que transformaría la demografía para que EE. UU. tenga más blancos. Fue así que fortaleció el veto migratorio, y en 2017 decidió finalizar DACA, que entonces tenía unos 690 mil beneficiarios activos.
Al multimillonario neoyorquino le tiene sin cuidado que esos “soñadores” sean una comunidad integrada armoniosamente a la sociedad estadounidense; así como al sistema productivo y económico del país que los acogió en su infancia. En contraste, cuando la Corte Suprema inició las audiencias para debatir su futuro, la lideresa demócrata Nanci Pelosi les agradeció por hacer del país “más estadounidense con sus esperanzas, optimismo, valor y determinación”.
La actual fase crítica del programa DACA tuvo su inicio al comenzar 2019, en el marco del mayor cierre parcial del gobierno estadounidense de la historia. A cambio de que los demócratas aprobasen el presupuesto de cinco mil 700 millones de dólares para construir el muro fronterizo con México, Trump ofreció extender por tres años esa protección a los inmigrantes indocumentados. Aunque no hubo acuerdo tácito, los demócratas lo respaldaron en otras cuestiones.
Protección urgente a esos mexicanos
En términos geopolíticos, la gente que ahí vive y circula es lo más importante. Debido a la dura política migratoria del presidente estadounidense, los mexicanos son utilizados políticamente para cumplir sus intereses económicos. De ese modo, el interés y la seguridad nacional de México y los EE.UU. son rehenes de su chantaje, explica el académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Ricardo Domínguez G.
México, como primer país de origen en la lista del DACA, debería estar interesado en la protección de sus “soñadores” por las arbitrariedades migratorias de Trump. También debe ser un asunto prioritario en la agenda de sus relaciones con EE. UU. Sin embargo, en nuestro país no hay debate al respecto, y esa falta de acción raya en la indolencia.
Desde entonces, miles de jóvenes marchan por el país en defensa de su estatus migratorio y expresan: “Queremos una oportunidad justa de vivir nuestras vidas como mejor nos parezca”.
Esfuerzo e influencia
En general, los beneficiarios de DACA son menores de 40 años provenientes de casi 158 nacionalidades: latinoamericanos, polacos, namibios, chinos, británicos y hasta canadienses. Dos estados albergan la mayoría de beneficiarios: California, con 201 mil personas y Texas con 116 mil, según el Servicio de Ciudadanía e Inmigración (USCIS).
Una investigación de la Universidad de California, de San Diego, realizada entre tres mil dreamers en 46 estados, reveló que para mantenerse en ese programa y evitar su deportación, se esfuerzan enormemente. Además, deben probar que ingresaron al país antes de los 16 años, no tener antecedentes penales y cursar secundaria o universidad mientras trabajan. No obstante, son empleados precarios, con horarios exhaustivos y poca probabilidad de ascenso.
Sin embargo, centros privados como el Instituto de Política Migratoria difunden que para el 69 por ciento de los beneficiarios del DACA obtienen trabajos mejor pagados en oficinas “como vendedores y asistentes administrativos”.
Esta investigación revela asimismo que 65 por ciento de quienes “aprovecharon la oportunidad” de registrarse en DACA fueron mexicanos, y que solo 15 por ciento de los coreanos pudieron hacerlo. Una de las razones fue el alto costo de la solicitud (495 dólares) y otra el temor a entregar información personal al gobierno con la que éste pudiera ubicarlos para deportarlos.
Detrás del veto de Trump a este sector hay un implícito temor a la creciente influencia político-económica de los latinos en EE.UU., donde ya suman 60 millones (casi una quinta parte de la población total). La comunidad está formada en su mayoría por mexicanos, puertorriqueños, salvadoreños y cubanos; y se da un caso paradójico: aunque la inmigración latina desciende, aumentó la población con derecho a voto.
En 2016, el voto popular latino ganó en estados donde Trump perdió, como Florida, una entidad clave para la elección de 2020. Para acotar su influencia política, se le imponen cada día más obstáculos, aunque en las elecciones legislativas de 2018 fue muy alta su participación, y se espera que contribuya a derrotar a Trump el próximo año.
Recuadro: Little L.A.
En el corazón de una de las colonias más tradicionales de la Ciudad de México, la Tabacalera, surgió el barrio Little L. A. (Pequeño Los Ángeles). Lo pueblan inmigrantes binacionales deportados por EE.UU. Aunque nacieron en México han vivido más de 30 años en EE.UU. y tienen muy pocas referencias culturales con este país, pues dejaron familia, escuela, amigos y afectos. Todos se sienten ajenos, extrañan el país donde pasaron su infancia y adolescencia, pero saben que no pueden retornar.
Ese pequeño espacio, cercano al Monumento a la Revolución, nació entre jóvenes bilingües que logran emplearse en empresas de servicios de atención telefónica (call-centers), estéticas o como traductores en las proximidades, donde encontraron departamentos económicos y se reúnen para conocerse entre sí.
Sin embargo, numerosos permisos temporales de DACA están por vencer. El vencimiento depende de la fecha en que cada persona solicitó ese beneficio, que varía entre enero de 2019 y junio de 2021.
Corte dividida
El rechazo a la expulsión de jóvenes DACA enfrentó al Ejecutivo con el poder Judicial de varios Estados, por lo que el debate llegó hasta la Corte Suprema (CS). La instancia jurídica pidió al gobierno de Donald Trump que explicara “qué factores consideró para decidir quitar ese programa y cómo evaluó las consecuencias”. Sin embargo, la Casa Blanca no expuso sus razones.
El 12 de noviembre, nueve magistrados escucharon los argumentos de las partes a lo largo de 80 minutos. La mayoría de los expositores subrayó que los dreamers son profesionales y aportan mucho a la economía: 88 por ciento habla inglés muy bien. La fiscal general de Nueva York, Letitia James, mencionó que es “imperdonable” que el gobierno los use como “fichas políticas”.
A su vez el congresista Adriano Espaillat destacó que 97 por ciento de los inscritos trabaja y estudia,” contribuyen enormemente a la economía, son dueños de pequeños negocios, de viviendas, son enfermeros, trabajan en todos los sectores y merecen estar en EE.UU.”. En tanto que la jueza Sonia Sotomayor denunció que ve a la CS muy “urgida en adoptar la agenda del presidente”.
Beneficiarios del DACA por países:
México (666 mil); El Salvador (25 mil 900); Guatemala (17 mil 700); Honduras (16 mil 100); Perú
(siete mil 420); Brasil (cinco mil 780); Ecuador (cinco mil 460); Colombia (cinco mil 20); Argentina (tres mil 970); Venezuela (dos mil 480); República Dominicana (dos mil 430); Uruguay (mil 930); Bolivia (mil 700); Costa Rica (mil 620); Chile (mil 410); Nicaragua (mil 370); Panamá (440) y Paraguay (210).
Polonia (mil 390), Namibia (10), Pakistán (mil 340), China (740), Reino Unido (500) y Canadá (550).
La magistrada Ruth Bader Ginsburg rechazó que el gobierno use análisis del DHS “infectado” con la idea de que el DACA sea ilegal. Su colega Sonia Sotomayor pidió considerar consecuencias del fin de DACA. “No es sobre la ley, sino la elección de destruir vidas”.
Sin embargo, John Roberts, el presidente, advirtió: “No está en debate la deportación, pues ya se descartó esa opción, sino sobre “permisos de trabajo y otros beneficios”.
Provocador, ese día Trump escribió en Twitter: “Muchos DACA ya no son tan jóvenes y están lejos de ser ‘angelitos’. Si la Corte remedia eso anulando el programa, habrá trato con los demócratas para que los beneficiarios se queden en el país”. A la vez, su abogado, Noel J. Francisco, sostuvo que el DACA es ilegal.
Estamos ante una monumental y despreciable campaña propagandística para ocultar el hambre, la sed, las enfermedades, el sufrimiento indecible que ya padece, y que se incrementará, la clase trabajadora de Acapulco y sus alrededores.
El agua almacenada en estas presas representa el 34.2 por ciento de la disponibilidad actual de agua en el País.
La producción constante, frenética, desquiciada de mercancías es, por tanto, consustancial al sistema.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.