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Carrera por los chips: la inteligencia artificial diseña el nuevo orden mundial
Los semiconductores son el cerebro de la modernidad y están en el centro de la competencia económica entre EE. UU. y China. El capitalismo de Occidente se juega su dominio global con base en el uso de esta tecnología de quinta generación (5G).
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Los semiconductores son el cerebro de la modernidad y están en el centro de la competencia económica entre Estados Unidos (EE. UU.) y China. El capitalismo de Occidente se juega su dominio global con base en el uso de esta tecnología de quinta generación (5G) y el gobierno de México, en un cálculo inexplicable para su interés geopolítico, profundiza su dependencia en este rubro al alinearse con Washington.

En el centro del mapa del poder global hoy se halla el control de la neurálgica red de las telecomunicaciones y, por tanto, del acceso a los semiconductores. Por esas diminutas unidades digitales nos comunicamos a través de un dispositivo y el interlocutor nos responde; de ahí que ese simple y complejo proceso implique criterios de seguridad nacional, tecnológica y mercantil o económica.

Hoy se vive el fin de una era de inventos que cubrieron el planeta bajo la profecía de la llamada Ley de Moore de que la humanidad dispondría de la potencia informática más accesible y disponible en cada generación; y que la duplicación del número de transistores en un chip haría más rápida la comunicación, facilitaría la movilidad de los equipos y reduciría precios.

 

 

Ese principio dominó durante años la visión tecnológica de Silicon Valley. Sin embargo, aunque muchos fabricantes de computadoras, automóviles y consolas de videojuegos, usan chips con tecnologías básicas, hoy nadie los construye y por eso se incumple la profecía del inicio de la actual era tecnológica.

El interés capitalista, en el que prevalece el afán de ganancia individualista o corporativa sobre el interés de las mayorías, suspendió esa línea de producción alegando altos costos, no incapacidad tecnológica. Y de forma simultánea, la élite de empresas que desarrollaba chips básicos optó por la fusión y concentración para invertir en semiconductores de vanguardia.

Esta decisión causó un efecto tsunami, pues aunque los chips ya son el cuarto producto más comercializado del mundo, la industria enfrenta hoy una sucesión de cuellos de botella tanto en la dotación de la materia prima para producirlos como en un suministro que está sujeto a la decisión de las empresas muy especializadas de EE. UU., Surcorea, Taiwán, China y Japón.

Así comenzó la escasez hace un lustro y se agravó en 2020, cuando las cadenas de suministro redujeron sus actividades debido a la pandemia de Covid-19. La alerta llegó del sector automotriz y la reacción en serie pasó a otras industrias: faltaban chips para tarjetas gráficas en videojuegos; y las consolas de Xbox y PlayStation no tuvieron los chips deseados.

Firmas líderes en el sector sufrieron ese golpe. Qualcomm, puntero en telefonía móvil, requiere chips baratos en sus procesadores y módems de teléfonos inteligentes y otros dispositivos; Samsung incumplió la entrega de chips de memoria para sus productos y clientes diversos.

La crisis retrasó hasta seis meses la entrega de automóviles, teléfonos y electrodomésticos inteligentes y amenaza desaparecer las firmas pequeñas por el alza de precios y limitado abasto de piezas.

 

Silicon Valley al mando

Gobiernos y corporaciones han emprendido medidas urgentes entre sus socios para evitar que tales tensiones se desplacen en el corto y mediano plazo a otros sectores, sobre todo en Asia, eje de la tecnología en semiconductores y donde la lógica capitalista impuso su división internacional del trabajo.

 

 

En la cadena productiva de chips, EE. UU. lidera las actividades más intensivas, con la automatización de diseño electrónico de componentes; Taiwán y Surcorea dominan la fabricación con el 83 por ciento del mercado para procesadores y el 70 por ciento en chips de memoria.

Como productor clave, Taipei es receptor privilegiado del apoyo estratégico-económico de Washington en la región Asia Pacífico; junto con Seúl, monopoliza la fabricación de placas de silicio para chips. A punto de rebasarlos está China, con su innovadora tecnología de inteligencia artificial (AI), ésta es la causa de su conflicto más reciente con EE. UU.

Al advertir la escasez en el suministro de chips, cabilderos del sector tecnológico la definieron como “el canario en la mina del carbón”. Por ello, 15 senadores –republicanos y demócratas– urgieron a Joseph Biden estimular la producción nacional de microprocesadores, por lo que se aprobó la “ley de chips” a la que dotó con 52.7 mil millones de dólares (mdd) en apoyos directos e incentivos a la investigación.

Así, EE. UU. pretende definir a su favor el equilibrio de poder, aunque sus cúpulas reconocen que no cuenta con el abanico de tecnologías de innovación que posee China. El gigante asiático Huawei pedía a EE. UU. “replantearse” el ataque a su cadena de suministro al estrangular su acceso a chips en el mercado y acusarlo de “espiar”.

La Casa Blanca no define esta hostil competencia por el dominio digital, sino Silicon Valley, área territorial en las que se asientan las multimillonarias empresas de la tercera industria más lucrativa del planeta: Apple Inc., Adobe Systems, AMD, Nvidia, Qalcomm, Cisco Systems e Intel, entre otras.

Con ellas, los gigantes TSMC y Samsung invirtieron sumas multimillonarias para acelerar el complejo proceso de diseño y fabricación en chips de vanguardia –de cinco y tres nanómetros, pues la mayoría son de seis y ocho nanómetros (nm)– y con más nodos, alertó el Instituto de Investigación Internacional (IMEC) de Lovaina, Bélgica.

En plena pandemia, la industria perdió acceso a modelos económicos (de gama baja), los precios aumentaron y se aplazó toda una generación de innovaciones, puntualiza Jeremy Hsu.

En 2021, millones de estadounidenses vieron irónicamente por televisión este anuncio de Apple: por el tejado de esta empresa, en Cupertino, California, se deslizaba un joven dentro del edificio y robaba el novísimo microprocesador M1, útil para MacBook Pro e iPad.

Con sus 16 mil millones de transistores, el versátil M1 –del tamaño de un timbre postal y diseñado a la medida– representa la profecía de la Ley de Moore. Este chip, creado por TSMC con tecnología litográfica ultravioleta (EUV) y con longitud de onda pequeñísima de 13.5 nm, está formado por miles de millones de pequeños transistores.

La paradoja se halla en que cuando Apple presentaba su M1, ya escaseaban en el mundo microchips de menos costo y que, a su vez, posibilitan gran número de procesos tecnológicos.

En el pico de la crisis por falta de chips (que cuestan un dólar), un puñado de clientes compraba el nuevo M1 cuando las automotrices cerraban sus líneas de montaje y despedían a sus trabajadores. Otras armadoras fabricaban vehículos sin chips para sistemas de navegación, gestión de combustible y espejos retrovisores.

 

Fin de la Ley de Moore

 

 

1987. Cambia la estructura vertical de la industria y el nuevo modelo separa las fases del diseño y la fabricación.

1990. EE. UU. concentra el 40 por ciento de la producción mundial de semiconductores.

2003. 25 firmas producen chips de vanguardia, entre ellas destacan Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), Intel (EE. UU.) y Samsung (Surcorea).

2019-2020. Asia produce el 75 por ciento de chips; TSMC, el 55 por ciento del mercado; y EE. UU., el 13 por ciento.

2021. Joseph Biden firma la Orden Ejecutiva que obliga a revisar la cadena de suministro de chips. Crea con la Unión Europea (UE) el Consejo en Comercio y Tecnología para investigar e invertir en innovación de chips y cadenas de suministro seguras.

2022. Biden firma ley para fabricar sus propios chips.

2023. Con el Plan Sonora, México acepta que entes privados desarrollen la industria del litio para la cadena de valor de los chips de EE. UU. Se afirma que impulsará energías renovables.

 

Algunos expertos, como los de la Universidad Carnegie Mellon, justifican ese arbitrario cambio de modelo alegando que muchos dispositivos electrónicos populares no requieren chips de última generación. “No tiene sentido poner un chip A14 (de iPhone e iPad) en computadoras para uso doméstico; tampoco hacen falta 15 de ellos en nuestros autos porque consumen mucha energía y son muy caros”.

Por ello, entre 2021 y 2022 la industria perdió más de 110 mil mdd de los dos billones por ventas que genera al año, explica Ana Milutinovic. Y hoy The Wall Street Journal advierte que este año se requerirán hasta 40 semanas para surtir la orden de chips para automotrices; lo que implicará pérdidas superiores a los 64 mil mdd.

Las empresas que optaron por transformarse en “fundiciones” de chips de vanguardia hoy alegan que invirtieron muchos millones, obtienen bajos márgenes de ganancias y enfrentan altas deudas, por lo que subirán sus precios ante una demanda cada vez más apremiante, prevé la consultora Investigación Contrapunto.

 

 

Esta tragedia ilustra la forma en que el capitalismo, sin reconocerlo, se beneficia del esfuerzo de programadores e ingenieros que producen chips con más capacidades, así como de diseñadores que crean generaciones de nuevos productos.

 

Riesgo y ocasión

Fiel a la leyenda de que el ideograma que advierte “peligro” es el mismo que invoca el concepto “oportunidad” para enfrentar los obstáculos que opone EE. UU. a su tecnología 5G, el liderazgo político chino se propuso ser autosuficiente en los bienes que más requiere. Fue así como reinventó su industria para superar su atraso en la carrera de chips convencionales, apostando a la inteligencia artificial (IA).

Un ejemplo es la empresa iFlutek, la más avanzada en IA del mundo. Recibía a sus visitantes en Tianjin, al sur de Beijing con la imagen de Donald Trump –proyectada en una pantalla– ¡y en chino mandarín elogiaba los avances de la firma! Esa imagen virtual lo decía todo, cita el experto Will Knight.

China fabrica actualmente la mayoría de los electrónicos inteligentes del planeta, aunque el hardware y los chips que alimentan a los algoritmos se diseñen en el exterior. Lidera el sector con Huawei y su 5G y la estatal TSMC con SMIC, Hisilicon y Unisoc. Esas firmas adquirieron gran cantidad de chips para su reserva cuando EE. UU. decidió aumentar sus restricciones.

Sin embargo, los semiconductores chinos manejan datos de forma diferente a los de circuitos de silicio, pues son específicos para funciones de IA (reconocimiento de voz y procesamiento de imágenes) a través de entrenamiento y ejecución de redes neuronales profundas.

 

México: la trampa se llama nearshoring

 

 

EE. UU. recurrió a México para sacar a China de la carrera mundial por los semiconductores y alejarla lo más posible de América Latina. Este añejo plan se reeditó en 2021 en el Diálogo Económico de Alto Nivel y se concretó en septiembre de 2022, cuando el Gobierno Federal accedió a fabricar “obleas” para chips avanzados del 50 por ciento de autos eléctricos que EE. UU. construya en 2030.

En el pico de la escasez de estos circuitos integrados (abril de 2021 y 2022), fabricantes mexicanos erogaron sobreprecios que van del 4.2 al 8.2 por ciento. Situación desalentadora, pues se estima que los usuarios con líneas de celular 5G serán 16 millones y requerirán chips este año.

Ante ese escenario, el director general de Huawei México, Liu Jiude, ofreció la experiencia y asesoría de su firma para crear políticas públicas que incorporen la 5G al sector público, así como formar personal en esa tecnología.

Sin embargo, todo indica que ganó la presión de los cabilderos y “líderes de opinión” para adoptar el mecanismo de nearshoring, de supuesta reactivación económica con más empleos y atracción de inversiones en tecnologías limpias y que fabriquen chips menos sofisticados para el sector automotriz.

Con el nearshoring, EE. UU. reasigna el rol a cada socio en la cadena de producción para operar, como con Japón, Surcorea y Taiwán. Hacerlo con México es ideal, pues dispondrá de una rica fuente de litio, mano de obra barata cada vez más calificada y ahorro de tiempo en transportes.

En el nearshoring, México producirá semiconductores en el llamado Plan Sonora, mientras la superpotencia recupera espacios en la cadena de valor global para desplazar a China del sector.

Ése es el dramático saldo que los mexicanos deberán pagar debido a décadas de falta de inversión de sus gobiernos para adquirir conocimiento, desarrollar y comercializar tecnología. En el pasado y el presente, ese sector no ha sido prioridad para nuestra seguridad nacional, ni para reducir la dependencia del exterior.

 

Con esos logros, China avanza hacia el plan que presentó en 2017 con el objetivo de convertirse en líder mundial en chips de inteligencia artificial en 2030. Cuando Occidente se centraba en la crisis de los chips, olvidó que el país asiático es el primer productor mundial de silicio, con unas seis mil toneladas métricas.

Pero hoy Beijing se decanta por el grafeno, un nanomaterial muy versátil, descubierto en 2004 a partir del grafito, que rinde 10 veces más que el silicio debido a la movilidad de sus electrones y al que su capa de carbono hexagonal le permite “autorepararse”; este material es 200 veces más fuerte que el acero, muy flexible, pesa poco y posee más conductividad que el cobre.

El aprovechamiento de este fantástico material pasa por considerar su alto costo, por lo que China creó un consorcio para dar soluciones que aumenten su independencia; en ese afán reunió a firmas como Chint Group, Shanghai Electric Cable Institute y Shanghai Graphene Industry Technology Functional Plataform.

La Guerra Fría que libran Occidente y China se definirá en el dominio de la inteligencia artificial. México no debe limitarse a ser testigo y consumidor de tan estratégica tecnología; debe invertir en su desarrollo para la presente y las generaciones venideras.

 

Glosario básico

 

 

Semiconductor (chip). Es el cerebro de la modernidad. Circuito integrado electrónico que busca, cuantifica, optimiza y entrega resultados deseados. Se monta sobre una base de silicio y forma la unidad de procesamiento. Ejecuta programas del sistema operativo y aplicaciones; la mayoría mide entre 14 y 10 nanómetros.

Nanómetro. Milmillonésima parte de un metro. En un milímetro caben un millón de nanómetros; por ejemplo, un chip del Snapdragon 888 o el Apple A14 Bionic tiene cinco veces esa capacidad.

Obleas de silicio. La base.

Fundiciones. Fabrican microchips especializados para dispositivos electrónicos. TSMC posee tecnología avanzada como la fotolitografía.

Nodo de fabricación. Infraestructura para producir obleas de silicio. TSMC posee los nodos más avanzados (entre 7nm y 5nm; en 2022 comenzó el de 3 nm).

Hub industrial. en desarrollo de tecnologías de la información y digital trust para asegurar la cadena de suministros.

 


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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