Carlos Ornelas, investigador con más de 40 años especializado en educación de México y Latinoamérica, afirma que, en tres años de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no ha definido un programa educativo y que únicamente promueve un “proyecto ideológico” en el que él es el “héroe”.

En entrevista con buzos, el experto reveló además que, en la Secretaría de Educación Pública (SEP), quien manda no es su titular Delfina Gómez, sino las “tribus” del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena), cuyos jefes de bando reciben órdenes directas del Presidente.

Ornelas ha publicado más de 10 libros y decenas de artículos en español, inglés y francés. Además, ha sido maestro en universidades extranjeras y nacionales, entre las que figuran la Nacional Autónoma de México (UNAM), Autónoma Metropolitana (UAM), Iberoamericana (IB), de Harvard y Columbia; el Centro de Investigaciones para el Desarrollo Económico (CIDE) y el Instituto Tecnológico de Monterrey.

¿Cómo se encuentra hoy la educación en México?

Cuando habla de educación, el Presidente no habla de educación, habla de los maestros. Es ahí donde están las preocupaciones: es a los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) a quienes se refiere, a que le hagan caso: que no bloqueen las líneas férreas o las calles, que no tomen las casetas; se refiere a las becas. Eso es lo que les dijo ante los estudiantes de Ayotzinapa: el problema se resolverá con más becas; ése es el interés AMLO. Tenemos un Presidente al que no le interesa la educación, está en contra del conocimiento, y más si es independiente; si es como dice, está en contra del pensamiento crítico. No está mejorando, va empeorando y haríamos un análisis sereno de lo que sí está bien en la educación; pero no, AMLO va por un proyecto político, ideológico, donde su persona sea el héroe.

¿Es por ello que AMLO habla de “educación neoliberal”?

No tiene bases racionales: de un razonamiento quieren desaparecer el concepto sociedad del conocimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), o la palabra calidad porque es neoliberal. Podría decir que es de mala calidad, pero ¿qué se está haciendo?, sus palabras no tienen mucho efecto en la educación.

¿Cómo impacta en el desarrollo educativo de los estudiantes replantear la historia y que se quiten palabras como “neoliberal”?

Es difícil pronosticar. Las escuelas, incluidas las prácticas de los docentes, están arraigadas por mucho tiempo; si las corrientes teóricas que vienen del mundo exterior, como el constructivismo, por competencias u otros que se han implantado por aquellas reformas, tardan décadas en consolidar algo, no a corto plazo; entonces creo que no va a lograr nada. La respuesta es que si hay algún efecto en la educación, va ser mínima.

Hemos visto que Delfina Gómez, la titular de la SEP, se la pasa más alabando al Presidente que haciendo algo por la educación.

En efecto, así esta. Erick Juárez ya escribió, en La Jornada, que la silla de José Vasconcelos le queda grande… Además está bajo escrutinio por los diezmos de Texcoco. No articula un discurso. Marx Arriaga –director de Materiales Educativos de la SEP– está retomando el concepto de la Nueva Escuela Mexicana que era de Esteban Moctezuma. Delfina Gómez nunca lo ha mencionado; entonces se ha hecho a un lado. En realidad, la SEP no manda. Hay un montón de tribus en la SEP; las subsecretarías son feudos aparte, tiene más influencia en la Subsecretaría de Educación Básica, pero no. El Subsecretario de Educación Superior acuerda directamente con el Presidente; también, de vez en cuando, el Subsecretario de Educación Media Superior y todos tienen sus equipos y hacen lo que quieren dentro de cada subsecretaría.

Alguien decía que la SEP está más enfocada en temas políticos y no en atender el rezago educativo como resultado de la pandemia, la infraestructura…

Ni en el rezago, ni en el aprendizaje, ni en los temas importantes que tienen que ver con la educación; ni siquiera para reconstruir las escuelas que se vandalizaron mientras estuvieron cerradas, ni para poner agua en las más de 40 mil escuelas que hay. Realmente nos estamos encaminando a un precipicio sin fondo. En el sexenio pasado, la metáfora era que íbamos al despeñadero con las reformas, por el juego de palabras con el apellido del presidente Peña Nieto. Ahora retrocedemos.

El autor de libros como El sistema educativo mexicano, Política, poder y pupitres y, el más reciente, Política educativa en América Latina, expone que las modificaciones a los libros de texto gratuitos y otros que se distribuyen, tienen el “proyecto ideológico” de este gobierno como contenido.

Ahora no estoy tan convencido de que sea la SEP la que impulse los cambios a los libros, sino Marx Arriaga con indicaciones de Palacio Nacional; y frente a tanto debate que ha habido, el Presidente no lo ha expuesto en la mañanera. Como sabemos, está ocupado con el tema de su hijo y la “pausa” con España ¿Qué es lo que pasa? En efecto, es un proyecto más ideológico que educativo; es enemigo del conocimiento y amigo de eliminar palabras porque son neoliberales. Lo que nos dice ahí, fíjate bien, esto es textual: “es un recorrido de la democracia participativa que hace justicia curricular y promueve la soberanía”. Esto fue mencionado en la primera asamblea; de escoger el título, tiene una cuestión ideológica, de que el pueblo decida, no son foros, no son seminarios.

Negaron la entrada a la presidenta de la Asociación de Padres de Familia de Nuevo León; si quería dejar su opinión, que la dejara en un formulario. O sea que es bien sectario a propósito, es propagandístico. Los libros que ya están circulando y los otros que se elaboraron con esta iniciativa, pues es la historia de México vista desde la perspectiva presidencial. Es cierto, una parte de la crítica anterior, era de personajes y el pueblo era la masa que no participaba. No cambia mucho la perspectiva, cambian los héroes, a quienes la historia ya había enaltecido, a Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y a Cárdenas. Pero ahora es exponencial; y es mirar la historia con esta idea de que, en el futuro, la “corcholata” que destape, siga con esta idea; es decir, que sea del mismo partido.