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La cuarentena en casa, decretada por la pandemia del coronavirus (Covid-19) tendrá un fuerte impacto socioeconómico en Michoacán, porque el 70 por ciento de su Población Económica Activa (PEA) se sustenta en la economía informal, rubro que ocupa el séptimo lugar nacional, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) efectuó en 2019.
Hace tres semanas que el gobierno de Michoacán anunció que la entidad registraba los primeros cuatro casos contagiados de Covid-19 y pidió a la población no salir de casa. Negocios, escuelas y oficinas cerraron debido a la contingencia sanitaria. El 21 de marzo de 2020, el gobernador Silvano Aureoles Conejo, advirtió que se implementarían varias acciones para combatir los efectos de la crisis sanitaria; pero no explicó cómo sobrevivirá el 70 por ciento de la PEA michoacana dedicada al empleo informal.
Después del decreto de la cuarentena, empresas y oficinas de gobierno ofrecieron a sus empleados la posibilidad de trabajar en sus domicilios a partir del martes 17 de marzo. Los salarios del sector gubernamental mantendrían su nivel normal, pero no los de los empleados comerciales y fabriles. Obviamente, los ingresos de los trabajadores informales –vendedores ambulantes, taxistas, boleros, etc.– quedaron fuera del análisis oficial y empresarial.
La ENOE de Inegi, realizada entre 2017 y 2018, reflejó que el tamaño de la informalidad laboral en Michoacán se ubicaba, entonces, por arriba de la tasa promedio del país, que era del 57 por ciento. El Colegio de Economistas del Estado de Michoacán (CEEM) coincidió con estos datos.
“En 2018, el trabajo informal participó en la planta laboral estatal con el 69.9 por ciento, que representa un millón 387 mil 430 trabajadores, en tanto que el empleo formal aportó el 30.1 por ciento, equivalentes a 596 mil 667 empleos de la población ocupada que sumó en ese año un millón 984 mil 97 personas”, expuso a los medios locales Heliodoro Gil Corona, coordinador de proyectos estratégicos del CEEM.
En este 70 por ciento de trabajadores informales se encuentra el señor Roberto Granados Mejía, vendedor ambulante que comercia bolsas de plástico para la basura, quien expresó a buzos que hoy sus ventas son muy inferiores a las que tenía antes de la cuarentena:
“Somos personas que estamos al día, el único ingreso que tengo viene de aquí y sale uno a vender y no se vende o se vende menos, no gana uno nada, pero tenemos gastos. Ojalá que el gobierno sepa que tenemos que pagarlos, ya que no hay de donde sacar porque la gente no sale. Que nos ayuden por favor; los servicios de agua y luz los debemos pagar”.
En el país hay alrededor de 31 millones de personas que viven de los empleos informales. En Michoacán, la mayoría de estos trabajadores carece de atención médica, seguridad social y derechos laborales, a quienes, además, el Covid-19 está afectando su economía familiar por la disminución de la gente en las calles céntricas de Morelia y todos los municipios de la entidad.
El presidente municipal de la capital, Raúl Morón Orozco comentó que la respuesta de los morelianos a las medidas sanitarias ha sido la adecuada, ya que la mayoría no salen de sus casas salvo para lo indispensable; pero este hecho afecta gravemente a los vendedores ambulantes, sobre quienes, además, “tienen encima” al gobierno local.
Hace tres semanas, el secretario del ayuntamiento de Morelia, Humberto Arróniz Reyes, advirtió que, durante la contingencia, el “retiro de anclajes y de ambulantes continuará de manera regular. Claro que será a paso lento, porque tenemos menos personal, pero continuaremos con ese plan para dejar a Morelia lo más organizada posible durante la contingencia”.
Cabe destacar que dicho plan debió finalizar en febrero pasado, pero las irregularidades encontradas en empresas estatales, como la Comisión Federal de Electricidad (CFE), la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), incluso en el gobierno estatal, impidieron su aplicación y la alcaldía tuvo que detenerlo, lo que significó cierto alivio a los ambulantes.
Sin embargo, para éstos, los efectos socioeconómicos del Covid-19 son, por ahora, sus peores perseguidores; y sus ingresos laborales disminuyen cada día, como lo comenta Jorge A., papero que, desde hace mucho tiempo, se sitúa en la avenida Lázaro Cárdenas de Morelia:
“A mí y a todos los que estamos aquí alrededor nos ha bajado la venta; el de las garbanzas, el del aguacate, hasta el de los calcetines. Todo se vende menos. Más o menos un 50 por ciento menos ha sido nuestra baja de ganancia. Son las 6:27 de la tarde y sigo aquí para ver si la gente compra. Antes del virus, a esta hora ya había terminado; todavía me faltan estas 24 bolsas por vender”.
Esta situación no es muy distinta a la del señor Octaviano Morales, bolero asentado en la avenida Francisco. I. Madero y Morelos Sur, a una cuadra del Congreso del Estado de Michoacán. Desde hace más de una semana, su trabajo es muy inferior al que normalmente tenía:
“Son pocos los empleados de gobierno que ahorita han venido y que están trabajando. Ya tenemos más de ocho días con las ventas bajas. El gobierno no nos ha dado solución. Mientras se pueda yo seguiré viniendo a trabajar”, indicó a buzos.
El señor Eduardo, quien vende revistas y periódicos y trabaja aproximadamente 12 horas, reveló a esta publicación que sus “ventas han bajado como un 50 o 60 por ciento. Ha estado muy bajo desde que no hay clases y desde que vienen pocos al Congreso, tiene como ocho días que se empezó a vender menos. Pero si no viene uno a trabajar o a hacerle la lucha ¿qué se hace? Soy el único sostén de la casa. Ésa es la cuestión, si el gobierno nos cierra, para muchos sí será la perdición; en este momento no se puede proponer nada porque está la pandemia, pero si el gobierno nos puede apoyar sería bueno, aunque no se ha visto nada de eso. Nada más policías de allá para acá contra nosotros, pero apoyo como tal, no. Trabajo de siete a siete, más o menos, y la venta no va bien”.
Haz barrio, compra local; insuficiente
Hasta ahora, el único programa gubernamental para evitar que el impacto socio-económico del Covid-19 sea aun más intenso es la campaña Haz barrio, compra local, implementado por el ayuntamiento de Morelia a través de la Secretaría de Fomento Económico (Sefeco), dirigidao por Gabriela Molina Aguilar. Consiste en crear conciencia entre la población para que adquiera mercancías producidas y comercializadas por empresarios micro y pequeños en sus propios barrios.
Los interesados en este programa de “lealtad” barrial se registran en la aplicación móvil Haz barrio donde, se difunden las ofertas y los sitios de comercialización. Además de los anuncios en redes sociales, la campaña incluye estructuras publicitarias en puntos estratégicos de Morelia y spots de radio. Lamentablemente, no todos los comerciantes disponen de un local fijo ni acceso a las aplicaciones digitales.
Los vendedores de artesanías, flores, dulces, papas fritas, tortillas, nopales, flores, son algunos de los excluidos en el plan Haz barrio. En octubre de 2019, la Asociación de Comerciantes y Vecinos del Centro Histórico de Morelia (Covechi) señaló, en el bienio 2017-2018, que la informalidad en el primer cuadro había crecido 150 por ciento y que, en los primeros meses de 2019, había aumentado otros 40 por ciento.
Hasta hace unas semanas, estos vendedores y los de varios municipios circunvecinos vendían un promedio de 200 y 300 pesos diarios; pero a partir de la suspensión de las clases y de la aplicación de las medidas sanitarias solo obtienen el 20 por ciento de esos ingresos si bien les va, según las estimaciones de varios comerciantes entrevistados por buzos.
La señora Elvira J es una de las perjudicadas. Vive en Tiripetío, Michoacán y a diario carga dos cubetas llenas de tortillas y una de pinole para vender en los negocios que aún están abiertos en el centro de Morelia, o bien para ofrecer sus productos a la gente que ya conoce o que transita en las calles.
“Tengo 18 años vendiendo tortillas. Diario me vengo de Tiripetío y ofrezco en el centro, ya tengo mis clientes, no me compran diario pero todo se vende. Desde hace una semana ya van tres veces que me regreso con pinole y tortillas porque ya no están los maestros de la escuela de la esquina, ni las oficinas abiertas de gobierno, muchos negocios están cerrados o trabajan menos tiempo y no alcanzo a llegar con ellos, ha habido menos gente. El otro día le dije a mi hermana que ya faltaba una semana para que acabaran las vacaciones y me contestó que para que empezaran las vacaciones todavía faltaba, que todo esto era por el virus ese y que después venían las vacaciones. No sé qué haré sin vender bien un mes entero. Está difícil, pero primero Dios todo pasará pronto”, indicó a esta revista.
La misma situación enfrenta Ofelia Cedeño, quien tiene un puesto de abarrotes en el mercado municipal. Esperaba que, con las ventas de semana santa, el panorama mejoraría; pero cuando vio que aquéllas disminuían y que la cuarentena las empeoró, perdió la ilusión. Ahora, en particular, le preocupa mucho el pago del Internet, porque sus hijos reciben sus clases en línea.
“Antes por estas fechas ganábamos más, las ventas mejoraban por la Cuaresma y la Semana Santa; la gente se empezaba a preparar poco a poco para los días santos y a nosotros nos iba bien. Pensamos que este año nos íbamos a recuperar, pero estamos vendiendo menos. Tenemos una hija en la universidad y un muchacho en la prepa, hay que pagarles el Internet, que es el servicio más caro que tenemos ahorita. En días anteriores no pasaba nada si nos lo cortaban dos días o tres, pero ahorita si no lo pagamos se atrasan por las clases en línea o en tiempo para que manden sus tareas y tengan sus clases en la computadora. Ellos siguen ocupando cosas, hay que tener tinta en la impresora, hojas, arrimarles lo que ocupen. Está mal la situación, no está a nuestro favor”, expresó con mucha preocupación.
En un recorrido que buzos realizó por distintas calles de la capital michoacana, pudo observar una baja considerable de transeúntes en el centro de Morelia, el área donde se concentra más el ambulantaje. Hoy, este escenario resulta tétrico para todos los comerciantes y otros trabajadores informales.
José Antonio, vendedor de raspados en el mercado Prados Verdes y Villas del pedregal, ha tenido mayores ingresos desde que el gobierno decretó la emergencia sanitaria y recomendó a los ciudadanos que se quedaran en casa como medida de seguridad contra el Covid-19:
“Pensé que nos iban a bajar las ventas, porque se le dijo a la gente que no saliera, pero ahora he vendido más. Hay más gente en el mercado porque las señoras que deben dejar sus casas, vienen a surtir sus refris y despensas y se traen a los niños en lugar de dejarlos en casa. A uno le conviene que venga toda la familia, aunque está mal que salgan; pero si uno no sale no vende”.
Pero el caso de José Antonio es caso uno entre miles.
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Escrito por Laura Osornio
colaboradora